Durante las últimas décadas familias españolas han ido llegado a Ucrania como familias en misión para anunciar el Evangelio y ayudar a la Iglesia Católica en la era postsoviética. Tras décadas de sufrimiento debido al régimen comunista llegaron al país órdenes, con monjas y sacerdotes, pero también numerosas familias del Camino Neocatecumenal, que a petición de los distintos obispos se han ido estableciendo a lo largo y ancho de un país tan grande en extensión como España y Portugal juntos.
Varias de ellas se encontraban en Ucrania en el momento de la invasión de las tropas rusas. Se trata de familias españolas, en general con muchos hijos y que ya se encontraban muy asentadas en el país del este de Europa. De hecho, bastantes de los hijos han nacido ya en Ucrania, y en el caso de las más veteranas incluso los hay que se han casado con ciudadanos de este país.
A pesar de las llamadas desde España y de los consejos de la Embajada española estas familias misioneras se negaban a abandonar el país hasta que finalmente el estallido de bombas cerca de sus casas les ha obligado a tener que dejar atrás su misión y la que es su casa en un peligroso periplo hasta poder salir de Ucrania.
Los Del Brío Salas, familia navarra con nueve hijos, la valenciana Carbonell Aguiló, con sus ocho, o la burgalesa Campomar Hernando, con 10, son algunas de estas familias misioneras españolas neocatecumenales, aunque son más, que han ido pudiendo salir de Ucrania estos días.
"El Señor nos ha dado seguridad"
Joaquín Carbonell y Sara Aguiló son padres de ocho hijos y llegaron en 2010 como familia en misión. Proceden de la parroquia de San Francisco Javier de Valencia y han podido salir de Ucrania en el convoy organizado por el Ministerio de Exteriores.
Los Carbonell Aguiló llevaban en Ucrania desde 2010.
“Yo no me imaginaba que podía estallar una guerra en Ucrania. Escuchaba las recomendaciones del Ministerio de Exteriores y las advertencias de la OTAN, pero nunca pensé que serían reales”, cuenta este matrimonio a La Razón.
Ante la precipitación de los acontecimientos y el inicio de la invasión decidieron finalmente salir del país. Pasaron la última noche en un hotel en el que en la mitad de la noche sonó la alarma obligándoles a bajar al sótano.
“No estamos hechos de otra pasta. En absoluto. No tengo la vida eterna, pero en estas circunstancias el Señor nos ha dado seguridad y paz y no hemos tenido mucho agobio”, afirman. Sus hijos lo han vivido de manera similar: “no tienen miedo de que les pueda caer una bomba porque nosotros no lo tenemos. La guerra la vivimos de otra manera desde la fe cristiana”.
Este matrimonio, Joaquín con 45 años y Sara con 41, explica que “en 2009 nos dijeron que en Ucrania necesitaban familias para la misión. Y allí nos fuimos. Estuvimos dos años en Donetsk y después nos trasladamos a Kiev. Aquí hemos sido muy felices, tanto que llegamos con tres hijos y nos vamos con ocho y uno que está de camino. Así que puedo decir que Kiev ha triplicado mi felicidad. El que da, recibe. Yo he dado mis años de juventud y Dios ha sido generosos conmigo”.
En Kiev ha trabajado los últimos seis años como profesor de español en la Universidad Boris Grinshenko, labor que compaginaba como misionero y catequista. “Ha sido un privilegio poder enseñar allí, y también ver el fruto de la tarea evangelizadora. Me llena de satisfacción que haya personas que quieran unirse a la comunidad”, asegura él.
Aunque han dejado Ucrania esperan poder volver pronto. “Hemos dejado amigos atrás, hay gente que ha cambiado de ciudad, otros que siguen en Kiev y también conozco a personas misioneras que siguen esperando para salir. Espero que después del verano se pueda volver, las guerras se sabe cuándo empiezan pero no cuando acaban”, aseguran.
"Hemos venido a mostrar el amor de Dios"
También han tenido que huir con mucha pena los Campomar Hernando, una familia misionera del Camino Neocatecumenal de Burgos que llegó con siete hijos (actualmente son diez) y que llevaba en Ucrania desde 1997 anunciando el Evangelio.
