Rezar no es fácil", admitió con realismo el Papa Francisco en la catequesis de este miércoles 19 de mayo, proclamada en el Patio de San Dámaso del Vaticano.
El Papa recurrió al Catecismo de la Iglesia Católica para repasar las dificultades que encuentra el cristiano al rezar y cómo superarlas. Se centró en 3: las distracciones, la sequedad o aridez y la pereza negligente o acedia.
Contra la distracción, concentración
"Empiezas a rezar y entonces tu mente da vueltas, da vueltas por todo el mundo; tu corazón está ahí, la mente está allí...", constató el Papa. "A la mente humana le cuesta detenerse durante mucho tiempo en un solo pensamiento. Todos experimentamos este constante torbellino de imágenes e ilusiones en continuo movimiento, que nos acompaña incluso durante el sueño. Y todos sabemos que no es bueno seguir esta inclinación desordenada".
La distracción no molesta sólo al que ora, sino a muchas otras actividades, recordó el Papa. “Si no se alcanza un grado de concentración suficiente, no se puede estudiar con provecho, ni se puede trabajar bien”. Y así puso el ejemplo de los deportistas, que “saben que las competiciones se ganan no sólo con el entrenamiento físico, sino también con la disciplina mental”, es decir, “sobre todo, con la capacidad de mantener la concentración y la atención”.
Para combatir la distracción, citó al Catecismo (párrafo 2730) que propone la "vigilancia". Jesús mismo se compara con un novio o amo viajero que puede llegar por sorpresa y exige a sus criados estar atentos y vigilantes.
"Cuando caemos en la cuenta de nuestras distracciones, lo que nos ayuda a combatirlas es ofrecer con humildad el corazón al Señor para que lo purifique y lo vuelva a centrar en Él", añadió el Papa.
Frente a la aridez o sequedad, un corazón abierto
La sequedad “nos hace pensar en el Viernes Santo, en la noche y en el Sábado Santo", cuando "Jesús no está, está en el sepulcro; Jesús está muerto", y "estamos solos”: este es “el tiempo de la desolación y de la fe más pura, - afirmó Francisco -porque se mantiene firme junto a Jesús”.
Los maestros espirituales describen la experiencia de la fe como una continua alternancia de tiempos de consuelo y de desolación; tiempos en los que todo es fácil, mientras que otros están marcados por una gran pesadez. Muchas veces, cuando encontramos un amigo, decimos: "¿Cómo estás?" - "Hoy estoy de bajón". Muchas veces estamos "decaídos", es decir, no tenemos sentimientos, no tenemos consolaciones, no podemos más. Son esos días grises... ¡y hay tantos en la vida!"
Que haya días buenos y malos es normal. Pero instalarse en el corazón gris es realmente malo.
"Pero el peligro es "tener" un corazón gris: cuando este "estar decaído" llega al corazón y lo enferma... y hay personas que viven con el corazón gris. Esto es terrible: ¡no se puede rezar, no se puede sentir consuelo con el corazón gris!", admitió el Pontífice.
Por eso, animó a invocar y esperar que entre la luz del Señor “con esperanza” y sin “encerrarla en lo gris”.
La acedia: una pereza negligente
La acedia es uno de los 7 vicios capitales. Citando al Catecismo, el Papa la presentó como “una forma de aspereza o de desabrimiento debidos a la pereza, al relajamiento de la ascesis, al descuido de la vigilancia, a la negligencia del corazón”. Se alimenta con la presunción.
Propuso combatirla con la constancia, la perseverancia en tiempos difíciles. "Camina, camina, camina... Y si estás cansado, detente un rato y vuelve a caminar. Pero con perseverancia", dijo.
"Debemos aprender a decir: "Aunque Tú, mi Dios, parezcas hacer todo lo posible para que deje de creer en Ti, yo sigo rezándote". ¡Los creyentes nunca apagan la oración!", proclamó el Papa.
Como Job, protestarle a Dios es otra forma de rezar
Aunque nuestra oración a veces "pueda parecerse a la de Job, que no acepta que Dios le trate injustamente, protesta y le llama a juicio”, el Papa puntualizó que, sin embargo, “muchas veces, protestar ante Dios es también una forma de rezar”: esto porque “porque muchas veces el hijo se enfada con su padre”, pues es “una manera de relacionarse con su padre”.
"Sabemos que al final, al término de este tiempo de desolación, en el que hemos elevado al cielo gritos mudos y muchos "¿por qué?", Dios nos responderá. No olvidar la oración del "¿por qué?": es la oración que hacen los niños cuando empiezan a no comprender las cosas, y los psicólogos la llaman "la edad del por qué", porque el niño pregunta a su padre: "Papá, ¿por qué...? Papá, ¿por qué...? Papá, ¿por qué...?". Pero estemos atentos: él no escucha la respuesta del papá. El papá comienza a responder y él sale con otro por qué. Sólo quiere atraer la mirada de su padre hacia él; y cuando nos enfadamos un poco con Dios y empezamos a decir los "por qué", estamos atrayendo el corazón de nuestro Padre hacia nuestra miseria, hacia nuestra dificultad, hacia nuestra vida".
Por eso, dijo, "a veces, enfadarse un poco es bueno, porque nos hace despertar esa relación de hijo a Padre, de hija a Padre, que debemos tener con Dios. Incluso nuestras expresiones más duras y amargas, Él las recogerá con el amor de un padre, y las considerará como un acto de fe, como una oración".
Después, el Papa saludó a los fieles, y en español animó a preparar Pentecostés y pedir a Dios "que nos envíe los dones del Espíritu Santo para poder perseverar en nuestra vida de oración con humildad y alegría, superando las dificultades con sabiduría y constancia".
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