sábado, 10 de julio de 2021

Seguir sonriendo: De dónde sale la fuerza

 


No contagio desilusión, ni pesimismo, siempre una sonrisa y una mirada llena de esperanza

Soy mucho más que las malas cosas que me pasan. Mucho más que la enfermedad que me aqueja, o que el dolor de la soledad cuando me abandonan, o que la angustia que siento en las derrotas.

No soy tan solo lo que he perdido, soy lo que sostengo entre mis manos frágiles.

No soy sólo aquello que pasó y forma parte de mi vida, soy aún más ese corazón que retiene todo lo vivido.

No puedo esperar a que la vida no sea tan difícil como ahora siento que es, para decidirme a ser feliz.

No le pongo condiciones al tiempo, ni plazos, no busco que pase rápido o no pase. No le exijo a la vida lo que no puede prometerme, porque no lo posee, porque no es mío.

Me canso de decirle a los que amo que me prometan que no se van a morir nunca. Ingenuamente lo hacen, porque me quieren.

Creer hasta el final

ELDERLY WOMAN PRAYS,

Entiendo muy bien que lo único imposible en mi camino es aquello que nunca intento.

Sé que dejar de esperar algo bueno sólo ha de suceder tras el último aliento, nunca antes, nunca demasiado pronto.

No me desanimo ni siquiera cuando se tuercen los caminos y de golpe parece todo perdido.

No contagio desilusión, ni pesimismo, siempre una sonrisa y una mirada llena de esperanza.

Por eso no me angustio en medio de la noche cuando parece imposible que el sol pueda rasgar el velo. El papa Francisco escribe:

«La historia de la salvación se cumple creyendo «contra toda esperanza» (Romanos 4,18) a través de nuestras debilidades».

Siempre puedo elegir vivir

Todo está bien, pienso muy dentro, y me siento en paz de repente, no tengo miedo incluso en medio de mis debilidades.

Sé que todo estará bien aunque me sienta algo perdido a veces, o sin orientación, o sin un sentido.

La oportunidad para elegir la vida la tengo aun cuando me hablen de estadísticas negativas y me muestren números escalofriantes de fracasos y de pérdidas.

Soy más

Soy mucho más que un número, que un tanto por ciento, que una cifra que queda impresa en un papel.

Más que un nombre, que un diagnóstico, que una previsión hecha por expertos.

Soy más que un curriculum objetivo y frío mandado muchas veces esperando respuesta. Aún más que mil palabras salidas de mi alma atrapadas en las redes.

Soy más que las fotos de ahora o que las de entonces, cuando era más joven, sin canas. Soy más un amanecer que una noche. Y más una puesta de sol que la penumbra que me quita la paz.

Soy estrella naciente entre muchas estrellas posibles. Una estrella única por mi luz, siempre presente en plena oscuridad.

Soy esa posibilidad de vivir que tengo en mi mano, porque yo la elijo.

Levantarse siempre de nuevo

Esa posibilidad de dejarme morir sin luchar, sin exigirme dar un nuevo paso, no es una opción, no lo elijo.

Me gusta la actitud de un tenista, Rafael Nadal tras un partido:

«Elijo luchar y no fallar en cuanto a actitud. Intentar no errar con la cabeza cuando lo hago con la raqueta. Eso es el deporte, luchar aunque las cosas parezcan imposibles«.

Sólo el último punto de un partido marca el final de algo, la constatación de una derrota. Y aun así no es tan grave, la vida sigue y tendré que levantarme de nuevo lleno de alegría.

Los días pueden ser todos iguales, salvo que yo decida vivirlos de forma diferente, con una nueva intensidad.

Escojo la felicidad

Me siento feliz de abrazar las horas que Dios me regala, sigo viviendo. Pinto de azul el cielo gris y visto la mañana de vivos colores. De esos que alegran el alma y llenan de fuego el espíritu.

Decido tomar entre mis manos la felicidad, aun siendo pasajera. Me aferro a los sueños que un día me llenaron de vida el corazón.

Y seré feliz, lo siento así, porque nada puede quitarme el optimismo ni la esperanza.

Los días llegarán, pasará el tiempo, se cumplirán los plazos y tendré que volver a optar por lo mejor, por la vida, por la victoria que no está en mis manos.

Puedo hacerlo, sin miedo, sin dudas. Ninguna mala noticia tiene la fuerza de cambiar mi ánimo.Ninguna oscuridad puede apagar la luz del sol que brilla.

Ningún silencio es más fuerte que la canción que brota dentro de mi alma. Ninguna helada, ninguna sequía, acabarán con la fuerza de mi árbol, sus raíces son profundas.

Tendrá que ver la vida con la profundidad de mis raíces, más que con la altura de mis ramas.

Más con la hondura de mis creencias, que con la fluidez de mis palabras, de mis promesas.

Sólo el corazón que está enterrado en la tierra de Dios puede seguir volando con su fuerza. Pese a su fragilidad y sus heridas.

Carlos Padilla Esteban, Aleteia

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