jueves, 17 de marzo de 2022

¿Sirve la oración para detener una guerra?

Modlitwa


Los ejemplos históricos de la utilidad de la oración han sido múltiples. Aquí te ofrecemos algunos

En tiempos tan delicados como este, cuando las potencias mundiales se amagan con iniciar la Tercera (y última) Guerra Mundial mientras se desangra Ucrania y cuando existen 25 guerras de diversa envergadura en activo en el mundo, muchos se preguntan si sirve de algo orar para detener la hecatombe, para detener los tanques y los misiles y para salvar a los inocentes de las ambiciones diabólicas del poder.

En un número especial, dedicado al tema de la oración y de los señalamientos de las guerras entre los hombres que contiene la Biblia, el periódico mexicano El Observador ha hecho un análisis de algunos momentos estelares de la presencia de la oración para detener batallas y guerras (y de lo que ha sucedido cuando el mundo se olvida de orar) al tiempo que muestra, en un breve repertorio de los papas del siglo XX y su concepción de la paz de Cristo en tiempos difíciles como el actual.

De Lepanto al Congo

Los ejemplos históricos de la utilidad de la oración han sido múltiples. Los historiadores del cristianismo señalan el 7 de octubre de 1571, cuando se efectuó la batalla de Lepanto y el turco amenazaba con conquistar Europa, la oración del papa San Pío V, junto con todos los cristianos, hizo que, milagrosamente, el viento contrario a las huestes de Europa cambió e hiciera posible el triunfo ante una armada más poderosa.

Otro ejemplo es el rezo del Rosario que la Virgen pidió a los pastorcitos de Fátima y a toda la cristiandad para acabar con la Primera Guerra Mundial. Fue en mayo de 1917. La guerra culminó pronto, pero hubo una advertencia que no se cumplió, según han dicho quienes conocen estas apariciones: la realizada por la Virgen para que se siguiera rezando el Rosario, si no, iba a venir una guerra peor. Y de 1939 a 1945 sucedió la Segunda Guerra Mundial.

También existen ejemplos locales, como la rebelión de los cristianos frente al fraude electoral de Ferdinand Marcos en 1986, cuando rezando y cantando por las calles de Filipinas lograron convertir a los soldados que el dictador había mandado para reprimirlos y terminaron, los soldados mismos, unidos a la gente. Acto seguido, Marcos, que había gobernado Filipinas por 21 años, huyó de su país.

O la iniciativa del hermano Elías, alemán, fundador de la congregación Agnus Dei, quien, en el año 2000, al escuchar en Bélgica, de labios de los obispos del Congo la situación de conflicto que había en ese país africano, organizó una campaña de oración por la paz, tanto en Europa como en el Congo, que trajo, en poco tiempo, el final de una guerra civil que llevaba ya cuatro años y que había dejado más de tres millones de muertes, tanto por la violencia como por el hambre.

El partido de Dios

Evidentemente, la oración ha venido acompañada de la acción. Y de la guía de los sucesores de Pedro en Roma. He aquí un elenco de frases dichas por los papas del siglo XX y XXI que han servido, también, para que los cristianos retomemos nuestra obligación de orar por la paz en el mundo, y en estos tiempos concretos, por la paz en Ucrania:

No pocos hay que, empujados por este anhelo de paz que es tranquilidad de orden, se agrupan en sociedades y partidos que llaman partidos de orden. ¡Vanas esperanzas y fatigas perdidas! El partido del orden que puede traer de nuevo la paz en la perturbación de las cosas no es más que uno solo: el partido de Dios (San Pío X)

La Iglesia debe tener en cuenta los intereses oscuros que siempre han operado en la historia. Esta es también la razón de que desconfíe de toda propuesta pacifista que abusa de la palabra paz para ocultar fines inconfesables (Pío XII)

La justicia se defiende con la razón y no con las armas. No se pierde nada con la paz y puede perderse todo con la guerra (San Juan XXIII)

Si quieres la paz, trabaja por la justicia. Si quieres la justicia, defiende la vida. Si quieres la vida, abraza la verdad, la verdad revelada por Dios (San Juan Pablo II)

Jaime Septién, Aleteia 

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