La vida del hogar y el valor de la familia cristiana son claves en la sociedad que deseamos construir
La familia es la iglesia doméstica, una escuela de amor y virtud. ¿Cómo podemos enseñar a nuestros hijos a vivir esos valores para crear y fomentar a través de hábitos prácticos el respeto por la vida, la experiencia de la fe y el deseo de un destino de eternidad?
Escribir la historia de tu familia
Anima a tus hijos y a otros integrantes de la familia a escribir algunas de las historias más relevantes que hayan marcado sus vidas. Recolecta artículos, historias o libros que tú u otras personas hayan escrito sobre la familia. Crea un árbol genealógico, ya que proporciona una perspectiva para aquellos que no pueden recordar a sus bisabuelos. La familia ocupa un lugar importante en la vida de cualquier persona y es bueno conocer su historia.
Rezar y compartir la Palabra de Dios
Aunque cada uno tenga un espacio o tiempo de oración personal, se sabe que la oración compartida con otros es muy especial porque el mismo Jesús ha dicho “donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos.” (Mateo 18, 20).
Una oración por más simple que sea, al compartirse invita a la presencia de Dios y nos mantiene unidos. Esta se puede incorporar en la rutina familiar con mucha sencillez y pocas palabras. Cada día es una bendición y tomarse un momento para elevar unas palabras al cielo hará una diferencia ante todo tipo de circunstancias que nos tocan vivir como familia.
Empezar o terminar el día con una oración
Por la mañana la oración es un despertar del corazón y de la mente que nos predispone a estar positivos y hacer tareas con más felicidad y confianza. Una breve oración por la mañana en el desayuno, antes de salir de casa o en el coche camino al colegio o al trabajo, nos pone en presencia de Dios y nos ayuda a visualizarlo a lo largo del día.
Otra gran oportunidad es rezar por la noche al ser un tiempo de invitación al reposo. Antes de meterse en la cama o ya estando en ella, se puede hacer una breve oración con los hijos y darles un beso de buenas noches. Este hábito les ayuda a hacer un examen de conciencia, a agradecer el día y pedir por sus sueños y un buen descanso en Dios.
Compartir el Evangelio
La Palabra de Dios va moldeando nuestros pensamientos y nos aporta sabiduría para la vida. Por eso, busca modos de hacer llegar esas palabras a tu casa. Puedes poner la cita bíblica del domingo en un lugar que esté a la vista como la puerta de la nevera o cerca de la puerta de entrada de la casa. Otro modo es incluir alguna cita en las tarjetas de Navidad o utilizar algunas para leer en las comidas o en el mismo momento de la bendición de la mesa.
Bendecir los alimentos
El mismo Jesús bendijo los alimentos y siguiendo la tradición de los primeros cristianos, la oración en la mesa por breve que sea está llena de gratitud, súplica y alabanza. Es una oración muy completa con pocas palabras. Con ella sabemos que necesitamos ser cuidados pero no solo para tener un plato de comida, sino para dejar que nos nutra y nos brinde salud y bienestar.
Crear un espacio físico para Dios en el hogar
Es bueno tener en casa un lugar de oración con libros, objetos religiosos e iconos al cual acudir. Puede ser incluso un pequeño pero bonito altar que invite a encontrarnos con Dios. De hecho, puede ser utilizado como punto de encuentro para la familia al rezar juntos el Santo Rosario o poner en común alguna intención especial en momentos concretos en que un integrante de la familia lo necesite.
Crear memorias, rituales y tradiciones
La historia y los rituales nos unen y expresan nuestros valores. Nos ayudan a crear un sentido de identidad, seguridad y pertenencia creando recuerdos compartidos. Tanto los días festivos como las celebraciones y fechas especiales que vivimos en familia son motivos para celebrar la vida e incluso recordar a los que nos han precedido como un don de Dios.
Celebrar ocasiones especiales
Las celebraciones familiares como días festivos, vacaciones, aniversarios y fiestas de cumpleaños, brindan ocasiones familiares alegres para todos y a menudo es la única ocasión en la que podemos encontrarnos todos. Cuando las familias se juntan, hablan y comparten su historia. Deja que los recuerdos fluyan libremente y no dejes pasar esos momentos valiosos.
