Cada 10 de noviembre, la Iglesia celebra a uno de los 4 Papas que se ganaron el apelativo de “Magno”, y un doctor de la Iglesia: San León.
Fue reconocido por su trabajo arduo por el bienestar de los fieles, por sus predicaciones, y sus esfuerzos por mantener la verdadera doctrina.
Una de sus obras más renombradas, fue detener, sin uso de arma alguna, a uno de los más grandes conquistadores de la historia: Atila el Huno.
¿Quién fue Atila el Huno?
Los Hunos fueron un imperio provenientes de Mongolia, centro de Asia, en el siglo IV. Ellos lograron conquistar en su momento territorios que hoy son sur y oeste de Rusia, países de los Balcanes, países del norte del Medio oriente, y hasta la misma Alemania.
Atila, quien era descrito como un bárbaro por el Imperio Romano, pero era un gran estratega militar y político, dirigió y extendió este imperio en su máxima gloria. Atacó a los romanos por muchos flancos, y llegó hasta las mismas puertas de la capital.
El emperador de entonces, Valentiniano III, intentó firmar la paz constantemente con él, pero Atila se negaba pues lo ofrecido por el romano no llenaba sus expectativas.
Intervención del Papa León Magno
Llegaba el año 452, y el temido Atila se encontraba en las puertas de Roma. La multitud recordaba leyendas de este emperador: “Yo soy el martillo del mundo… donde mi caballo pisa no crece hierba”, solían creer que este decía.
El Imperio Romano había demostrado ser inferior en fuerzas ante los Hunos, y el emperador Valentiniano III había fracasado en los intentos de paz.
De pronto, acompañado de su escolta, el mismo Papa León sale de la ciudad, sin ningún arma, ni soldados, y pide audiencia privada al mismo Atila y sus generales.
Después de unas horas de negociación en secreto, el Papa salió de la reunión y Atila anunció que ya no atacaría Roma y que se retiraba a sus territorios.
Pocos saben qué exactamente convenció al Huno para no seguir conquistando. Muchos piensan que fue una gran suma de dinero que le ofreció el Papa al emperador asiático. Otros, que fue la magnífica oratoria del Sumo Pontífice.
Sea como fuese, fue gracias al ingenio, valentía y astucia de este Papa lo que salvó Roma ese día de su destrucción, convirtiendo esta conversación con Atila una de las más famosas de la historia.
Gracias a este episodio, el pueblo empezó a ver al Papado como entidad tan o más poderosa que el emperador de Roma.
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