domingo, 16 de noviembre de 2025

Bracear en la confusión relativista


El relativismo conduce a la confusión y la angustia porque choca con la realidad, la cual nos desvela una naturaleza de las cosas no cuestionable.

El relativismo conduce a la confusión y la angustia porque choca con la realidad, la cual nos desvela una naturaleza de las cosas no cuestionable.

Si la sociedad actual es tal y como la describe Gilles Lipovetsky deberíamos estar preocupados, si es que no lo estamos ya. Su obra La era del vacío es un gran fresco de esa sociedad en la que vivimos; pero un fresco inquietante, sombrío. En él se dibujan algunos de sus rasgos distintivos: narcisismo, individualismo, desafección a las instituciones, aislamiento social, abandono de las tradiciones, indiferencia hacia el pasado o el futuro, hedonismo, etc. Una visión descarnada de una sociedad que se encamina hacia la contradicción y la confusión, alimentadas ambas por un deseo inusitado de crear todo tipo de valores desde la individualidad más absoluta.

Una de las consecuencias más corrosivas de este estado de cosas es el relativismo. La realidad es tal y como cada uno la considere. Así de simple. Las consecuencias y los errores de esta concepción ideológica han sido analizados de forma contundente por Diego Poole en su obra ¿Qué es el relativismo? (Palabra). El profesor Poole se aproxima al fenómeno del relativismo moral con elegancia, claridad, concisión y sentido del humor. Una obra ciertamente recomendable. 

Diego Poole, '¿Qué es el relativismo?'

Diego Poole, '¿Qué es el relativismo?'Palabra

Entre anécdotas y referencias a grandes filósofos (Santo Tomás de AquinoHumeHegel, etc.), el autor nos va introduciendo en los aspectos más sombríos de esta posición que está hoy en auge. Hemos de agradecerle que haya sabido describir con tanta sencillez y amenidad un fenómeno tan complejo. Desde la aparente validez del relativismo moral a su evidente invalidez. Ese es el recorrido que se dibuja en este importante libro.

De vez en cuando Poole concentra su pensamiento en frases esclarecedoras: “Si los valores solo se justifican por referencia a las emociones, no hay manera de llegar a un acuerdo racional sobre la superioridad de unos valores sobre otros”. Cualquier valor, sea el que sea, tendría el presunto derecho de figurar en esa escala de valores. Esto, que puede parecer una broma, es sin embargo uno de los quicios sobre los que gira nuestra percepción actual de la sociedad y el mundo. La presunta libertad de elegir cada cual su propia forma de vida desemboca finalmente en una exposición obscena de las diversas maneras de construir o deconstruir nuestras vidas.

El núcleo de esta obra excelente consiste en proclamar con claridad que no es posible construir nuestras vidas al margen de las propias normas que definen la naturaleza humana. El principio último de la valoración moral, dice Poole, es la misma realidad de las cosas. Se defiende en este caso un sano realismo, que nos impide construir unos andamiajes ficticios, caprichosos, erráticos y equívocos para nuestros ideales morales. En efecto, cualquier modo de vida no nos hace mejores personas. Y esa es la clave de la cuestión. La doctrina cristiana dibuja perfectamente los rasgos esenciales del ser humano y cómo construir unas normas de vida que nos hagan mejores. Esto sucede por la sencilla razón de que Aquel que nos ha creado sabe perfectamente cómo hemos de desarrollar nuestra propia humanidad.

La ley natural, acorralada y desmantelada por las diversas ideologías y jerigonzas, yace postrada, cuando no enterrada, ante las ocurrencias del momento. Todo está sometido a discusión y manipulación. Una legión de entendidos grita: ¡No existe ninguna ley natural! Desde las cátedras, desde los foros mediáticos se proclama sin cesar el mismo mantra. Lo cierto es que por mucho que lo proclamen y lo publiquen, no consiguen convencernos de su pretensión. Porque, a fin de cuentas, esta es la cuestión: la realidad. Para algunos pueden existir leyes físicas o químicas, pero no puede haber normas morales. De acuerdo con esta idea, el Derecho es una simple convención y no tiene ninguna base indiscutible en la naturaleza humana, porque no hay ninguna naturaleza humana. El Derecho se impone por las mayorías (o simplemente por la fuerza) sin tener a la vista ninguna atadura trascendente.

La obra de Diego Poole constituye una profunda llamada de atención ante la confusión de ideas y la tiranía de los relativismos en las que estamos sumergidos. Pero no se ha limitado a señalar las oscuras características de este fenómeno, sino que ha propuesto soluciones. Una profunda mirada realista sobre nuestro mundo y sobre nosotros mismos. Una mirada trascendente que nos asegura que la dignidad humana solo tiene solidez si está sostenida por un Dios Creador. Pues la dignidad humana se deriva de la existencia insustituible de cada persona, creada por amor y con un destino eterno.

Ángel Vicente Valiente Sánchez, ReL

Vea también     El P. Chevalier propone el remedio por los males modernos


No hay comentarios:

Publicar un comentario