En octubre de 2020, María Esther supo que estaba embarazada. Católica practicante del Camino Neocatecumenal, felizmente casada y madre de una hija, celebró la noticia por todo lo alto. Hacía cuatro años que ella y su marido, Mau, no podían tener hijos. Pero el pronóstico no era bueno: su hijo, Santiago, venía con problemas y seguramente no sobreviviría.
La pandemia, la insistente propuesta del aborto o 12 semanas de ingreso hospitalario no fueron suficientes para debilitar la fe de esta familia. Decidieron “apostar fuerte por la vida” y quedaron sorprendidos por las respuestas de Dios.
Un embarazo deseado, inesperado y con problemas desde el principio
“Ya había aceptado la voluntad de Dios, que interpretaba que era tener solamente a nuestra hija Valentina”, confiesa María en la revista Buena Nueva. “Fue en ese momento de aceptación cuando llegó la noticia del nuevo embarazo. Nos llenó de una inmensa alegría”, añade.
Pero pronto la alegría se truncó en miedo y desolación. “En la semana 14 recibimos una noticia devastadora. El niño corría grave peligro y seguramente no sobreviviría. Un terrible momento que viví sola, pues por el protocolo Covid, a mi marido no le dejaron entrar”.
“El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó”. Pese a que se esforzaba en repetirse aquellas palabras, volvió a su casa preguntándose por qué algo tan deseado como un nuevo hijo tenía tan mal pronóstico. “A pesar de todo, nunca le pedimos cuentas a Dios. Nos planteamos vivir el día a día y esperar el transcurso de los acontecimientos”.
Santiago, a quien conocían como "el niño milagro", superó multitud de problemas hasta nacer, incluida la incesante propuesta del aborto.
Una insistente propuesta para abortar
Quince días después, María acudió a la siguiente revisión. Las noticias eran mejores. Su hijo Santiago había recuperado parte del líquido amniótico perdido, y su corazón latía.
Sin embargo, “los médicos seguían diciendo que el embarazo no llegaría a buen término, que si seguíamos tendríamos grandes sufrimientos y que nuestro hijo sería un niño enfermo. En ese momento, me propusieron abortar”.
María no entendía la razón de esa propuesta tan cruel. “La batalla no había hecho nada más que comenzar. Las oposiciones a este embarazo fueron continuas, pero decidimos apostar fuerte por la vida, y entonces, las respuestas de Dios empezaron a ser sorprendentes, y las muestras de esperanza comenzaron a hacerse realidad: el líquido se iba recuperando milagrosamente y a raíz de esta experiencia, empezamos a mirar otros hospitales en la lucha por nuestro hijo”.
Santiago, "el niño milagro", seguía batallando si tregua
Entonces conocieron un ginecólogo católico del Hospital de La Paz, donde trataron el resto de su embarazo. María permaneció ingresada desde el 27 de febrero hasta el 13 de mayo.
“Estos meses de ingreso, separada de mi marido, de mi hija y de mis seres queridos, pude experimentar profundamente el calvario de Jesucristo uniéndome a Él. De repente cobró sentido el sufrimiento, y pude comprobar que Dios sorprende”, afirma. “Que nuestro hijo siguiera viviendo era un auténtico milagro del que los propios médicos se sorprendían”.
Pese a la mejoría, las noticias no terminaban de confirmar el buen estado del niño. Estaba muy bajo de peso, y así no podría vivir. “Pude ver con nitidez que Santiago era hijo Suyo, no mío, y que mi marido y yo tan solo éramos los depositarios de ese tesoro que se nos había encomendado”.
María cuenta que en esos largos meses de ingreso, las psicólogas y el equipo médico se sorprendía de la paz que veían en ella a pesar de la situación. Incluso, cuenta, empezaron a referirse a Santiago como “el niño milagro”. Santiago seguía batallando sin tregua.
María Esther, junto al recién nacido Santiago, se aferro a la fe y la Eucaristía en cada momento de dificultad de su embarazo.
Una madre aferrada a la comunión y un hijo al manto de María
Durante las 12 semanas de ingreso, María se aferró a la fe y pudo recibir la Comunión todos los días. Pero conforme pasaban los días, las posibles secuelas de Santiago parecían más graves para el equipo médico. “Uno de los momentos más duros fue cuando nos dijeron que Santiago podría venir con daños cerebrales severos”.
Citados para una resonancia de importancia decisiva que aclararía el estado real del pequeño, los padres enfrentaron la prueba con miedo y esperanza al mismo tiempo. “Nos habían dicho que el cuerpo de Santiago era pequeño, que podía tener un quiste o líquido en el cerebro”.
El resultado no pudo ser más revelador, y aquella resonancia se convirtió en “la última gran manifestación de este milagro. Nuestro hijo estaba sano. Es un niño sano, luchador, valiente, buen merecedor del nombre de un apóstol valeroso del Señor”.
“Dios apostó fuertemente por Santiago”, cuenta su madre. “Por fin nació el 13 de mayo de 2021, arropado bajo el manto de Nuestra Señora de Fátima, mediante una cesárea programada sin complicaciones”.
Una de las primeras imágenes de familia, tomada tras la llegada a casa de Santiago y su madre María Esther, tras un largo ingreso de más de dos meses.
ReL
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