
¿Cuándo hay que acudir al médico? Edwige Antier, pediatra y autora del libro «J'aide mon enfant à se concentrer» (Ayudo a mi hijo a concentrarse), publicado por la editorial Robert Laffont, nos da algunas respuestas para orientar a tu hijo.
«Su hijo está distraído durante las clases, a menudo parece estar en otra parte». Algunos padres ya han escuchado esta frase de boca de la maestra de su hijo. ¿Qué se esconde detrás de esta observación? ¿Es solo una falta de interés o el síntoma de un trastorno más profundo? ¿Debemos preocuparnos y, sobre todo, cómo podemos ayudar a nuestro hijo a recuperar el ritmo en clase?

La concentración, una habilidad que se desarrolla muy temprano
Ante todo, hay que tener en cuenta que es perfectamente normal que a un niño le cueste a veces mantener la atención, ya que la capacidad de concentración no es innata: se desarrolla a temprana edad, poco a poco. Desde las primeras interacciones, se practica la concentración.
Por lo tanto, los primeros signos de falta de concentración pueden aparecer a partir del primer o segundo año de vida, como explica en Aleteia Edwige Antier, pediatra y autora de Ayudo a mi hijo a concentrarse: un método para favorecer su éxito, publicado por Robert Laffont.
«Los padres pueden darse cuenta de que su hijo tiene un problema de concentración cuando le leen un cuento y él no les presta mucha atención. Pero, en general, se dan cuenta hacia los 6 años, cuando el niño aprende a leer y a contar».
Factores que propician a la concentración
La concentración depende de muchos factores, entre los que destaca la falta de inmersión en el lenguaje. «El lenguaje se construye desde el primer año de vida del niño. Sin embargo, en nuestra sociedad, entre el chupete, el cochecito y la guardería, el entorno del niño no siempre le permite expresarse», señala Edwige Antier, que anima a los padres a interactuar con sus hijos desde una edad temprana.
Otro factor perturbador son las pantallas. «Es una catástrofe absoluta», exclama la pediatra impulsora de la ley que prohíbe los azotes y los castigos físicos.
El sueño, la alimentación, el interés por la tarea, la motivación, pero también el clima emocional en el que evoluciona el niño influyen igualmente en su concentración en clase. Un alumno estresado, cansado o con falta de confianza en sí mismo tendrá muchas más dificultades para mantenerse mentalmente presente.
Sin olvidar el ritmo escolar, a veces difícil de seguir para los más pequeños. Francia es uno de los países en los que la escolarización es obligatoria desde muy temprana edad y las jornadas son largas. No es de extrañar, pues, que los niños estén a menudo cansados, sobre todo cuando se acercan las vacaciones.
¿Cuándo hay que empezar a preocuparse?

Sin embargo, hay señales que no deben ignorarse. La primera suele ser el comentario de la profesora, que puede indicar que el niño está distraído, no escucha las instrucciones o se comporta de forma inapropiada en clase. « Estas señales de alarma son importantes», advierte Edwige Antier. Pueden deberse a que el niño no ha adquirido las bases necesarias para el aprendizaje o a que realmente padece un trastorno.
En ambos casos, es aconsejable consultar al médico de cabecera o al pediatra tan pronto como el profesor dé la voz de alarma, sobre todo si las dificultades persisten y afectan al aprendizaje en clase. El médico podrá distinguir dos situaciones: un niño que ha carecido de interacciones y cuyo entorno educativo debe readaptarse, o un niño que padece un trastorno del desarrollo neurológico, como un trastorno de atención, con o sin hiperactividad, o un trastorno del espectro autista.
Gestos sencillos para ayudar a concentrarse
«El cerebro es plástico: se pueden reparar las cosas en cualquier momento, sobre todo cuando el niño es pequeño», asegura Edwige Antier. Para un niño que no presenta ningún trastorno, a menudo basta con practicar ejercicios en casa, en un entorno tranquilo y sin pantallas.
«Hay que dedicarle tiempo, leerle cuentos juntos y hacerle trabajar un poco durante las vacaciones escolares, ya que es durante este periodo cuando su concentración se viene abajo», indica la especialista, que añade que «la clave está en apoyarle sin presionarle».
Anna Ashkova, Aleteia
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