Manos Unidas presenta su campaña 2022: “Nuestra indiferencia los condena al olvido” y muestra cómo la desigualdad condiciona la vida de 811 millones de personas
Manos Unidas, Ong de desarrollo de la Iglesia católica española y fundada por las mujeres de Acción Católica, presentó la campaña que durante doce meses servirá para “denunciar cómo el muro de la indiferencia y la desigualdad condena al olvido a millones de personas empobrecidas y hambrientas”.
Clara Pardo: “Vergonzantes cifras de hambre en el mundo”
La presidenta de Manos Unidas mostró, en su discurso la iniquidad, que se ha acrecentado durante la pandemia y que “ha vuelto a ampliar la brecha entre los países pobres y ricos”. Una desigualdad que puede condenar a la pobreza a 500 millones de personas más, además de incrementar las ya de por sí “vergonzantes” cifras del hambre en el mundo.
“Nuestro sobrenombre de Campaña contra el Hambre, no alude solo a una batalla para acabar con una de las mayores lacras que afectan a la humanidad y que condiciona la vida de 811 millones de personas, sino que alude al trabajo incesante para denunciar y combatir las estructuras injustas que perpetúan el hambre y la pobreza: la vulneración constante de los derechos fundamentales de millones de personas, la proliferación de las actividades extractivistas, el acaparamiento de tierras, la explotación laboral, la especulación con el precio de los alimentos y de las materias primas”, explicaba.
“Permitir que una sola persona muera de hambre, es permitir que la desigualdad, la indiferencia, el olvido y el abandono ganen una partida que nunca debería llegar a estar sobre el tablero y supone un auténtico fracaso para la humanidad”, añadía Clara Pardo.
Algunas imágenes y mensajes de la Campaña (Galería)
Guatemala: la desigualdad, una estrategia de los grandes
Carlos Arriola, presidente de la Asociación Santiago Jocotán, en Guatemala también participó en la presentación. Lleva más de 30 años trabajando en la región Chortí para luchar contra el hambre y la desnutrición a través del fortalecimiento de la soberanía alimentaria de las comunidades campesinas e indígenas.
En el pequeño pueblo de Jocotán, perteneciente a la provincia de Chicquimula, el doctor Arriola ha sido testigo de las enormes desigualdades que han condenado a la comunidad chortí, ancestrales pobladores de la zona y actualmente desposeídos de sus tierras y sus propiedades, a la marginación, el abandono y la discriminación.
“No me canso de decir que esa desigualdad es una estrategia de los grandes, de los políticos, de los gobiernos para perpetuar el círculo de la pobreza en la zona y en Guatemala en general”. “Es una pobreza espiritual, mental, de autoestima, educacional y, por qué no decirlo, de ilusiones rotas de un mañana mejor, de una mejor forma de vivir, más digna, más humana”.
No se debe consentir la criminalización del migrante
También participó Àlvar Sánchez, jesuita y promotor de proyectos en la Delegación Diocesana de Migraciones en Nador, que ofrece ayuda humanitaria a la población en tránsito: solicitantes de asilo, refugiados, migrantes y desplazados.
«Las sociedades democráticas y los estados de derecho no debemos consentir la criminalización de quienes escapan del conflicto, la represión, las consecuencias de la degradación ecológica o los desastres naturales. El desplazamiento humano inducido por la guerra, el hambre o por un déficit de desarrollo que condena a la población a vivir en el umbral de la miseria, es un tipo de migración forzosa amparado por el derecho internacional humanitario y los Convenios de Ginebra», ha explicado el jesuita, que cada día atiende a personas migrantes o en tránsito que recalan en Nador antes de intentar alcanzar el sueño de occidente.
“Cuando una madre ha visto morir a sus dos hijos a causa de esa mezcla de malnutrición y enfermedad y sigue viendo disminuir sus recursos, ¿cómo va cerrarse a la esperanza de que otra vida es posible?”, se preguntaba el sacerdote.
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