Enseñarles a que miren los desafíos de una manera más amable y aprender a vivir el cambio de manera positiva
En una época con tanta incertidumbre es un verdadero desafío no transmitirles nuestras preocupaciones e inseguridades a nuestros hijos y enseñarles a trabajar sus virtudes para dar una respuesta positiva a los cambios. No podemos ignorar la realidad del peligro en el mundo, pero al mismo tiempo tenemos que ser capaces de construir para ellos un mundo mejor.
Mitigar los miedos
Es sano partir del hecho de que el miedo es real, que lo sentimos. Tenemos miedos, algunos más o menos trabajados, pero es algo común a todos. De hecho el miedo es una de las emociones que más expresiones tiene por estar asociada al respeto, al pánico o al estrés.
Es importante asumir que tenemos miedo y que nuestros hijos van a tener miedo también. El miedo es algo sano y natural porque nos permite movernos con prudencia, pero el problema es cuando ese temor se convierte en una sustancia tóxica que nos paraliza: cuando es algo tan fuerte que dejamos de atrevernos a hacer cosas o avanzar. Ese miedo hace daño.
Es importante asumir que tenemos miedo y que nuestros hijos van a tener miedo también. El miedo es algo sano y natural porque nos permite movernos con prudencia, pero el problema es cuando ese temor se convierte en una sustancia tóxica que nos paraliza: cuando es algo tan fuerte que dejamos de atrevernos a hacer cosas o avanzar. Ese miedo hace daño.
Se considera que el miedo más habitual es el de la muerte y el sufrimiento, algo que podemos tener presente velando por la seguridad de nuestros hijos en un contexto de pandemia, con un virus circulando y sin tener una cura todavía. Sin embargo, parece que este temor está más presente entre la población de personas mayores o con condiciones patológicas preexistentes más que en niños y jóvenes, por considerarse más vulnerables.
Esto no quita que existan otros miedos más sutiles entre la población más joven; miedos que luego derivan en muchos otros y que es preciso entenderlos para poder trabajarlos y acompañar mejor a nuestros hijos. Uno es el miedo a no sentirse querido y a no quererse, y el otro a no poder desarrollar todo el potencial que se tiene dentro y lograr lo que se anhela.
Una vez que aceptamos que es así y que esos miedos conviven con nosotros, el mejor antídoto para neutralizarlos es el que está formado por tres componentes esenciales que podemos ayudar a cultivar en ellos y en nuestros hogares:
- el amor,
- la fe
- y la esperanza.
Es importante buscar el amor y recuperarlo en lo cotidiano, en uno mismo y en lo que se hace. Que nuestros hijos estén recibiendo pequeñas dosis de amor con gestos y palabras de sus padres, de los abuelos y de otros amigos, los reafirma en lo bueno. Si pueden “respirar” amor en su entorno, aflorará la armonía, la fortaleza, e incluso el buen humor ante la adversidad.
La fe es otro aspecto que la ciencia ha demostrado ser determinante, ya que permite generar confianza y creer más allá de lo que vemos a primera vista superando el miedo. Un experimento realizado en los años 60 por los psicólogos Eleanor Gibson y Richard Walk llamado Precipicio Visual (Visual Cliff), reveló este poder que tiene la confianza.
El estudio consistió en colocar dos superficies, una opaca y otra transparente, y en medio algunos mamíferos. Los animales por temor se quedaban en la zona oscura. Luego se hicieron pruebas con seres humanos poniendo a bebés y cuando sus madres, que estaban al otro lado de la zona transparente, les sonreían y los llamaban por su nombre, cruzaban el lado transparente más allá del peligro. La confianza los movilizaba.
Por otra parte, la esperanza nos permite mirar hacia el futuro: soñar, pensar en algo bueno que puede suceder y en donde surge el impulso de plantear qué se puede hacer con la inseguridad, cómo se puede reciclar y aprovechar. Se ha comprobado que personas muy inseguras han conseguido grandes cosas cuando lo han puesto al servicio de algo.
Comprender las oportunidades
El cambio nos asusta porque nuestro cerebro está preparado para la supervivencia. Ahora parece que los cambios son drásticos y que se dan con más frecuencia, pero la verdad es que el cambio es algo inherente al ser humano y a la vida. Es útil que podemos como padres ayudarles a conquistarlos entendiendo cómo funcionan y dónde nuestros hijos se ubican.
Aprender a vivir el cambio de manera positiva es fundamental para nuestros hijos hoy, para que puedan aprovechar el momento presente dando lo mejor de sí mismos. Los cambios sólo pueden verse como una oportunidad si sabemos leer sus fases o etapas.
- La primera de todas es cuando se da un hecho concreto que nos llama a una aventura, algo que ocurre que puede ser deseado o no deseado y que nos desafía. En ese momento es útil preguntarse ¿qué me pide a mí esto que ocurre y qué puedo aprender de ello?.
- La siguiente etapa es la negación. Pensamos en todo lo que esta situación nos afecta. Como padres podemos ayudarles enseñándoles que es necesario asumir responsabilidades: dejar de culpar al mundo y empezar a mirar más adentro y preguntarse ¿qué papel tenemos nosotros?.
- La tercera etapa es la del miedo. Una emoción natural que nos permite conectar con lo que es difícil y tocar nuestra fragilidad. Nos asusta lo que no podemos entender. Como padres podemos invitarlos a reflexionar sobre ¿qué pasaría si uno no tuviera miedo?.
- La cuarta fase tiene que ver con vivir una suerte de desierto interior donde se aprende mucho. Nos ha tocado recibir algo que ha llegado sin esperarlo, hemos renegado, sentido miedo y ahora nos toca desprendemos de cosas. La pregunta es ¿a qué tenemos que decir que no para decir sí y seguir adelante?. Luego de habernos quitado cosas, hemos hecho lugar para recibir algo nuevo.
- La última etapa consiste en pensar lo que necesitamos concretamente para avanzar:
- ¿Qué recursos necesitamos buscar?
- ¿Qué tenemos que saber?
- ¿Qué nuevos hábitos tenemos que construir?
- ¿Qué sueños queremos conquistar?
- ¿En quién podemos apoyarnos?.
Las oportunidades aparecen cuando uno se ha preparado. Ayudemos a nutrir a nuestros hijos con aquello que les permita superar los miedos y saber que sus vidas están llenas de propósitos. Como padres necesitamos “coraje”, una palabra que viene de la palabra corazón. Necesitamos “más corazón”. Es un tiempo para recrear, para inventar y descubrir.
Educar el corazón para despertar la grandeza que hay en ellos y vivir con pasión la vida.
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