Un veterano matrimonio que superó retos gravesy hoy evangeliza y ayuda a otros
La vida matrimonial no siempre es fácil. Que dos personas se conviertan en una sola implica un sacrificio. Los problemas del día a día, los acontecimientos que aparecen por el camino así como una cultura cada vez más antifamilia suponen también un reto para las familias. Por ello, la fe es un pilar firme en el que un matrimonio puede anclarse para cuando llega el temporal. Porque además llega…
Qué se lo digan si no a Hervé y Cécile Riols, un matrimonio francés, padres de cinco hijos y que pronto celebrarán las bodas de oro. “Con Cristo hemos superado tres crisis”, aseguran.
Casados desde 1974 dan testimonio de un amor fecundo desde que se enamoraron a los 17 años y a través de un matrimonio no exento de dificultades y pruebas. Tres duros momentos han acabado fortaleciendo su fe, purificado su amor y profundizado su impulso misionero. .
Tal y como cuentan a la revista Famille Chretienne, si pudieran resumir la fortaleza de su matrimonio, estos esposos afirman haberlo podido asentar sobre dos pilares. El primero fue una determinación clara de que el matrimonio durara y para ello habían decidido cerrar desde la preparación al matrimonio “la mente y el corazón a la posibilidad del divorcio”.
La segunda la han ido descubriendo poco a poco y es la confianza en el Señor, con la que avanzaron paso a paso, y sin la cual probablemente no habrían podido superar las tres crisis matrimoniales que consideran “transformadoras”.
La primera de las crisis llegó poco después de casarse. Hervé no iba a misa. Se habían comprometido en Semana Santa y se casaron en septiembre, pero en ese tiempo no habían abordado una cuestión como la de ir a misa, y esto generó disputas entre ellos.
El marido afirmaba estar “en busca” pero la realidad es que arrastraba dolorosas heridas desde su infancia, que define como “desastrosa”, una vez que sus padres se habían divorciado cuando él tenía cinco años, y que siguió con su envío a un internado en Inglaterra.
Una conversión radical
Pero para la primera crisis hubo una primera respuesta, meses después de la boda él fue atraído por un cartel que había colgado en una pared de Montpellier. Anunciaba una “semana de evangelización” organizada por la Renovación Carismática.
Decidió ir y los testimonios que escuchó le dejaron impactados. Entró buscando y salió creyendo. Dejó aquel encuentro con una biblia bajo el brazo y se apresuró a contarle a su mujer aquel “encuentro personal” con Dios.
Cécile y Hervé son padres de cinco hijos y abuelos.
“Mi esposo cambió desde ese día”, relata Cecile, que poco después experimentó ella misma otro encuentro potente. Tras un accidente escuchó que el Señor le habló: “Os voy a necesitar a los dos”.
Desde se momento, todas las decisiones las tomaron desde la perspectiva de la fe. Tras rezarlo y hablarlo bien decidieron ir a África, donde Hervé tenía un trabajo de cooperación militar. Fue una experiencia complicada que ayudó al matrimonio a unirse y especialmente a ella a despegarse por fin de sus padres.
La segunda crisis en el matrimonio se produjo a la vuelta de Dakar Senegal, unos años después, y duró bastante más tiempo que la primera. La comunicación entre ambos fue empeorando, empezaron a aflorar respuestas ásperas y silencios incómodos. Pero además, los problemas económicos en el hogar no ayudaban demasiado.
Cécile se mostraba continuamente enfadada con un marido que no se parecía en nada al príncipe azul que ella había imaginado. Por su parte, Hervé se sentía asfixiado y le molestaba que su mujer siempre viera el vaso medio vacío.
Durante cuatro años experimentaron la falta casi total de comunicación. “Ya no podíamos vernos ni tocarnos, no siempre éramos conscientes de que Dios podía intervenir ahora por nosotros“, explican.
Un encuentro para parejas
Un amigo que conocía su situación les envió a una sesión de parejas organizado por la comunidad Chemin Neuf (Camino Nuevo). Durante cinco escucharon una y otra vez una frase que les tocó tanto que se acabó convirtiendo en el lema de estos esposos: “una pareja es un pobre que ama a otro pobre”.
Gracias a esta ayuda se acostumbraron a escuchar y aceptar respetuosamente el punto de vista del otro, a no interrumpirse e incluso… a guardar silencio. Entendieron que preocuparse por los intereses de su cónyuge daba combustible al matrimonio, que la fortalecía y luego se reflejaba en toda la familia.
El matrimonio comenta un ejemplo concreto: a Hervé solo le gusta la montaña y a Cécile solo ir al mar con sus hijos. Hoy, Cécile canta las alabanzas de estos paseos por la montaña que han unido a la familia y Hervé a su vez va de vez en cuando a las costas francesas.
Sin embargo, esto no impidió que el matrimonio experimentase una tercera crisis. En este caso tuvo sus raíces en las dificultades profesionales de Hervé. Él empezó a dudar de sí mismo y ella empezó a comparar la vida de sus amigos con la de su familia.
Un trabajo de seis meses con un psicólogo ayuda a esta madre de cinco hijos a deshacerse de la imagen idealizada del cabeza de familia de sus sueños. Una tarde logró expresarlo: “Comprendo que eres diferente a estas imágenes, que no puedes responder a ellas, y te amo tal como eres”.
"Salvados por Dios"
Hervé, aliviado, de repente encontró su camino. Después de aceptar que era un "mal gerente" se embarcó en un trabajo como consultor independiente que le convenía mucho más.
La Providencia luego coloca en su camino a Álex y Maud Lauriot-Prévost, que acaban de crear la Comunión de Priscila y Aquila. Hervé y Cécile se involucraron inmediatamente en este movimiento de matrimonios misioneros. El primer paso fue “releer la historia de su pareja”, señalando todas las ocasiones en que Cristo los ha bendecido.
Luego agregaron a su lema conyugal – “La pareja es un pobre que ama a otro pobre” – las palabras: “Salvados por Dios”.
“Cada vez que rezo por Hervé, ya sea que pida a Dios una gracia para él o para nuestro matrimonio, mantengo nuestro sacramento del matrimonio”, especifica Cécile.
La experiencia de Priscila y Aquila alimentó su impulso misionero y finalmente se sintieron llamados a emprender un camino de evangelización. "Ven y verás", es el nombre, y el objetivo es experimentar un encuentro personal con Cristo. Ahora anuncian el Evangelio y ayudan a matrimonios que como ellos antes han pasado por la dificultad.
J.L. / ReL
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