El sacerdote jesuita Mariano Alique era muy querido en Bolivia. Había desarrollado su labor en Cochabamba y La Paz. Su pintura fue famosa porque la vendía para alimentar a ancianos sin recursos.
El sacerdote jesuita Mariano Alique Razola falleció el pasado viernes día 20 de enero. Tenía 96 años. Había nacido en Guadalajara (España) pero había dedicado la mayor parte de su vida a la atención de niños y ancianos entre Cochabamba y La Paz, en Bolivia.
Era valiente, aguerrido (de joven quiso apuntarse a una escuela taurina), magnánimo, inteligente y piadoso. Le gustaba el fútbol, lo practicó durante años y seguía los partidos.
El padre Antonio Menacho, superior de la Residencia Nuestra Señora de la Esperanza, en Cochabamba, y director de la Biblioteca Padre Murillo y Archivo Histórico de la Compañía de Jesús, en Bolivia, facilitó algunos detalles acerca de la vida de entrega del hermano Alique.
Gracias a él, podemos saber que Mariano Alique había decidido ser jesuita en contra, al principio, de la voluntad de su familia. El joven Mariano, además, tomó la decisión y dejó a la novia para entregarse en el celibato. Su misión iba a ser dedicarse por entero a Dios y al prójimo en el sacerdocio. Ingresó en la Compañía de Jesús en 1955.
Mariano Alique llegó a Bolivia el 10 de mayo de 1961. Atendió primero la parroquia de la santa Vera Cruz, en Cochabamba. Allí practicaba los «oficios humildes», concretamente el de cocinero, y se hizo famoso junto con otros cuatro misioneros, por su entrega incondicional.
Testimonio de un huérfano a quien ayudó
Ejemplo de ello es el testimonio que da el empresario Alfredo Mamani, quien hoy vive en Estados Unidos. Mamani quedó huérfano a los 9 años y el hermano Mariano se encargó de cuidarlo y educarlo junto con los otros cuatro misioneros jesuitas. Todavía hoy Mamani, con 65 años, los llama cariñosamente «los cinco magníficos».
“Esos hermanos eran de una categoría humana muy fuerte, gente sencilla con espíritu de trabajo que se hicieron célebres en Santa Vera Cruz”, explicó Menacho al diario «Opinión» de Bolivia.
Vendió sus pinturas para conseguir comida para los ancianos
En 1970, el hermano Mariano fue destinado a Tiwanaku. En aquella ciudad, atendía a ancianos. Al verse necesitado de dinero para hacer frente a los alimentos que requerían a diario, con permiso de sus superiores, el misionero comenzó a vender sus pinturas para que el dinero alcanzara para la comida.
El sacerdote Marcos Recolons también ha recordado que gracias a la venta de esas pinturas «mantenía a unos treinta o cuarenta ancianos».
Las pinturas del hermano Mariano Alique eran representaciones de coral. Las llamaba «fondos marinos». Eran coloristas, con contrastes entre tonos cálidos para el coral y fríos para las aguas del mar. Pueden verse en el blog que sigue activo. Hizo exposiciones hasta 2007.
Trasladaba a los enfermos a más de 100 kilómetros
Este mismo sacerdote explicó que Mariano Alique había trabajado gran parte de su vida -desde 1975- con la comunidad aimara de Qipu, cerca de Jesús de Machaca, en el altiplano de La Paz, muy cerca del lago Titicaca.
El hermano trasladaba a los enfermos a La Paz, lo que suponía realizar viajes de 122 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta. Y esto varias veces a la semana.
En los últimos años, el hermano Mariano vio mermada su capacidad visual, lo que le llevó a vivir en la Casa de Reposo de Cochabamba, donde falleció.
La Compañía de Jesús en Bolivia pidió oraciones por él a través de sus redes sociales.
«Unámonos en oración pidiendo su descanso eterno en la morada del Señor, a quien con tanto cariño ha servido».
Desde España, al conocer su fallecimiento, el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, publicó un tuit en homenaje al misionero jesuita: «Las pinturas de Mariano Alique (Guadalajara) han servido para mantener en Bolivia a decenas de ancianos. Hoy nos deja pero queda su ejemplo, su enorme generosidad. Todo mi cariño para sus allegados».
Dolors Massot, Aleteia
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