¡ANDA, ATRÉVETE!
Los obstáculos que he tenido en mi vida, me han hecho madurar.
Los éxitos me han hecho reflexionar.
Y los fracasos me han hecho crecer.
-José Mazariego-
Ocurre con frecuencia que al hacernos un favor en realidad nos causan un perjuicio, por ejemplo esa ayuda excesiva que nos brindan ―o brindamos― para facilitar la tarea que debemos realizar y que al dárnoslo tan «masticado», nos impide tener iniciativa, arriesgarnos en la búsqueda, buscar soluciones personales y creativas a los problemas que nos afectan.
Bertolt Brecht, nos lo dicen poéticamente:
Durante siete años no pude dar un paso.
Cuando fui al gran médico,
me preguntó: «¿Por qué llevas muletas?»
Y yo le dije: «Porque estoy tullido».
«No es extraño», me dijo,
«Prueba a caminar. Son esos trastos
los que te impiden andar.
¡Anda, atrévete, arrástrate a cuatro patas!».
Riendo como un monstruo,
me quitó mis hermosas muletas,
las rompió en mis espaldas y, sin dejar de reír,
las arrojó al fuego.
Ahora estoy curado. Ando.
Me curó una carcajada.
Tan solo a veces, cuando veo palos,
camino algo peor por unas horas.
William Shakespeare dejó escrito que no hay otro camino para la madurez que aprender a soportar los golpes de la vida; por eso una educación responsable es la que lleva a plantearse un alto nivel de exigencia personal.
Hay personas que son como un manojo de sentimientos, que solo quieren aceptar la parte fácil de la vida y no pueden soportar que los demás sufran, batallen o se esfuercen. Quieren el fin, pero no los medios necesarios para alcanzar ese fin. Les gustaría que sus hijos fueran premios Nobel estudiando lo menos posible, enriquecerse sin dar ni golpe, ganarse la amistad de todos sin hacerles un favor, o ingenuidades por el estilo. No se enfrentan con la realidad de la vida porque están enormemente mediatizados por la comodidad.
Quitarle la dificultad a quien puede resolverla por sí mismo, es como proteger del sol a una planta para evitar que soporte calores. Esa planta crecerá hueca, sin consistencia, inmadura.
La vida de cualquier persona, lo quiera o no, trae siempre golpes: egoísmo, maldad, mentiras, desagradecimiento. Toda esa dolorosa experiencia es algo que, bien orientado, puede ir haciendo crecer nuestra madurez interior.
¿Usamos muletas porque estamos tullidos o estamos tullidos porque usamos muletas? Sólo hay una forma de saberlo: romper las muletas.
¡Anda, atrévete!
Una fe con chispa, Aleteia
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