
Cuando éramos niños - al menos la mayoría de nosotros - aprendimos de memoria los Diez Mandamientos de la Ley de Dios. Para un infante de 8 años quedaba claro que no debía mentir, pero escuchar sobre "levantar falso testimonio" y sus consecuencias requería una buena explicación.
La relación con el prójimo
Leemos en el Catecismo de la Iglesia católica:
"El octavo mandamiento prohíbe falsear la verdad en las relaciones con el prójimo. Este precepto moral deriva de la vocación del pueblo santo a ser testigo de su Dios, que es y que quiere la verdad". (CEC 2464).
Esta primera parte menciona algo fundamental: falsear la verdad en las relaciones con el prójimo. Porque a Dios no lo engañaremos nunca, pero a quienes conviven con nosotros sí podemos afectarlos, sobre todo si confían en nosotros.
Por eso, veremos tres consecuencias en la vida de las personas que levantan falso testimonio o son el blanco de esta falta de caridad.
1Daño a la reputación del otro
Nuevamente el Catecismo advierte que hay que mantener "El respeto de la reputación de las personas ", por eso, el mandamiento "prohíbe toda actitud y toda palabra susceptibles de causarles un daño injusto" (CEC 2477).
Es importante observar la debida discreción en nuestras conversaciones con los demás. Aún si fuera cierto el defecto o el pecado de la otra persona, no tenemos derecho a revelar su situación, sobre todo si los otros no saben nada al respecto.
Muchos santos sufrieron persecución por causa de chismes o habladurías en su contra, pero Dios se encargó de sacar la verdad a la luz. Gracias a su fortaleza espiritual, pudieron salir venturosos de la mala experiencia.
Sin embargo, una persona común quizá no corra con la misma suerte, pudiendo perder desde el trabajo hasta la vida.
2Afecta a la sociedad y a la Iglesia
Cualquier pecado acarrea males sobre la persona que lo comete, pero también afecta a la Iglesia entera. San Pablo lo compara con el cuerpo humano:
¿Un miembro sufre? Todos los demás sufren con él. ¿Un miembro es enaltecido? Todos los demás participan de su alegría. Ustedes son el Cuerpo de Cristo, y cada uno en particular, miembros de ese Cuerpo (1 Cor 12, 26-27).
Lamentablemente, cuando la envidia se presenta es más fácil soltar la lengua en contra de prójimo, lo que trae como consecuencia pleitos y divisiones, provocando una tensión constante que permeará en todos los que rodean a los involucrados.
Al respecto, el Catecismo enseña:
"Contiene en germen la división de los espíritus y todos los males que esta suscita. La mentira es funesta para toda sociedad: socava la confianza entre los hombres y rompe el tejido de las relaciones sociales" (CEC 2486).
3Pérdida de credibilidad del mentiroso
Añadimos a lo anterior que, el que levanta falso testimonio sobre los demás, habla mal de sí mismo. Y cuando se descubra la verdad, nadie podrá confiar en el mentiroso. Perder la credibilidad es un mal que afecta gravemente a quien cae en desgracia, porque perder la confianza de las persona cambiará toda su vida.
El deber de reparar el daño
Por último, es preciso destacar que, por justicia, hay reparar el daño cometido:
"Toda falta cometida contra la justicia y la verdad entraña el deber de reparación, aunque su autor haya sido perdonado [...] Este deber de reparación se refiere también a las faltas cometidas contra la reputación del prójimo. Esta reparación, moral y a veces material, debe apreciarse según la medida del daño causado. Obliga en conciencia" (CEC 2487).
Mónica Muñoz, Aleteia
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