Durante años, Violeta dedicó su vida a buscar la felicidad "en todos los derroteros que ofrece el mundo". Probó en la noche, el alcohol, el taoísmo y durante años profundizó en muchas de las ramas que ofrece la Nueva Era. Lo que tenía claro es que "nunca sería católica". Una experiencia mística ante una cruz le hizo darse cuenta, años después, de que estaba equivocada: "Dios siempre me había estado buscando".
Pese a que nació en una familia católica, la falta de una práctica y educación religiosas le hicieron que Violeta pronto se alejase de la fe: "Recuerdo que de pequeña rezaba y hablaba con Dios todas las noches. En esa época veníamos de una España muy católica, pero al llegar la adolescencia mis padres me dejaron libre y me perdí por todos los derroteros que te ofrece el mundo".
Perteneciente a una familia desestructurada, Violeta explica que en esa situación "te agarras a lo que tienes: amigos, salir, fumar, drogas, alcohol…", pero ella siempre buscó el amor, especialmente en su primer novio, un joven católico que buscaba su vuelta a la fe.
"Era muy religioso, me hablaba de la confesión, de su director espiritual y de muchas cosas que me sonaban a chino", relata. Tras 4 años viéndose, saber que su novio tenía tendencias homosexuales provocó el fin de la relación y la entrada de Violeta en una profunda crisis: "Se me cayó todo y me pasé años dando tumbos. Supongo que siempre tuve ansias de Dios, pero la buscaba en muchos otros sitios y se me fue todo al garete".
Buscaba cualquier cosa menos la Iglesia
Aunque nunca culpó a Dios, la noticia le hizo terminar de alejarse por completo de la fe. "Durante años me volví muy crítica con la Iglesia, seguía creyendo en Dios pero dejé de creer en el matrimonio y la Iglesia. No sabía dónde practicar la espiritualidad y la busqué en el Corán y el taoísmo y empecé a practicar el budismo".
Violeta, que se dedicaba profesionalmente al turismo, aprovechó sus viajes a varios países árabes o Tailandia para investigar la espiritualidad islámica y budista, lo que le llevó a practicar yoga, meditación y adentrarse en la Nueva Era.
"Siempre era una búsqueda y un vacío, todo era contradictorio, te lo vendían como algo para encontrar una paz que nunca alcanzabas. Te decían que era porque no lo hacías bien y siempre era una insatisfacción, pero yo creía que esa era la verdad, que en la Iglesia eran unos manipuladores y que [la fe] era el opio del pueblo", relata.
Pero por su trabajo, entonces como guía turística, Violeta tenía que visitar con frecuencia iglesias y catedrales, a las que "veía como un museo y entraba con respeto, pero no como la casa de Dios".
"Caí de rodillas y perdí la noción del tiempo"
Aquella visión cambiaría por completo no solo su opinión, sino toda su vida, cuando entró a ver la catedral de Bilbao.
"En lugar de ir al altar mayor me llamó algo de una capilla lateral, muy sencilla, donde había un Cristo en la cruz, nada más", recuerda.
Años después, a día de hoy, admite no saber que le ocurrió en aquel momento: "Caí de rodillas, me empezaron a pasar todos mis pecados y perdí la noción del tiempo. Lo siguiente que recuerdo es que estaba en la sacristía con una monja, le conté mi experiencia y cuando salí sentí mucho dolor por mi vida. Los tres días siguientes los pasé sintiendo un amor que no entendía de donde venía".
En pleno proceso de conversión, Violeta acostumbraba a ver testimonios de Cambio de Agujas sin saber que su caso acabaría formando parte del canal.
Viendo conversiones en "Cambio de Agujas"
Sin embargo, aquella sensación acabó desapareciendo y durante ocho años no fue capaz de encontrar el sentido a lo que sucedió en la catedral".
Yo no quería ser católica, no podía. Me había pasado la vida criticando a la Iglesia, pero Jesús te busca", menciona. Conversaciones esporádicas sobre la Virgen y Medjugorje, conocidos que le hablaban sobre la fe… el último suceso que le hizo plantearse la fe fue al recibir a unos testigos de Jehová que llamaron a su puerta.
"Ellos conocían la Biblia con 20 años y yo no. Me daba vergüenza decirlo, pero empecé a leer la Biblia y ver vídeos de conversiones en Mater Mundi y el Hogar de la Madre. Aunque cada una era diferente, todo el mundo describía el sentimiento del amor de Dios y entendí que es lo que me había ocurrido a mí pero no había sabido verlo: Me di cuenta de que tenía que volver a la Iglesia", admite.
De vuelta a la fe
Sin embargo, hacerlo le pareció "un mundo" durante semanas hasta que en marzo de 2020, cinco días antes del confinamiento provocado por la pandemia, Violeta entró a la iglesia de la Santa Cruz en Madrid.
"Entré, vi al sacristán y le pedí confesar. Me vio llorar hablándome de mis pecados y me dijo: `sal fuera y reza tres avemarías´. Qué generosa es la Iglesia que con 35 años [sin confesar] te perdona con tres avemarías", pensó.
Sin embargo, una penitencia mayor estaba por llegar: Violeta, ansiosa por confesar desde hacía semanas, se encontró encerrada en su casa durante meses al igual que millones de personas en todo el mundo a causa de la pandemia.
Pasó dos meses en casa haciendo comunión espiritual, veía la misa todas las tardes por internet y rezaba porque volviesen a abrir las iglesias hasta que "por fin", el 12 de mayo, pudo asistir presencialmente. "Estaba feliz de poder comulgar", confiesa.
Una conversión debida a María
Tras décadas enfrentada y alejada de la Iglesia, Violeta recuerda su primer año de regreso a la fe como un "enamoramiento absoluto", iba a misa todos los días y rezaba el rosario en cada momento. Sin embargo, también tuvo "pérdidas" como una grave enfermedad de su madre, el desempleo tras la pandemia o la amenaza de quedarse, como tantos otros entonces, sin hogar.
"El Padre me ha puesto esas pruebas para hacerme fuerte y cuantas más me pone, más me agarro a Él", sostiene.
Achaca su conversión, especialmente, a la Virgen María. "Tengo que darle tantas gracias. Al volver ala Iglesia, fue la Madre la que me trajo de vuelta, viendo testimonios, películas e historias de la Virgen de Garabandal, Medjugorje y Guadalupe. No sabía rezar el rosario, pero empecé a hacerlo mucho antes de confesarme. Fue ella la que me trajo", concluye.
ReL
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