Muchas separaciones son el final de un proceso en el que uno no se daba cuenta, o ignoraba, las «señales de malestar» que el otro le enviaba. Pero hay solución, si ambos buscan un mediador
En ocasiones, en un matrimonio hay dificultades que uno de los dos experimenta con mucho sufrimiento y el otro no ve. El cónyuge que sufre, generalmente, va dando pistas de lo que le pasa. Pero también con frecuencia esas pistas son tan sutiles que el otro, inmerso en su propia realidad, no las capta.
Es posible que, a medida que el malestar aumenta, las señales de “esto no va bien”, “hay cosas que tenemos que cambiar” se vayan haciendo un poco más claras. Si el otro cónyuge se da cuenta y se establece una comunicación sobre las preocupaciones y necesidades de ambos, se da el primer paso fundamental para solucionar lo que les está distanciando.
Pero si el cónyuge que sufre no es capaz de expresar su malestar. O, aunque lo expresa, el otro no le da importancia, ignora esas señales de alarma o, peor aún, niega la existencia de dificultades, el cónyuge que lleva tiempo viviendo su relación con un sufrimiento creciente que se alarga en el tiempo, llega al punto de saturación. La carga emocional y psicológica que uno puede asumir tiene un tope, que depende de cada persona; y, cuando se alcanza, la persona se desmorona, el vaso se desborda y es cuando nos llevamos las manos a la cabeza, pero ¡¡¡qué ha pasado!!!.
En ese punto ya no hay señales más o menos sutiles que indican la necesidad de tomar medidas, sino un grito de auxilio: ¡No puedo más! Que puede expresarse de otras formas: ¡Hasta aquí! o ¡Me voy/Vete!
Todos conocemos parejas que se han separado y uno de los dos reconoce que no se lo esperaba. Y es que esa separación puede ser el final del proceso que hemos visto: esto no va bien, nos estamos distanciando, necesito ayuda, te lo estoy haciendo ver como puedo y no lo entiendes o no quieres admitirlo; no encuentro respuesta por tu parte (o al menos la que necesito, que en general pasa por que admitas escuchar lo que te quiero decir para poder solucionarlo juntos) y ya sólo me queda decir que hasta aquí hemos llegado para que te des cuenta de la gravedad de lo que está pasando y porque así no puedo seguir.
¿Cuál es, entonces, la intención de esta separación? Avisar sin dejar lugar a dudas de la existencia y seriedad de la crisis conyugal; y tomar cierta distancia que permita serenarse, pensar las cosas bien y decidir cómo solucionarlas.
Una de las dificultades que pueden surgir de esta situación es que esta separación sea interpretada como definitiva por la otra parte. Por eso es importante dejar clara cuál es la intención: quiero una separación temporal porque necesito alejarme para encontrarme mejor, pero tengo el deseo de solucionar lo nuestro.
Si no he sido capaz de hacer ver a mi marido/mujer lo que nos está pasando; o no he podido entender lo que el otro dice que sucede en nuestra relación, puede ser el momento de pedir ayuda. ¿Para qué? Porque si lo que yo vivo y tú no percibes es real, hay que encontrar las razones por las que tú no lo ves o yo no te lo sé explicar; si no es real, hay que buscar los motivos por los que yo estoy viviendo con sufrimiento cuando no hay motivos para ello. Vuelvo a decir que, solos, no hemos sido capaces de hacerlo, lo que implica unas serias dificultades de comunicación (ya sean de explicar o de recibir o interpretar y acoger lo que el otro transmite).
Ante un tercero neutral, con preparación en resolución de conflictos, surge la posibilidad de que cada uno exponga sus razones y escuche las de la otra parte, porque se lo está contando también al mediador. Esto ayuda a centrar el origen del problema, objetivarlo y llegar a entender cada uno lo que el otro vive, siente y necesita.
Puede haber situaciones que para uno de los dos son muy graves y objetivamente no lo son. Pero en el momento personal que vive esa persona, influido por muchas circunstancias, para ella son muy graves; o al contrario, las circunstancias de la otra parte le están impidiendo valorar en su justa medida la situación que atraviesa la relación.
Una vez localizados los problemas que cada uno percibe, el mediador irá acompañándoles a encontrar el modo de acercar posiciones y, si es necesario, a solicitar la ayuda de otro/s especialistas que tal vez de entrada una o ambas partes no querían admitir (p.ej. una atención psicológica o psiquiátrica), siguiendo estos pasos:
1
ESCUCHAR
Para que el sufrimiento pueda curarse tiene que ser expresado. De ahí la importancia de la escucha paciente: dar a la persona la oportunidad de poder expresar el dolor, la necesidad que tiene, lo que necesita o le duele, sin quitar importancia, dejar que exprese lo que está viviendo. Es fundamental que quien habla no se sienta juzgado, de ahí la profesionalidad e imparcialidad de quien escucha, clave para que la persona que habla se abra con confianza.
2
RESPETAR LA LIBERTAD
No se trata de imponer soluciones, sino de ayudar /acompañar a la persona a encontrar la mejor solución posible, desde el respeto a la libertad de cada uno. Por eso, la respuesta no es “Lo que tienes que hacer es…”, sino: “Y tú, ¿qué quieres?”
No sólo responder a las cuestiones que la persona plantea y despejar las dudas que pueda tener sobre las consecuencias de sus decisiones, sino procurar que la persona descubra a través de una reflexión interior qué es lo mejor para esa situación, qué alternativas hay y cuál es su mejor opción. Si es posible, sugerir alternativas; pero siempre sometidas a la libre decisión de la persona.
3
NO DEJARLES SOLOS
Acompañar a la persona en un camino que tendrá momentos de luz y otros de oscuridad. Es conveniente saber de antemano que los procesos de acompañamiento no son una solución mágica (que, por otro lado, no existen), para que el acompañado lo tenga presente y no abandone cuando haya momentos malos, al tratar lo que más dolor le cause.
Si es necesario, ayudar a que quien acude a mediación se dé cuenta de que necesita otro tipo de ayuda (psicológica, psiquiátrica, médica, legal….) e introducir a ese especialista en el proceso de acompañamiento.
Las intervenciones de mediación son una ayuda que se ha demostrado muy eficaz para la resolución de conflictos de pareja. Es un camino que facilita la comunicación entre las partes, abiertas a buscar la mejor solución a sus necesidades
Y, si a pesar de todos los intentos, al final las partes decidieran que es imposible continuar la relación, que esa ruptura sea una ruptura pacífica, sobre todo cuando hay menores, y donde siempre, precisamente por ese trabajo realizado quedará la satisfacción de haber intentado solucionar las discrepancias sin acudir directamente a una ruptura.
María Álvarez de las Asturias, Aleteia
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