viernes, 23 de diciembre de 2022

El demonio existe, el reiki lo atrae y hay cosas peores: los curas de «Red de Redes» hablan del mal


Los padres Bronchalo, Silva y Domenech en Red de Redes,
en un capítulo sobre el demonio y los exorcismos

¿El demonio existe? Siguiendo el Catecismo de la Iglesia, los sacerdotes interneteros Jesús Silva, Patxi Bronchalo y Antonio María Domenech están seguros de que sí, pero no se quedan ahí. Con ánimo de ayudar y aclarar, Silva, Bronchalo y Domenec dedican al tema el nuevo capítulo de Red de Redes, el programa de catequesis desenfadada de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP).

Aquí recogemos las principales conclusiones del episodio:

1) El demonio existe: tiene mente y voluntad

La primera pregunta es sobre la propia existencia del diablo. ¿Está ahí o es sólo un concepto, o una especie de energía negativa?

Los tres sacerdotes dicen que tiene mente, personalidad. Es un ser personal. "Existe y tiene libertad, actividad, intenciones, métodos”, recuerda Domenech.

Los sacerdotes recuerdan el Catecismo: el demonio es una criatura, un ángel caído. Silva recuerda que aquel a quien llamamos “demonio” habitualmente es Satanás, que es el “cabecilla”, pero que hay un número determinado de demonios: ángeles que han dado la espalda a Dios. ¿Y esto qué significa? Señalan que la caída de Satanás es haber dicho a Dios “No serviré”, y que esto corrompió su esencia. “El demonio odia nuestra felicidad”, apunta Domenech, y Bronchalo advierte: “Lo que quiere es tu destrucción, tu condenación”.

“El demonio odia a Dios, a las criaturas y a sí mismo, y quiere arrastrar a todos los seres posibles a la condenación, para herir el corazón de Dios”, insiste Silva, para quien es importante hablar del demonio, pero teniendo claro que no es el protagonista.

“El protagonista es Jesucristo, que derrota al demonio”, dice. “Hablamos del demonio -añade- para conocer y comprender al enemigo, para poderle vencer y resistir”.

2) La brujería o el reiki abren la puerta a la acción diabólica

Los sacerdotes detallan que hay tres maneras en las que el demonio puede afectarnos: la posesión, la opresión y la tentación, y pasan a detallar cada una, empezando por la más cinematográfica. “En una posesión, una persona abre alguna puerta de su libertad al demonio y este entra en su cuerpo y lo domina”, detalla Silva.

¿Y cómo se abren estas puertas? Silva da algunos ejemplos: a través del satanismo, la brujería, el reiki, las terapias de invocación de energías cósmicas… “Toda brujería o terapias de este tipo son intentos de influir y manipular lo sobrenatural; es lo contrario de la relación que tenemos los cristianos con lo sobrenatural, que es decir a Dios ‘Hágase tu voluntad’”, apunta Bronchalo.

Silva concluye: “Nosotros solo podemos rezar, que es pedir; todo lo que vaya más allá puede abrir una puerta al enemigo”.

Los tres clérigos detallan algunos síntomas de la posesión -desasosiego, un odio especial a lo sagrado…-, pero insisten en que no hay que obsesionarse buscándolos. “Se sabe si una persona está poseída en un exorcismo, donde el sacerdote -debidamente delegado por el obispo- increpa al demonio con una oración litúrgica”, explica Silva, y dice que muchas veces hace falta más de un exorcismo para sacar al demonio, pero que al final, es un proceso que -en su experiencia- ha llevado siempre a una mayor conversión de la persona que lo atraviesa.

3) No es lo mismo exorcismo y oración de liberación

El segundo modo de actuar del demonio es la opresión, que es cuando no posee el cuerpo pero sí lo ronda. “Es una situación en la que estás más influenciado por el demonio que el resto: es más que una tentación, a veces parece que te han quitado la libertad, o no conoces qué estás haciendo”, explica Domenech.

Silva, además, distingue entre opresión -cuando el demonio está a tu alrededor-, obsesión -que tiene que ver con los pensamientos malignos, y que va más allá de lo psicológico- e infestación, que es cuando un demonio posee un lugar o una cosa.

El sacerdote apunta que este tipo de casos pueden requerir de una oración de liberación, que no es lo mismo que los exorcismos. 

En una oración de liberación lo se le habla ni increpa al demonio, sino que se le habla a Dios: se suplica a Dios que libere a esa persona del Maligno -como se pide en el Padrenuestro-. Además, un exorcismo requiere un ministerio concreto, mientras que una oración de liberación la puede hacer cualquier sacerdote (o de hecho cualquier laico: todos pueden suplicar a Dios).

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4) La tentación, lo más peligroso

Parece que lo peor es la posesión, pero en realidad lo más peligroso es la tentación, porque es la obra del demonio que de manera ordinaria nos afecta a todos”, señala Bronchalo. Silva añade que la tentación puede llevar al pecado, y el pecado sin arrepentimiento, a la condenación.

¿Pero quién tentó al demonio? Los tres curas añaden que la tentación diabólica no es la única causa de pecado: también puedo pecar por el mundo -la incitación de los otros, del ambiente social- o porque me deje llevar por mí mismo.

“Y cuidado con hacer las paces con el pecado, porque va a más: el demonio en el Génesis aparece como una culebra y en el Apocalipsis ya es un dragón”, advierte Bronchalo.

Para resistir a la tentación, añaden, hay que conocer “las argucias del enemigo”. La primera es que busca atacar el punto más débil; la segunda, que obra con insistencia para lograr su objetivo -y hay que decir “No” de entrada-, y la tercera, que obra ocultando sus intenciones y sin querer salir a la luz.

“La tentación, explicada al confesor, ya está vencida”, apunta Domenech.

5) El demonio es “profundamente mentiroso”

Bronchalo pide tener mucho cuidado con frases como “es que el demonio le ha dicho a tal exorcista que…”. “Mucho cuidado, porque el demonio es profundamente mentiroso, y todo lo que diga hay que ponerlo en tela de juicio”, señala Bronchalo.

“Y cuidado, porque muchas de sus mentiras -como en el Génesis- están rodeadas de verdad: cuanta más verdad tenga una mentira, más daño hace”, añade Domenech.

El episodio termina, como todos, con tres recomendaciones: un santo -el padre Pío de Pietrelcina-, un libro -en este caso dos: Habla un exorcista, de Gabriele Amorth, y Jesús está vivo, de Emiliano Tardif- y una película. O dos: El rito y El exorcismo de Emily Rose, “que enfocan el tema desde un punto de vista adecuado”, dice Bronchalo.

ACdP

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