En la década de los cincuenta del siglo pasado éramos 2,500 millones de seres humanos habitando en la Tierra. En 2010 llegamos a 7,000 millones. Hace un mes, en la maternidad de Nuestra Señora de la Altagracia de Santo Domingo, República Dominicana, llegó simbólicamente el bebé 8,000 millones
Nació la noche del martes 15 de noviembre. Se llama Damián. Midió 52 centímetros y pesó 2.77 kilos. Es el primer aporte dominicano al cómputo mundial y marca un hito en materia de crecimiento demográfico al llevar a la población mundial a su mayor cifra de la historia. El alumbramiento se ha producido sin complicaciones.
Según los demógrafos el crecimiento de la población mundial se ha ralentizado desde 1970. Y sigue a la baja. De hecho, en 2020, según los datos de la ONU, por primera vez en la historia fue menor a 1%. Las previsiones son que en 2100 la población mundial alcanzará los 10,400 millones de personas.
Hay varios factores que frenan el crecimiento de la población (en 80 años crecerá 2,400 millones), entre los que se encuentran la baja en la tasa de fecundidad, el envejecimiento de la población mundial, el aumento de la esperanza de vida entre las mujeres y la decisión cada vez más extendida en países desarrollados de no tener hijos.
Las organizaciones internacionales hablan de fomentar y desarrollar la resiliencia demográfica en el mundo, «invirtiendo en mejores infraestructuras, educación y atención sanitaria, así como garantizar el acceso a la salud y los derechos sexuales y reproductivos». Nada hablan del fondo del asunto: el respeto a la vida.
Dejemos hablar a la mamá
«El nacimiento de Damián no ha provocado mucho pesimismo neomalthusiano. Tal vez sea porque todo el mundo sabe que el ritmo de aumento demográfico va a descender pronto, quizás también porque a estas alturas las teorías del economista y clérigo británico ya se dan por superadas», escribe Fernando de Haro en su columna de páginasDigital.es
De Haro reconoce en su artículo que es cierto que los recursos alimentarios son limitados, pero que éstos crecen en la medida en que se demandan. «En los últimos 20 años, miles de millones de personas han salido de la pobreza y, nunca hemos estado tan cerca de erradicar el hambre en el mundo».
Por lo demás, dice De Haro, los discursos anti humanistas, basados en el eslogan «el hombre debe desaparecer como un rostro dibujado en la arena de una playa», sí reaccionaron ante la llegada de Damian al mundo. Para ellos, el hombre no es el centro de la creación, sino «una fuerza antinatural que ha roto el equilibrio primordial de la Tierra».
Más sencilla sería la vida si hiciéramos caso a las palabras de la madre de Damián –la señora Damaris Ferreras (35) a los medios dominicanos: «Este niño es una bendición de Dios». Y eso que Damaris no tiene un trabajo fijo y no tiene un marido que la apoye.
Contraviene toda la intelectualidad antihumanista. Y confirma que cada bebé es un regalo divino. El problema es que Damaris no tiene medios de expresión y las lumbreras de Silicon Valley los tiene por montones. Tantos que hasta se aburren de vivir.
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