
Durante más de cinco años estudió en la universidad, logrando dominar el árabe y convirtiéndose en un "Hafiz".
El libro Adiós Soulayman: Itinerario de un imán salafista cuenta la interesante historia de conversión de un imán radical. Escrito en francés, se trata de un viaje en primera persona de cómo los jóvenes europeos descreídos acaban abrazando el Islam para dar sentido a su vacío espiritual. El periodista Jesús Colina, en Religión Confidencial, se hace eco de su historia.
El libro cuenta la historia de Bruno Guillot, un ciudadano franco-belga de 38 años, que, siendo adolescente, abrazó el islam, con el nombre de Soulayman. Bruno llegaría a ser un sabio del Corán, convirtiendo a centenares de cristianos europeos al Islam.
Aquella familia marroquí
La infancia de Bruno estuvo marcada por la ausencia del padre y, a pesar de crecer en una familia muy patriota, que sentía amor por Francia, por su historia y por el equipo de fútbol de Marsella, carecía de elementos esenciales como la fe. Un vacío espiritual que sólo el fútbol podía llenar.
Hasta que a los 15 años debía firmar un contrato con uno de los cinco mejores equipos de Bélgica, pero su padre no se presentó a la firma. El sueño se desvaneció y el resentimiento de Bruno hacia su familia se hizo aún más amargo.
Este dolor lo llevó a aislarse y a buscar consuelo en otras personas. Fue entonces cuando conoció a una familia marroquí, que le ofreció un sentido de pertenencia que no había encontrado en su propio hogar.
Bruno siendo entrevistado en la televisión francesa.
Los hermanos mayores de esa familia marroquí le mostraban vídeos de apologetas musulmanes, que atacaban a la Biblia y presentaban el islam como la "verdadera fe". Sin madurez para investigar a fondo, Bruno se sintió atraído.
La conversión al islam fue algo sencillo. Bruno relata que, en una visita a la Gran Mezquita de Charleroi, en Bélgica, en febrero de 2002, el imán le pidió que reconociera la unicidad de Dios y la profecía de Mahoma. Él asintió de inmediato. Este proceso duró apenas 30 segundos. Bruno se había convertido en musulmán.
Por primera vez, era valorado por una comunidad y buscaba vivir en un islam "sin adulterar", algo que pudo encontrar en el salafismo, que hace una lectura ortodoxa de los textos fundadores del islam, el Corán y la Sunna.
Sus primeros contactos con el salafismo tuvieron lugar a través de Internet, en foros de discusión. Rápidamente quedó "enganchado" por otros conversos "barbudos". Esta "autenticidad" y el deseo de imitar a Mahoma le atrajeron profundamente.
A los 18 años, se casó y tuvo una hija. Tras una estancia en Egipto fue aceptado en la Universidad Islámica de Medina en Arabia Saudita, considerada la universidad más prestigiosa para las ciencias islámicas, y un bastión del salafismo. Al ser de origen europeo occidental tenía precedencia sobre otros estudiantes.
Durante más de cinco años, estudió en esa universidad, logrando dominar el árabe y convirtiéndose en un "Hafiz", como se llama a quien ha aprendido de memoria todo el Corán, hasta la última coma. Durante sus estudios en Medina, su odio hacia Occidente y los cristianos se acrecentó.
Se convirtió en un predicador formidable. Fue enviado a predicar a Marruecos. De allí fue expulsado por los servicios secretos debido a sus actividades salafistas. Regresó a Bélgica para combatir el cristianismo "espiritualmente".
El camino de Bruno de abandono del islam comenzó en 2017 y fue gradual y lleno de conflictos. La primera grieta se abrió en 2013, cuando emprendió el Hajj, la peregrinación sagrada a La Meca. Allí se sintió profundamente decepcionado por la falta de educación y la suciedad de muchos peregrinos, que orinaban en los lugares más impensables.
Más dramático fue el incidente durante la lapidación de las estelas en Mina, donde estuvo a punto de morir en una estampida en la que vio cuerpos destrozados y niños llorando. En ese año, murieron 139 peregrinos, y varios centenares quedaron gravemente heridos.
Traumatizado, dudó de la espiritualidad de los ritos, que le parecieron más bien "paganos" al ver a la multitud girar alrededor de la Kaaba.
Las palabras de su padre
A pesar de haber desarrollado un odio visceral por su familia, sucedió algo totalmente inesperado. Antes de morir de cáncer cerebral, su padre quiso verle. A pesar de que nunca le había manifestado afecto, en esta ocasión le dijo "te quiero", "siempre te he querido".
Aquellas palabras le "reconectaron" con sus emociones y le hicieron darse cuenta de que se había convertido en una persona que no quería ser. Antes de morir, su padre había recibido el don de la fe en Jesucristo, que le permitió transmitir profunda serenidad a pesar del inevitable desenlace de la muerte.

Se sintió decepcionado por la falta de educación de los peregrinos que iban a La Meca.
Una tercera duda le embargó cuando dos hombres le pidieron la mano de su hija cuando esta tenía 7 y 9 años. Uno era un ciudadano saudí y el otro un italiano converso al Islam. Los pretendientes y los líderes religiosos se lo propusieron como una práctica legal dentro de la ley islámica. Quedó horrorizado.
Aceptaba teóricamente las prácticas de la ley islámica, pero las decapitaciones por pedofilia o las amputaciones de manos a ladrones en La Meca le resultaban chocantes.
Al llegar a Bélgica decidió repasar el Corán y el libro sobre la segunda venida de Cristo en el islam, que él mismo había escrito para "destruir" al cristianismo. Irónicamente, este estudio se convirtió en la fuente de sus mayores dudas.
Se dio cuenta de que la negación de la crucifixión de Jesús en el Corán entraba en conflicto con la historia y la creencia constante de los primeros cristianos.
Comenzó a cuestionar la visión salafista de Dios como el "Majestuoso", contrastándola con la humildad y el amor que percibía en el concepto cristiano de Dios.
Poco a poco, sus oraciones musulmanas perdían sentido. Sintió una auténtica "pesadez espiritual" al leer el Corán. En un momento, recitó espontáneamete el Padre Nuestro, en lugar de una sura coránica durante la oración.
Después de meses de lágrimas y ruegos a Alá, pidiéndole incluso la muerte si se convertía al cristianismo, Bruno experimentó un momento decisivo.
Caminando por una calle de Charleroi, se sintió impulsado a rezar "en el nombre de Jesús". En ese momento, sintió una "calidez, un poder", una lucidez que "sofocaba el mal" dentro de sí mismo. Se sintió liberado. Sus rodillas cayeron al suelo, y un versículo bíblico resonó en su mente: "que en el nombre de Jesús toda rodilla se doble" (Filipenses 2, 10).
Experimentó la salvación como un don de Dios, no como algo que podía ganar por sus propias obras o méritos. Se sintió "profundamente en paz", reconectado con su personalidad profunda que creía haber perdido. La frase que le dirigió su padre antes de morir, "Jesús es paz, Jesús es amor", cobró un nuevo significado.
Su conversión provocó que perdiera a su esposa, a los amigos, el dinero y su estatus como imán. Hoy ha logrado la custodia exclusiva de sus dos hijos (la chica tiene 18 años y el chico 16) y ambos "están en el Señor", indica, dando a entender que son cristianos.
Actualmente, Bruno dedica parte de su tiempo a ayudar a otras personas que han apostatado del islam y a familias "devastadas por la radicalización de sus hijos". Su objetivo consiste en mostrar cómo es posible "salir del islam radical y convertirse en alguien que ama a su prójimo más que a sí mismo".
ReL
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