El arzobispo de Milán recibió un regalo muy especial del emperador Constantino…
San Eustorgio fue el arzobispo de Milán entre los años 343 y 349 y tuvo la dicha de recibir un regalo muy especial de parte del emperador Constantino, un enorme sarcófago de piedra que contenía las reliquias de los Reyes Magos.
Las reliquias provenían de la Basílica de Santa Sofía en Constantinopla, donde habían sido colocadas por la emperatriz santa Elena, quien las había encontrado durante su peregrinación a Tierra Santa.
La idea era transportar las reliquias a la basílica de santa Tecla, pero los bueyes que arrastraban el enorme peso, e cierto punto en Porta Ticinese, se colapsaron fatigados.
El obispo Eustorgio, interpretó todo como voluntad de las mismas reliquias de permanecer en ese lugar.
Así que el arzobispo hizo construir ahí mismo fuera de las murallas de la ciudad, una nueva basílica para albergar los restos, que más tarde recibió el nombre de Sant’Eustorgio, quien pidió ser enterrado allí a su vez, justo al lado de los Reyes Magos.
En 1162, durante el saqueo de Milán por las tropas del emperador Federico Barbarroja, los fieles escondieron las reliquias sagradas en una iglesia cercana.
Pero el arzobispo Rainald von Dassel, canciller imperial de Barbarroja, se dio cuenta del engaño y tomó posesión de los cuerpos de los Reyes Magos trasladándolos luego, a la catedral de Colonia, donde aún se encuentran en un precioso relicario.
En la basílica de San Eustorgio quedó sólo el gran sarcófago y una medalla que según la tradición, fue hecha con una parte del oro donado por los Reyes Magos al Niño Jesús. Esta medalla se encuentra expuesta cerca del gran sarcófago.
En 1903, gracias al cardenal Andrea Carlo Ferrari, una pequeña parte de las reliquias regresó a la basílica de San Eustorgio: dos peronés, una tibia y una vértebra, que todavía se conservan en un ataúd cerca del gran sarcófago que contenía antiguamente todos los restos de los Reyes Magos.
La presencia de los Reyes Magos en la basílica se puede intuir ya desde fuera en la punta del campanario, que en vez de tener una cruz tiene una estrella de ocho puntas, símbolo del cometa que guió a los reyes hasta Belén.
Una curiosidad: la basílica también alberga en un precioso relicario el dedo de san Pedro mártir, del cual se dice que antes de morir hundió aquel dedo en su sangre y escribió la palabra “Credo”.
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