César y María Auxiliadora no querían irse, pero con ellos vivía también la madre de él, que padece Alzheimer, lo que ha precipitado su salida. “Hemos venido a evangelizar, a mostrar el amor de Dios a este pueblo, pero teníamos claro que sería hasta que Dios quisiera”, afirmaban en Trece TV, mientras añaden: “hemos rezado y hemos visto a Dios salir porque estamos con la madre de César. Hemos dicho que a la madre hay que sacarla”.
César y María Auxiliadora, a la izquierda de la imagen, llegaron a la misión en 1997. Sus tres últimos hijos nacieron en Ucrania.
En una entrevista pasada con la Archidiócesis de Burgos, César explicaba que “la misión lo es todo; mi vida es la misión”. Y es que este matrimonio ya ha pasado más de media vida como misionero. Primero pasaron seis años en Bielorrusia, donde les dieron un “ultimátum porque sabían que éramos de la Iglesia”, y después llegaron a Kiev, donde han vivido hasta ahora.
Colaboraban con la parroquia de San Alejandro de Kiev. “Caminamos con ellos e impartimos catequesis en esta y otras parroquias del entorno donde nos llaman. No hacemos nada extraordinario, solo lo que podemos. Aportamos nuestras ganas de vivir, contamos que Dios ha sido bueno con nosotros”, explica el matrimonio castellano.
Durante estos años César ha trabajado como administrativo en la Embajada española en Ucrania. Según su experiencia, “Dios se ocupa de nosotros con pequeños milagros” que resume en haber encontrado a su mujer, haber tenido con qué alimentar a su familia y haber tenido“una comunidad de hermanos que me acogen y acompañan”, refiriéndose al Camino Neocatecumenal, realidad eclesial a la que pertenece desde la adolescencia.
“Los cristianos podemos alentar a este mundo que vive sin esperanza, que ha perdido el sentido, para quien todo termina con la muerte. La vida eterna da sentido a nuestra existencia, si se cierra el cielo, ¿para qué aguantar? ¿Para qué sufrir si no existe la vida eterna y no existe el perdón? La propuesta cristiana es la mejor respuesta a los anhelos del mundo; el cristianismo atrae por su belleza, cuánta gente desearía creer y vivir nuestra esperanza. ¡No hace falta demasiada propaganda, es el deseo de nuestros hermanos! Por eso estamos nosotros aquí y donde haga falta, para anunciar lo que he vivido, que Dios me ha sacado de la muerte, que Dios me ha devuelto a la vida”, confesaba este matrimonio.
"Nuestro corazón está en Ucrania"
Por su parte, los Del Brío Salas, con sus nueve hijos que van desde los 11 años a los 2 meses de edad, lograron finalmente salir de Ucrania por la frontera húngara, donde fueron acogidos por otra familia en misión española que está en Hungría, la también navarra Francés Palacios (cuyo impresionante testimonio contamos ya en ReL).
Los Brio Salas estas Navidades en Ucrania con la última de las hijas, la novena, recién nacida.
“Hemos pasado la frontera y estamos aquí, en Hungría, pero nuestro corazón está en Ucrania”, afirmaba este joven matrimonio conformado por Rubén y Núria. Visiblemente tristes y cansados, explicaban al Diario de Navarra que “allí se han quedado nuestros hermanos de misión. Esperamos y confiamos que el Señor esté con ellos”.
Su misión se encontraba desde hace cuatro años en la ciudad de Vinnytsia. A las pocas horas de tomar la decisión de tomar la furgoneta y salir rápidamente de allí empezaron a caer bombas en las inmediaciones. Rubén condujo prácticamente 24 horas sin parar mientras los niños, todos muy pequeños, fueron “unos benditos”, según afirmaba su madre. El único problema se produjo con la bebé, que nació el pasado 22 de diciembre, y no tenía todavía papeles, y por tanto ni pasaporte ni salvoconducto, lo que produjo una cierta tensión en la frontera con Hungría.
Finalmente, el proceso administrativo será resuelto la próxima semana en la embajada española en Budapest para así poder emprender el viaje de regreso hasta España.
Sobre Ucrania, este matrimonio asegura: "es una sociedad que ha sufrido mucho, que tiene un carácter muy duro y muy fuerte y la verdad es que no son expresivos. Lo viven con mucha tranquilidad y eso se contagia. Y no es que vivan engañados ni nada de eso. La gente está informada, se habla de ello y hay muchas noticias que se escuchan en Europa y que llegan aquí”.
Javier Lozano, Aleteia
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