Nadie puede soportar por mucho tiempo la reclusión autoimpuesta. Desde la vergüenza de nuestros escondites, nuestro corazón suplica a Dios... Una interesante meditación del dominico Peter John Cameron
Obtuve una nueva visión de la oración a través de un libro de Tomáš Halík. En Paradojas de la fe en tiempos posoptimistas, el sacerdote checo escribe:
«Orar significa ser consciente de que puedo ser visto. La conciencia de vivir en el ‘desocultamiento’ (esta es una traducción exacta de la palabra griega para ‘verdad’) transforma a las personas».
Después de la Caída, la vergüenza empuja a Adán y Eva a esconderse: El hombre y la mujer se escondieron de Dios el Señor entre los árboles del jardín (Gn 3, 8). Conscientes de su propia desnudez, no pueden soportar la mirada de Dios que les grita: ¿Dónde estás?
Pero nadie puede soportar por mucho tiempo tal reclusión autoimpuesta. Desde la vergüenza de nuestros escondites, nuestro corazón suplica a Dios:
«Mira hacia mí, y ten piedad de mí, porque estoy solo y afligido».
Sal 25, 16
Un anhelo humano
El tema se repite a lo largo de los salmos: «Mi gemido no se esconde de ti. … Mis faltas no te son ocultas» (Sal 38,10; 69,6).
Una súplica humana central pide el cuidado y la protección de Dios: «Oh Señor de los ejércitos, mira desde los cielos y mira» (Sal 80,15).
Qué mejor manera de describir la gloria de Dios que declarar: «Desde los cielos miró el Señor a la tierra para escuchar el gemido del cautivo y liberar a los condenados a muerte» (Sal 102,20).
Anhelamos acabar con el encubrimiento y vivir sin escondernos ante nuestro Dios.
La liberación de Jesús
La salvación traída por Jesucristo nos libera de nuestro escondite. Jesús nos acerca a su Padre «que ve lo que nadie ve» (Mt 6,6).
El Evangelio nos asegura que «nada se le oculta; todo está desnudo y expuesto a sus ojos» (Hebreos 4,13).
El recaudador de impuestos en el templo abrumado por los remordimientos (Lc 18, 13-14) y la viuda pobre que da limosna en el templo (Lc 21, 1-4) se parecen en esto: ambos actúan con la seguridad de que Dios los ve… y que ser visto llevará a la transformación.
Incluso cuando Zaqueo, lleno de culpa, trata de esconderse en un árbol sicómoro, Jesús lo ve y descubre en él su deseo más profundo por Jesús. Esa conciencia animó a Zaqueo y le impidió volver a esconderse.
Por la oración nos entregamos a la liberación de ser vistos por Dios. Salimos de nuestros escondites para escuchar a Jesús decir: ¿Dónde estás? Quiero quedarme contigo.
Por cierto, la palabra «desocultamiento» es una traducción exacta de la palabra griega para «verdad»: aleteia.
Peter Cameron, OP, Aleteia
Vea también Sermón sobre la Oración - Santo Cura de Ars
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