Muchas relaciones logran rehacerse, sanar y crecer
A diario en mi trabajo como consultora matrimonial y familiar buscamos sanar una relación familiar, de amistad o de pareja. Es importante comprender qué sucede, qué enfermedad arrastra dicha relación y también es crucial identificar el cómo y el porqué para así lograr que las relaciones se rehagan, se sanen y crezcan.
Aquí cuatro importantes lecciones aprendidas.
ESTAR CON EL OTRO
Es sentir como propio todo lo que el otro siente en su carne y espíritu, para ello es necesario estar siempre dispuesto a compartir la intimidad, con la confianza que solo da el sentirse plenamente amado.
Considerar el tiempo que dedicas a pensar en las cosas e intereses del otro, dialogar sobre esos temas suyos para identificarte por el otro, apoyarle en sus planes, encargos, etc.
Apoyarse y dejarse apoyar por tu cónyuge en sus momentos nobles y generosos, sobre todo cuando pase por un mal momento.
Ser capaz de ponerse en los zapatos del otro para aceptar su forma de pensar o sentir, sobre esto o aquello, siendo honesto en que realmente se valora y respeta todas las diferencias en las que afirma su carácter, gustos, opiniones, etc.
Si la persona amada realmente se ha equivocado y te afecta seriamente, jamás pierdas la confianza de que sabrá aprovechar la experiencia, y ser mejor de lo que puedas imaginar.
SABER PERDONAR
Ser el primero en perdonar no es humillarse: es empezar por enfrentarse con la verdad sobre uno mismo, en cuanto a que siempre estaremos necesitados de perdón por nuestros propios errores y defectos.
Ser conscientes de que es más fácil pedir perdón, que perdonar, porque lo humano es que haya dolor en el corazón, sin embargo, se debe hacer con el deseo de olvidar y sin guardar lista de agravios.
Al sentir coraje, no uses la imaginación para analizar con detalles de todo aquello por lo que te has sentido ofendido, en vez de ello, recuerda cuando tú has sido más de una vez responsable de dañar la sensibilidad de tu cónyuge.
Cuando el otro pida perdón, hazlo tú también, siempre tendrás un motivo para hacerlo, y ese momento será de victoria en el amor de ambos.
Jamás se debe exigir perdón junto con rendiciones incondicionales, pues al dejar obrar el maligno orgullo, el perdón no es sincero.
Perdonar pronto y siempre no es signo de blandura, sino de fortaleza.
APELAR A LA HUMILDAD
La humildad es la virtud que consiste en conocer las propias limitaciones y debilidades y defectos, siendo por lo mismo, capaces de ser más tolerantes, pacientes y comprensivos con las carencias del otro.
Es muy posible que ambos tengan un defecto opuesto a las virtudes del otro, y por ello tengan mucho en que ayudarse.
Las personas tenemos defectos, muchas veces a pesar nuestro, por ello, en vez de insistir tanto en que el otro los supere, es más importante amarlo no a pesar de ellos, sino con todo y ellos, para poder ayudarlo.
Si se pudiera poner en una balanza los defectos y virtudes del otro, nos sorprenderíamos de cuanto más pesan sus virtudes, y… probablemente más que las propias.
Es necesario revisar la forma en que amamos: los celos o el cariño absorbente no son un exceso de amor, sino una enfermedad grave, como lo pueden ser la envidia, la desconfianza o el afán de posesión, que lo corrompen a la vez que nos ciegan.
SER PRUDENTES
Reflexionar antes de decir u obrar, para adecuar o modificar la conducta y no faltar a la justicia con quien más se ama.
Entre esposos, confrontarse sin faltarse al respeto es normal y hasta necesario, siempre que se disponga el corazón a la dulzura de la reconciliación, por lo que, mientras dure la tensión, no se debe cometer el error de divulgar esa circunstancia, ni los hechos que la motivaron, pues de esa manera se puede caer en la tentación de hablar mal del otro, y eso no es medicina que cure la herida, sino veneno que la infecta.
En ocasiones, puede ser necesario consultar y pedir luces a una persona de criterio, confianza y experiencia, para ayudarnos a ver las cosas en su realidad, evitando caminar a ciegas en los problemas matrimoniales.
Quienes se aman, son dos individuos con diferencias útiles para discernir y distinguir, lo que está bien de lo que está mal, y actuar en consecuencia, preservando el amor como lo más importante.
En la vida conyugal y matrimonial, todas sus idas y venidas, luces y sombras, son al fin y al cabo el camino de conquista de virtudes necesarias para su crecimiento, pues son como el viento que se opone al vuelo del ave, sin el cual de nada le servirían las alas para ascender.
Orfa Astorga, Aleteia
Consúltanos en: consultorio@aleteia.org
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