Luego de una larga Cuaresma (de reflexión, ayuno y abstinencia) y una potente Semana Santa en la que compartiste el camino de la Cruz, tomando sobre ti la Cruz de cada día, espero que hayas celebrado con fuerza el Domingo de Resurrección. Un día que le da sentido a nuestra fe. Hoy, Lunes de Pascua, podemos reflexionar sobre esta celebración.
¿Perdimos el sentido de la Semana Santa y la Resurrección?
Lamentablemente, vivo en una ciudad en la que la Semana Santa es considerada patrimonio, cultural, histórico y – óyelo bien – «turístico». Todo esto sería maravilloso si hubiera una vivencia de la fe profunda y real.
Es verdad, yo no soy nadie para juzgar. Solo Dios conoce los corazones de las personas. Pero he llorado viendo cómo en un Via Crucis algunas personas estaban más concentradas en los ritmos de los tambores, algunos hasta bailando con el ritmo, en vez de mirar la imagen de Cristo. Sí, es solo una imagen… pero hemos perdido el significado y la profundidad de lo que es nuestra fe.
Es una tristeza que la Semana Santa deje de ser un tiempo de reflexión, de intimidad, de unión con Dios. Que se convierta en una simple semana de vacaciones, esperada para las procesiones en las que algunos se ponen trajes que han perdido el sentido.
Es triste ver procesiones culturales y tradicionales en las que no falta el alcohol y alguna blasfemia —te recuerdo que vivo en España y muchas personas utilizan el nombre no solo en vano, sino que dicen cosas que me duelen en el corazón cada vez que las oigo— de cuanto en cuanto.
Pero bueno, recemos por todas las personas que han dejado que la Semana Santa se convierta solo en una tradición más y pidamos a Dios, quien es el único que puede cambiar los corazones, que en alguna procesión se hayan encontrado con Él. Con su mirada, con su amor transformador.
Hoy, Lunes de Pascua, podemos meditar cómo nosotros —en la medida de lo posible y en la profundidad de nuestra fe— podemos vivir este tiempo pascual que comenzó ayer en el Domingo de Resurrección.
¡Estemos alegres!
Parece sencillo, pero en muchas ocasiones no lo es. En los momentos que vivimos, la alegría puede llegar a ser una gracia. Es verdad que todos queremos estar alegres, que todos deseamos ser felices. Pero hay que reconocer que vivimos tiempos difíciles.
Aun siendo así, nuestra tarea evangelizadora está marcada por la alegría que viene de Cristo. Muchas veces el Papa nos ha recordado la importancia de la alegría en nuestra labor pastoral.
Nos ha recordado que la gente busca testigos de la alegría. Personas que se han dejado traspasar por el amor de Dios y muestran la alegría del Evangelio aún en los tiempos de Cruz.
Demos gracias a Dios y no olvidemos su sacrificio
Entrado el tiempo de la Pascua te invito a tener en cuenta el sacrificio y el ayuno que has hecho durante estos días. Algunos limitamos el uso del teléfono móvil o dejamos el alcohol, los dulces o cualquier otra cosa… no lo olvides por completo. Es decir, no pensemos que desde el Lunes de Pascua podemos comenzar a comer y beber todo lo que dejamos durante la Cuaresma.
Si este tiempo fue de crecimiento en una u otra virtud, procura seguir creciendo en el santo abandono y desapego de las cosas que has reconocido no son del todo buenas.
Permanezcamos unidos a Él y llevemos la Cruz de cada día
Quedémonos con los días de dolor para recordar que ha llegado la Pascua, la Resurrección que da plenitud a nuestra fe. Si Dios no hubiera resucitado, nuestra fe sería vana.
Pero no nos quedemos solo con la Pascua. Recuerda la Pasión, Muerte y Resurrección; son misterios que siempre van unidos. No podemos quedarnos solo con uno o con otro.
Todos y cada uno de estos misterios construyen nuestra fe. Tocan directamente a Cristo. Él – verdadero Dios y verdadero Hombre – nació, murió y, asumiendo nuestra naturaleza, la redimió.
Nos hizo capaces de la vida de Dios por la gracia. Estamos llamados a tomar la Cruz con la esperanza de que, si Dios murió, el hombre, en Él, puede resucitar.
¡Él es la fuente y culmen de nuestra fe!
Ahora es tiempo de vivir la Eucaristía. Busca con anhelo y esperanza ir a la unión deseada por Dios con nosotros en la Sagrada Comunión.
Recuerda que Él se hace presente, que Él permanece en medio de nosotros. No lo olvides y búscalo cada día, en cada momento que tengas libre —viviendo siempre en Él y por Él—.
Respira por su fuerza, inhala su amor y exhala vida para los demás. Que esta Semana Santa y esta Pascua que comienza sean momentos decisivos para tu camino en la fe.
No pierdas el tiempo, ni las oportunidades de unirte al amor que Él quiere darte. Lleno de ese amor, anímate a salir a servir a tus hermanos. Transformado tu corazón, lleva la Luz del mundo hasta el confín de la tierra.
¿Nos compartes cómo inicias este Tiempo de Pascua? ¿Qué has aprendido durante la Semana Santa? ¿Tienes algún propósito pascual? ¡Cuéntanoslos en los comentarios! 🙂
María Claudia Arboleda, CatholicLink
Vea también La Resurrección de la Carne - San Juan Pablo II
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