l estudio, basado en más de 1,2 millones de resultados de embarazos en Quebec, reveló que las mujeres sin antecedentes de enfermedades mentales tenían un 50 % más de probabilidades de requerir hospitalización psiquiátrica después de un aborto que después de dar a luz
Un nuevo estudio canadiense ha llamado la atención sobre las consecuencias del aborto para la salud mental, encontrando un aumento significativo en las hospitalizaciones psiquiátricas entre las mujeres que interrumpen sus embarazos. Si bien los datos científicos han reavivado el debate, la Iglesia Católica considera estos hallazgos menos como argumento para la controversia y más como un llamado a fortalecer su respuesta pastoral.
El estudio, basado en más de 1,2 millones de resultados de embarazos en Quebec, reveló que las mujeres sin antecedentes de enfermedades mentales tenían un 50 % más de probabilidades de requerir hospitalización psiquiátrica después de un aborto que después de dar a luz. Entre las mujeres con afecciones preexistentes, el riesgo era casi nueve veces mayor.
Resultados similares han surgido en Dinamarca y Estados Unidos, donde las bases de datos de salud muestran un aumento en las tasas de tratamiento psiquiátrico y hospitalización después del aborto. Para la Iglesia, sin embargo, estas cifras no son simples estadísticas, sino reflejos del sufrimiento humano. Los agentes pastorales, confesores y consejeros provida a menudo se encuentran con mujeres que arrastran profundas cicatrices del aborto, cicatrices que no se pueden medir en porcentajes.
“Lo que estos estudios indican es algo que la Iglesia sabe desde hace mucho tiempo”, explica un coordinador diocesano de vida familiar. “El aborto no termina con el procedimiento. Perdura en la memoria, la conciencia y el corazón”.
Desde el pontificado de Juan Pablo II, la Iglesia ha enfatizado la necesidad de reconciliación y sanación para quienes han experimentado un aborto. Programas como los retiros «La Viña de Raquel», los servicios de consejería diocesana y el sacramento de la reconciliación se presentan como vías no de condena, sino de misericordia. El Papa Francisco enfatizó esto al llamar a los confesores a actuar como testigos compasivos del perdón de Dios, en lugar de jueces severos.
La tensión entre los datos médicos y la defensa política garantiza que el aborto seguirá siendo un campo de batalla en la esfera pública. Pero para la Iglesia, la preocupación más profunda reside en las propias mujeres, a menudo abandonadas a un dolor que la sociedad les dice que no es real. Los estudios pueden confirmar lo que innumerables testimonios ya han revelado: el aborto puede herir el alma tan profundamente como afecta el cuerpo.Encíclica Laudato si'
Por lo tanto, la tarea pastoral es clara. Mientras teólogos y legisladores siguen debatiendo, sacerdotes, religiosos y ministros laicos están llamados
a acompañar a quienes sufren en silencio. Para la Iglesia, las estadísticas que surgen de Canadá y otros lugares no son solo evidencia, sino una invitación a responder con compasión, verdad
y la promesa de la misericordia de Cristo.
TIM DANIELS


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