El joven de 24 años fue cruelmente torturado por milicianos anarquistas

De niño, ya con cinco años, se entretenía haciendo altares y rezando el Rosario.
Juan Duarte Martín (Yunquera, 17 de marzo de 1912 – Álora, 15 de noviembre de 1936) fue un diácono, mártir y seminarista diocesano de Málaga (España), asesinado en 1936 por el bando republicano. Fue beatificado en Roma, el 28 de octubre de 2007, por el Papa Benedicto XVI.
Tras ser detenido en su casa por milicianos de la Federación Anarquista Ibérica, fue llevado a Álora, donde fue sometido durante días a torturas y humillaciones con el propósito de que blasfemara. Al negarse a renegar de su fe, fue llevado al Arroyo Bujía, a kilómetro y medio de la estación.

Juan Duarte desde niño tenía una gran fe.
A unos diez metros del puente de la carretera lo tumbaron en el suelo y con un machete lo abrieron en canal, le llenaron de gasolina el vientre y el estómago y luego le prendieron fuego. Durante este último tormento, Juan Duarte sólo decía: "Yo os perdono y pido que Dios os perdone... ¡Viva Cristo Rey!".
Las últimas palabras que salieron de su boca, con los ojos bien abiertos y mirando al cielo, fueron: "¡Ya lo estoy viendo... ya lo estoy viendo!". Los mismos que intervinieron en su muerte contaron luego en el pueblo que uno de ellos le interpeló: "¿Qué estás viendo?". Y acto seguido, le descargó su pistola en la cabeza.
Su cadáver fue enterrado en el lugar del martirio, exhumado en 1937 y trasladado al cementerio de Yunquera, lugar en el que permaneció hasta su traslado a la iglesia parroquial, donde encuentra en la actualidad.

Tumba de Juan Duarte en Yunquera, Málaga (España).
Un niño distinto
Como relata el libro La fuerza de la fe, de Pedro Sánchez Trujillo, nuestro mártir fue hijo de Juan Duarte Doña y Dolores Martín de la Torre. De este matrimonio nacieron diez hijos, de los que sobrevivieron seis, Juan era el cuarto de ellos. Su padre, veterano de la Adoración Nocturna, era un labrador autónomo, con bienes suficientes para no tener que trabajar por cuenta ajena, aunque no para llevar una vida desahogada.
De niño, ya con cinco años, se entretenía haciendo altares y rezando el Rosario. Además, siempre que llegaba un pordiosero a casa, le pedía a su madre que le atendiera.

Biografía del mártir Juan Duarte.
Juan ingresó en el Seminario en el curso 1925-1926, a la edad de trece años. Ante los insuficientes medios económicos de la familia, el padre le planteó cómo podrían pagar sus estudios, él sin vacilar respondió: "No se preocupe, el Señor le va a ayudar".
En el seminario, Juan se sintió como en una verdadera familia, cuando estaba en el pueblo pasando las vacaciones, contaba los días que faltaban para su regreso. Es más, tras la quema de iglesias y de conventos en Málaga en mayo del 1931, su padre le pidió que aplazara su vuelta, pero Juan fue de los valientes que volvieron al seminario.
Su testimonio fue evangelizador. Durante las vacaciones de verano, Juan daba catequesis a los niños de su pueblo. Así, brotó la vocación de otro seminarista yunquerano, Miguel Díaz Jiménez, quien murió también martirizado.
Inteligente y estudioso, fue aprobando siempre con las máximas calificaciones. En los últimos cursos de estudios se le encomendó ser prefecto de los seminaristas menores. Era alegre y sencillo, y, solía decir que, cuando fuera sacerdote, quería irse a las misiones. Fue ordenado diácono en la catedral de Málaga el 6 de marzo de 1936.

Oración al mártir Juan Duarte.
Juan Duarte quería mucho a San Manuel González, su obispo en Málaga y conocido, posteriormente, como el "obispo de los sagrarios abandonados". Una relación que comenzó el día de su Confirmación, sacramento que recibió de sus manos, a los siete u ocho años, tras haber hecho su Primera Comunión.
Cuando el martirio se iba acercando, su familia, y los que le trataron de cerca en aquellos meses, comentaban que una respuesta que, frecuentemente, salía de sus labios, cuando alguien le advertía que la situación empeoraba, era: "¡El Señor triunfará, el Señor triunfará!"
Delatado en su escondite
Finalmente, su detención tuvo lugar el 7 de noviembre, por la delación de alguien que, tras un registro fallido llevado a cabo en su casa, le vio asomarse a una pequeña ventana para respirar aire puro después de varias horas, sin luz ni ventilación, en una pequeña pocilga que le había servido de escondite.
Cuando los milicianos tocaron a la puerta, se encontraban en casa su madre y él. De su casa le llevaron al calabozo municipal, y de allí, con otros dos seminaristas, sobre las cuatro de la tarde, lo trasladaron a El Burgo, donde sus dos compañeros fueron martirizados en la noche del 7 al 8, mientras Juan fue llevado, por la carretera de Ardales, hasta Álora.

Carmen Duarte (a la derecha), monja carmelita en Ronda (Málaga), en la beatificación de su hermano Juan en Roma.
En Álora, fue trasladado primero a una posada y, después, al calabozo municipal, en el que durante varios días fue sometido a torturas, con las que pretendían forzarle a blasfemar. Él siempre respondía: "¡Viva el Corazón de Jesús!".
Las torturas y humillaciones fueron muy variadas. Como la indignación de mucha gente de Álora aumentaba y la actitud de Juan se hacía más provocadora –con serenidad preguntaba a sus verdugos si no se daban cuenta de que lo que le hacían a él se lo estaban haciendo al Señor–, los dirigentes del Comité decidieron acabar con su vida.
ReL
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