Gabriela Bossis, Diario 'Él y yo'
1023. 11 de noviembre. Hora Santa, en la capilla de las Reparatrices. Tratando de unirme a Él en Su Agonía, Le dije. "Permíteme besar esas Manos que se juntaron para orar y que, momentos antes, tomaban la Primera Eucaristía." El repuso: "Aunque Pedro, Juan y Santiago no hubieran estado tan cargados de sueño, no habrían podido comprender Mi Agonía en toda su extensión:
¡Querer entregarme todo entero a todas las almas de todos los tiempos y verme rechazado burlado y odiado! ¡Cuántos son los que se niegan a comulgar, cuando Yo querría dármeles cada mañana; y cuántos que, habiendo comulgado, no piensan en Mi Presencia y aún llegan a ofenderme gravemente! Y cuán pocas son, en cambio, las almas en las que puedo tomar Mi Descanso con deleite.
“Tú que tienes la felicidad de recibirme cada día, pide esta misma Gracia para otros; pídeme que Yo mismo los escoja, pues conozco todos los secretos de las almas; y dime que les aplique tu plegaria. Y si consigues que alguno o varios vengan a Mi Intimidad, ¿crees que puedo dejar de agradecértelo? No solamente por la gloria que eso Me da, sino también y sobre todo, por la alegría que Me causa. Alegría que Yo haré luego sentir en sus reflejos. "¡Qué dichosa estuviste el otro día, cuando te anunciaron que tu pobre vecino había preparado tan bien su última confesión y había comulgado! Como ves, es preciso tener siempre paciencia y orar. Entonces, Yo no resisto.
Dame las gracias. Ofréceme en reconocimiento todos Mis Méritos. En cambio, Yo concedo grandes Gracias de retorno al final de una vida: Pide a Mi Corazón Eucarístico que multiplique esas conversiones; así permanecerás en los dominios del Amor. Por amor del prójimo y por amor del Amor que es el Corazón de tu Salvador. "¿Comprendes ahora mejor lo que es este Corazón, Su Simplicidad y Su Fuego? Acércate entonces a El y después de haber vivido para El todo el día, duérmete apoyada en El. El te espera."
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