Guardar y tomar fotografías
Nunca es demasiado tarde para comenzar un álbum de fotografías de la familia extendida. Pídele a los miembros de tu familia que hagan copias de algunas de sus fotos favoritas de las fiestas o reuniones pasadas. Comienza a grabar vídeos o tomar más fotos para luego poder organizar una presentación de diapositivas familiares durante algún evento familiar.
Conservar tesoros familiares
Conserva reliquias familiares, ya que son excelentes para iniciar conversaciones. Algo tan simple como una pintura de la abuela puede traer recuerdos de varias generaciones y nos ayuda a apreciar más las cosas. Haz que los niños hagan dibujos de algo importante para ellos como sus casas, mascotas, amigos e inclúyelos en un álbum. Puede que los dibujos no parezcan tan relevantes en este momento, pero en unos años todos disfrutarán mirándolos.
Compartir el compromiso cristiano
Gran parte de lo que ocurre en nuestros hogares moldeará quiénes serán nuestros hijos cuando sean mayores y lo que harán en el mundo. Es importante ser intencionales sobre la vida de fe en el hogar y poner la energía en formar relaciones duraderas teniendo en cuenta los recursos de la gracia y los buenos ejemplos.
Celebrar con alegría los Sacramentos
Los sacramentos son mucho más que una ceremonia para la cual tenemos que prepararnos. Son formas en que Dios se acerca a nosotros y nos ofrece un regalo para toda la vida, un regalo de gracia de amor para compartir con los que nos rodean. Conocer la historia de cómo se desarrolló un sacramento en particular es una forma útil de reavivar nuestro respeto por su práctica. Podemos enseñarles a nuestros hijos que recurrir a la Eucaristía con regularidad así como buscar la reconciliación con frecuencia, son recursos que nos fortalecen como familia.
Buscar fomentar buenas amistades
Es clave enseñar a los hijos el valor de las relaciones y buscar formar relaciones profundas con amigos que compartan la fe. Esto no siempre es posible dependiendo de dónde uno vive, pero es verdad que las personas con las que pasamos más tiempo, suelen ser las que más nos influyen. Tener amigos cristianos cerca contribuye en gran medida a acercarnos a Dios.
Seguir modelos de santidad
La vida de los santos nos ayuda a trabajar virtudes. Esas historias heroicas pueden llenarnos de inspiración, incluso las de aquellas familias cristianas que han sido un ejemplo de superación y esperanza para otros. Una manera de acercarnos a ellas es a través de la lectura o las películas tanto para adultos como para niños, así como también celebrando aquellos días en los cuales se conmemora la fiesta de los santos especialmente si alguien de la familia lleva el nombre de alguno.
Apoyar la comunidad de fe
Nuestra fe no es un asunto privado. Como familia somos parte de una comunidad cristiana. Las familias deben estar vinculadas a una parroquia sabiendo que ser feligreses también significa participar activamente en otros espacios y más allá de la Misa dominical.
Vivir los eventos de la parroquia en casa
Muchos eventos están relacionados con el calendario litúrgico. Esto puede servir como un gran vínculo entre la parroquia y el hogar. Las tradiciones familiares durante el Adviento o la Cuaresma están llenas de vínculos explícitos con la vida parroquial. Por ejemplo, a principios de noviembre nuestros hijos pueden escribir los nombres de sus seres queridos difuntos en el libro de oración de la parroquia y luego ser conscientes de rezar por ellos todo el mes.
Participar de un acto de servicio en familia
Ayudar en el comedor de la parroquia por ejemplo nos enseña que la fe debe expresarse en acciones. Puede ser leyendo, cantando, sirviendo en el altar o pasando la colecta un modo de hacer un aporte. Los niños incluso pueden poner su propio dinero participando de una donación a causas dignas, así como también participar de obras de caridad con su tiempo y en contacto con los necesitados.
Recibir a invitados con amor y hospitalidad
Una de las características de la familia cristiana es tener un hogar abierto a los demás con una disposición cordial y generosa. Darle la bienvenida y recibir a otros en nuestro hogar significa que invitamos a alguien que necesita un plato de comida o una palabra de aliento. Mostrar a nuestros hijos que amamos compartir nuestras bendiciones y compartir el gozo de nuestra familia con los demás es una lección que permanecerá con ellos para siempre.
Cecilia Zinicola, Aleteia
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