La estrella del baloncesto se refugió en la fe cuando perdió a su padre siendo un niño

Lenny acaba de fallecer a los 88 de edad después de una carrera plagada de éxitos.
Lenny Wilkens figura hasta tres veces en el Salón de la Fama Naismith, el olimpo del baloncesto NBA. El histórico jugador y entrenador falleció este domingo 9 de noviembre a los 88 años en Medina (Washington, EE.UU).
Hace cuatro años, Wilkens recibió la distinción única de ser nombrado uno de los mejores 75 jugadores y 15 mejores entrenadores de la historia de la competición.
Fe y grandes logros deportivos
Como jugador, Wilkens fue distinguido hasta nueve veces como All Star en 15 temporadas en la NBA. Posteriormente, como entrenador, dirigió más encuentros que nadie en la historia de la liga (2.487) y figura como el tercer técnico con más victorias acumuladas (1.332) por detrás de Don Nelson y Gregg Popovich.
Católico devoto, nacido en 1937 y criado en Brooklyn, Nueva York, Wilkens es considerado uno de los bases más brillantes en la historia de la NBA. Su mayor logro fue el título que ganó con los Seattle Supersonics en 1979, el primero y único en la historia de la franquicia. También ganó la medalla de oro olímpica en Atlanta en 1996.
Sin embargo, a pesar de los éxitos, su infancia no fue nada fácil. Hijo de un padre afroamericano, Leonard Wilkens Sr., y una madre irlandesa-estadounidense, Henrietta Wilkens, Lenny tenía solo cinco años cuando su padre falleció a causa de complicaciones derivadas de una úlcera sangrante, dejando a Henrietta a cargo de cinco hijos.
Ayudar a su madre a mantener a la familia era algo que Lenny se tomaba muy en serio, y a los nueve años empezó a trabajar en trabajos sencillos en el vecindario. Mientras también encontraba tiempo para el deporte, idolatrando a Jackie Robinson, la estrella de los Brooklyn Dodgers que rompió la barrera racial en el béisbol en 1947.
El propio Wilkens experimentó la pobreza y el racismo en su infancia, aunque la profunda fe católica que Henrietta transmitió a sus hijos fue fundamental para superarse.
Asistían a la iglesia del Santo Rosario, donde Lenny a menudo era monaguillo y conoció al padre Thomas Mannion, un joven sacerdote que se convertiría en su mentor, figura paterna y ejemplo a seguir.
Mannion dirigía el equipo juvenil de baloncesto de la iglesia para las ligas locales de la Organización Católica Juvenil (OCJ) y le enseñó a Wilkens los fundamentos del baloncesto.
Hace unos años, la estrella NBA contaba a Northwest Catholic , el sitio web oficial de la Archidiócesis de Seattle: "Mi madre era una católica devota. Iba a misa todos los días y nunca he visto a nadie rezar tanto como ella. Por eso siempre les digo a todos: 'Soy un testimonio de que la oración funciona', porque crecimos en un barrio muy difícil. Éramos cinco hermanos y mi padre murió cuando yo era muy pequeño, y sin duda la iglesia fue un pilar fundamental".
Lenny siempre consideró la fe como un don: "Me enseñaron que al despertar se dice: 'Buenos días, Dios'. No soy de los que van por ahí hablando de su fe, pero sin duda siento que me ayudó en mi camino para convertirme en quien soy", comentaba.
Cuando fue incluido en el Salón de la Fama como jugador en 1989, dijo: "Dios siempre me ha bendecido". Una convicción que nunca flaqueó: "Recuerdo mi infancia, mi barrio, las experiencias que viví, y sin duda siento que Dios estuvo presente en mi vida. Él hizo posibles todos mis éxitos, porque jamás habría podido lograrlos solo".
ReL
Vea también Estrella de kokey: Damas,
honren a Dios con su vestimenta

No hay comentarios:
Publicar un comentario