Más allá de una visión intelectualista y de una tradición, creer en Dios es ante todo un abandono existencial en Jesús
Cuando hablamos de la fe pensamos espontáneamente en las verdades de fe o en los conceptos en los que debemos creer.
También la traemos a colación cuando nos referimos a dos grupos sociales definidos: los creyentes y los no creyentes.
Creo que esta aproximación puede llevarnos a tener una visión intelectualista y limitada.
Es muy positivo promover el conocimiento de la Palabra y de las verdades de fe, pero es más positivo aún, conocer la fe en su totalidad; tomar consciencia de que la fe es ante todo un abandono existencial en Jesús.
Saber que por ser bautizados no recibimos una categoría de creyentes eterna que nos mantiene quietos y acabados con respecto a nuestra fe.
1LA GRACIA
La fe implica conocer el camino de la gracia, el camino de la apertura, de la pequeñez y de la confianza. Un camino que no es corto, sino que está llamado a crecer constantemente.
La fe no es cosa fácil, ni puede convertirse en pretexto para creer que todo está bien en nuestra vida.
Cuántas veces nos hemos dado cuenta de que nos hace mucho bien repetir:
“Creo Señor, pero aumenta mi fe”.
Mt 9,23
2EL EVANGELIO
Para profundizar en qué es la fe es bueno recurrir al Evangelio. En él vemos como Jesús muestra cierta admiración por la fe de personajes que no pertenecen al pueblo de Israel como el centurión o la mujer cananea.
Tanto el centurión como la mujer, eran dos personas que se encontraban fuera del conocimiento del Dios único o de la fe de Israel.
Pero a la vez eran dos personas que por no conocer de modo racional o por costumbre a Dios, poseían una clara conciencia de su pequeñez.
Se puede decir, una conciencia de la gracia, esa que nos da la intuición profunda de que lo que sucede es por el poder de Dios y no por cosas humanas.
La confianza que nos permite saber que Jesús puede hacer maravillas en nuestra vida si lo dejamos.
3LA SOLIDEZ DE DIOS
Creer es apoyarnos sobre la solidez de Dios. Creer no solo en unas verdades teóricas, sino en la persona que nos enseña y vive esas verdades.
La fe no es solo, o al menos en primer lugar, un consentimiento a verdades de fe que se refieren a Jesús, sino la aceptación de Jesús mismo.
Nuestra fe es un movimiento hacia Dios, es algo que nos pone en camino y nos arrastra. Una fe que es un éxodo de nosotros mismos y una entrada en Dios.
Cada día podemos aferrarnos a las palabras de Jesús que nos salva y decir: “basta solo una palabra tuya y seré curado”.
La fe no es solo el camino por el que podemos adherirnos a Dios y alcanzarle. La fe es también el camino que Dios abre a su poder a su fuerza, para hacer maravillas en todo el mundo.
Él las realiza por la fe que descubre en las personas que se le acercan: “vete, dice al centurión, y que te suceda como has creído”.
Jesús cede hasta obedecer a la fe de quien suplica.
Así como la falta de fe paraliza, la fe libera el poder de Jesús. Este es el diálogo que se da entre Dios y el hombre: Dios es el primero en hablar y espera que nosotros nos abandonemos a su palabra en cuanto hayamos sido captados por ella.
María fue la primera en abandonarse así a la palabra de Dios que le fue dirigida por el ángel Gabriel:
“Hágase en mí según tu Palabra”.
Lc 1,38
Vea también La importancia fundamental de la Fe - Benedicto XVI
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