Pero, para ser eficaces estas redes, ¡hay que ponerlas en marcha
Una misa familiar... perseverar en ella ayuda a las familias, junto con la catequesis se crean redes de familias
que se apoyan y se ayudan a través de la parroquia, y eso beneficia a los niños
Ir a la iglesia es bueno para las familias numerosas, porque las introduce en redes de apoyo que, además, son más eficaces que otras redes no religiosas (por ejemplo, más eficaces y duraderas que los grupos de padres que se apoyan mutuamente en asociaciones municipales o escolares). La red religiosa ayuda más, durante más tiempo y a más niveles.
Son varios los indicios sociológicos en este sentido y algunos se han estudiado científicamente en fechas recientes. Un ejemplo es el estudio "Church attendance and alloparenting", encabezado por John H. Shaver, publicado en junio de 2020 (aquí).
Shaver y su equipo analizaron a 14.000 mujeres en Inglaterra que quedaron embarazadas a principios de los años 90, repasando cómo les iba, diez años después, a sus hijos (que ahora tienen unos 30 años). Son los datos del llamado Avon Longitudinal Study of Parents and Children (ALSPAC). Entre sus conclusiones:
- asistir a la iglesia implica más apoyos sociales y también más fertilidad para las mujeres
- asistir a la iglesia va relacionado con mejores resultados para los niños (educativos, de desarrollo, etc...)
- las mujeres que van a la iglesia y constatan que reciben el apoyo de su comunidad o redes relacionadas con ellas, tienen más hijos
- las mujeres que van a redes de apoyo no religiosas (municipales, estatales, etc...) tienden a tener menos hijos
- las redes de apoyo religiosas duran más tiempo y parecen más eficaces que las no religiosas
Los sociólogos sospechan que las familias religiosas en Ocidente no sólo tienen más hijos porque "confían en Dios" y tienen una visión más optimista de la vida (que también es así) sino porque les consta el apoyo de una red que les acoge y ayuda: catequistas, grupos de padres, de scouts, de formación para niños, colonias y excursiones, etc... Cuando esta red existe de verdad, y no sólo sobre el papel, los hijos van llegando. Y, además, les va bien en los estudios.
Tener hijos consume recursos
Los sociólogos habían detectado que en las sociedades modernas, que requieren un gran esfuerzo educativo, las familias con bastantes hijos podían tener amor para todos, pero no recursos para todos. No todos podían ir a numerosos cursos, refuerzos escolares, atención añadida, escuelas caras, etc...
Como consecuencia, estos niños presentaban peores índices de desarrollo de distintos tipos. La diferencia, sin embargo, se daba en las familias numerosas religiosas y practicantes: como confirma el estudio de Shaver, los niños de familias practicantes sacan buenos resultados pese a estar en familias numerosas.
Shaver sospecha que en sociedades preindustriales eran las familias amplias, entrelazadas entre ellas, las que aportaban estas redes de apoyo, y eso ayudaba a tener más hijos. Además, los hijos se veían como recursos: más brazos para trabajar, y ayuda en la vejez.
Cuando se emigra del campo a la ciudad, o de un país a otro, se pierden esas redes familiares... pero las iglesias pueden cumplir ese papel de red de apoyo amplio.
Cualquiera que vaya a misa a una parroquia de Madrid y lleva a sus hijos a catequesis a esa parroquia entrará en su red de apoyo y vecindario, no importa si acaba de llegar de Venezuela, Guinea Ecuatorial o Polonia.
Una familia numerosa de Fayetteville, Arkansas, sigue la misa por TV durante el confinamiento de marzo de 2020
Las redes eclesiales de amistad y apoyo duran más
Más aún, a veces los padres establecen lazos con otros padres que llevan los niños al mismo deporte o local... sin embargo, al crecer los niños y dejar esa actividad, el lazo se debilita o desaparece. Por el contrario, nada impide -cuando todo va bien- perseverar en una parroquia toda la vida, con las mismas amistades y contactos. Incluso si uno se muda, puede encontrar parroquias similares en otras ciudades.
En un reportaje al respecto en Christianity Today, se recoge la sospecha de una psicóloga de la George Fox University, Celeste Jones, que piensa que un factor importante es que las familias numerosas que son religiosas y practicantes soportan mejor el estrés que las otras familias. Por un lado, la fe da significado a los sufrimientos de la vida. Podemos añadir, por otro lado, que la red de apoyos religiosos -catequistas, amigos, pastores- alivia. Y, además, unas familias aprenden de otras, por testimonio y proximidad, que "Dios aprieta pero no ahoga".
Preguntar a los parroquianos: ellos saben
La bióloga Cara Wall-Scheleffer, de la Seattle Pacific University, apunta en Christianity Today que "las iglesias no suelen ser especialmente buenas a la hora de entender lo que la gente hace fuera de la iglesia. ¿Y si una iglesia tiene un buen grupo de educadores y trabajadores sociales entre sus miembros? ¿Podrían crear un equipo de personas para averiguar qué necesita su comunidad?"
En entornos católicos, otra buena práctica sería simplemente ir al párroco a decir lo que se necesita.
Muchos inmigrantes católicos con horarios especialmente complicados pueden pedir un sistema de guardería, u otros horarios de catequesis, y quizá hasta organizarse para ofrecerlo desde los locales parroquiales.
Los padres con hijos adolescentes quizá tienen ideas para ofrecer cosas que gusten a sus chavales en el entorno parroquial, con grupos de amigos católicos, alejándolos de las calles y de las atontadoras pantallas.
Lo que se puede hacer en unas cuantas clases
Lorena Vidaurre, directora de un programa de educación infantil en la evangélica Universidad Biola (California) explica que ella fue maestra durante 10 años en un programa de coaching en Los Ángeles para padres hispanos pobres. Los padres acudían al principio de mal humor, pero después de las 10 clases básicas, insistían en continuar durante todo un año. Por un lado, habían hecho amistades con otras familias similares y se apoyaban mutuamente. Por otro lado, las herramientas que aprendían les servían, y veían mejorar los resultados de sus hijos en casa, en los estudios, en el trato familiar. Estos padres ponían en marcha recursos y habilidades que ya tenían para organizarse mejor y se creó una red de amistad y apoyo.
Liuan Huska, la autora del reportaje de Christianity Today, plantea: "si Vidaurre y los padres que acompañó pudieron tejer lazos impactantes y profundos en un solo año, en un programa apoyado por una escuela, ¡imaginen lo que podría hacerse a través de nuestras iglesias!"
Pablo J. Ginés/ReL
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