La cultura actual pone un gran énfasis en la búsqueda de la felicidad, que normalmente se traduce en encontrar cualquier cosa que te haga feliz, incluso si eso significa ignorar a tu prójimo. Podemos caer fácilmente en esta mentalidad cultural, pensando que el mundo gira a nuestro alrededor, y que todo en la tierra fue hecho para nuestro propio placer egoísta.
Desgraciadamente, esto nos lleva a ver a los demás como objetos y a ignorar a los más necesitados de nuestra familia o de nuestra comunidad local.
Lo que necesitamos es algo que nos saque de nuestro egocentrismo y nos obligue a mirar a los demás.
La Sagrada Comunión
La Eucaristía está destinada a ser ese antídoto contra una vida egocéntrica. Esto puede parecernos extraño, pero recibir a Jesús en la Eucaristía es la forma principal en que podemos empezar a tener un corazón para los demás.
El Papa Benedicto XVI meditó sobre este tema en una homilía para el Corpus Christi en 2011:
"Precisamente porque es Cristo quien, en la comunión eucarística, nos transforma en Él, nuestra individualidad, en este encuentro, se abre, se libera de su egocentrismo y se inserta en la Persona de Jesús que, a su vez, se sumerge en la comunión trinitaria. Por tanto, la Eucaristía, a la vez que nos une a Cristo, nos abre también a los demás, nos hace miembros los unos de los otros: ya no estamos divididos, sino que somos uno en Él. La comunión eucarística no solo me une a la persona que tengo a mi lado y con la que tal vez ni siquiera me llevo bien, sino también a nuestros hermanos lejanos en todas las partes del mundo".
Explica por qué utilizamos la palabra "comunión" para referirnos a la recepción de la Eucaristía:
"Esta transformación es posible gracias a una comunión más fuerte que la división, la comunión de Dios mismo. La palabra 'comunión', que también utilizamos para designar la Eucaristía, resume en sí misma las dimensiones vertical y horizontal del don de Cristo".
Eucaristía y comunión
Al acercarnos a Jesús en la Eucaristía, nos acercamos a otras personas. Por eso se llama "Santa Comunión".
Aunque todo esto es cierto, un aspecto clave de esta enseñanza es nuestra apertura a la gracia divina. Es posible recibir la Eucaristía cada domingo (o incluso cada día) y estar cerrado a la gracia vivificante de Dios.
Necesitamos estar abiertos y receptivos al amor de Dios, para poder llenarnos de él y compartir ese amor con los demás. No podemos dar lo que no poseemos.
Si te encuentras luchando contra tendencias egoístas, recibe la Eucaristía con el corazón abierto y deja que Dios transforme tu alma.
Philip Kosloski, Aleteia
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