l padre Christian Carlassare, misionero comboniano y obispo electo de Rumbek (Sudán del Sur) se recupera en un hospital de los disparos que recibió en las piernas pocos días antes de ser consagrado obispo. Los expertos creen que fue un aviso sobre que no era bienvenido en el lugar en el que será el pastor de la comunidad católica.
El religioso de 43 años afirma perdonar con todo su “corazón” a los autores de los disparos. “Son jóvenes y seguramente no actuaron por una razón contra mí. Sospecho que alguien les encargó esto”, explica en una entrevista con Vatican News.
Carlassare asegura que “puedo perdonarlos, como perdono a los que los llevaron a comportarse así. Y lo hago en nombre de todo el pueblo de Rumbek que, cuando me dispararon, estaba fuera del hospital de la ciudad y del aeropuerto, diciéndome: ‘padre no nos abandones, padre vuelve. No querían dejarme marchar para no perder a su obispo’”.
"Es un perdón que pide unidad, escucha y capacidad de resolver los problemas buscando el bien de todos", recalca el misionero.
Preguntado acerca del momento del ataque, el obispo electo indica que “ya estaba en la cama cuando oí que alguien estaba tocando la puerta principal. Me levanté y traté de averiguar qué estaba pasando. Al cabo de diez minutos, las dos personas armadas con kalashnikovs empezaron a disparar a la cerradura de la puerta”.
El padre Carlassare tuvo que ser trasladado en helicóptero hasta un hospital en Nairobi (Kenia)
En ese momento él misionero comenzó a pedir ayuda mientras intentaba bloquear la puerta sin que los disparos le alcanzaran. “Un sacerdote de la diócesis de Rumbek, que vive conmigo, salió alarmado de su habitación e inmediatamente pensé que era mejor salir de la casa para hablar con estas personas. En cuanto salí afuera, en pocos segundos, el rifle que me apuntaba a las piernas hizo seis o siete disparos, cuatro de los cuales me alcanzaron”, añade.
Este comboniano italiano cuenta que “la investigación está en marcha y se espera que surja la claridad. Mi impresión es que el robo no puede ser el motivo. Pero también excluyo el asesinato porque, si hubieran querido matarme, lo habrían hecho muy fácilmente. Creo que es un acto de intimidación, una advertencia”.
Él sigue luchando y soñando por la paz: “es el mensaje del Evangelio el que no puede cambiar ante los obstáculos y las dificultades. La situación de cruz que vivimos nos obliga, en efecto, a ser aún más fieles al mensaje del Evangelio, sabiendo también que el precio puede ser pagado”.
Por ello, no duda en mandar un mensaje al mundo: “Yo, personalmente, he sufrido este perjuicio, pero el pueblo de Sudán del Sur ha sufrido mucho más en las últimas décadas. Y, por ello, llamo al mundo a compartir esta solidaridad con el pueblo de Sudán del Sur y con los pueblos de todos los continentes, tratando de entender que estos casos aislados, que hacen tanto ruido, no deben hacernos perder la esperanza y cegarnos tapando lo bueno que hay en el mundo y, sobre todo, en África”.
ReL
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