martes, 20 de abril de 2021

Dios está a tu lado, ¿lo percibes?

 


Me cuesta tanto creer en sus silencios. Valorar sus caricias llenas de ausencias. ¿Dónde está vivo, de carne y hueso, comiendo a mi lado?

Me conmueve la aparición de Jesús entre sus apóstoles este día.

«Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: – Paz a vosotros. Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: – ¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo. Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: – ¿Tenéis ahí algo que comer? Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: – Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros. Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras».

No es un espíritu, tiene cuerpo y carne, come y bebe. Y en medio de la alegría de los apóstoles se deja tocar y les muestra que sigue siendo Él.

Jesús está, y eso basta

WOMAN, WINDOW, THOUGHTS

Hoy no quiero que el miedo y la sorpresa me quiten la alegría. Jesús está vivo en mi vida. ¿Eso me basta para estar alegre?

Está vivo en medio de mis días. De mis batallas y luchas. Está conmigo en el camino y me dice que no tema. Está a mi lado y come a mi lado.

La alegría de la Pascua es un don que pido todos los días. Para no olvidarme de dónde vengo y a dónde voy.

¿Por qué el miedo logra quitarme la paz? Porque mi alegría no descansa serena en sus manos de hermano, de Padre, de Hijo.

Busco una alegría pasajera que cualquier cosa logra enturbiar. Una alegría apegada al mundo, a la tierra.

Busco esa alegría que me dan los hombres, me la dan las cosas de esta tierra. Y yo me empeño en cuidarla cada día para que no se apague, para que no muera.

Me olvido de mirar a Jesús que se detiene ante mí y me dice que es mi pastor, mi padre y mi hermano.

Y me dice que me quiere con locura y come conmigo, bebe a mi lado. No se cansa de cuidarme.

¿Cómo encontrarlo?

TABLE

En la vida Jesús se aparece de muchas maneras. Lo hace de forma sutil y yo me asusto, me sorprendo y tengo dudas.

Las dudas que cuestionan mi fe ciega. Lo que no toco no es real. Lo que no acarician mis manos no existe.

Me cuesta tanto creer en sus silencios. Valorar sus caricias llenas de ausencias. ¿Dónde está vivo, de carne y hueso, comiendo a mi lado?

Dios lanza lazos humanos para llevarme hasta Él. Son lazos frágiles, hechos de carne humana, de debilidad.

Y a mí me cuesta ver en ellos a Dios. Veo antes el pecado, el orgullo, la vanidad, la envidia.

No veo a Dios tirando de mí hacia lo alto. ¿Cómo puedo apreciar su presencia en el pecado de los hombres, en mi propio pecado?

Los otros me tienen que conducir a Dios. Pero no necesariamente desde sus virtudes. También desde su fragilidad.

Las personas conducen a Dios

COUPLE

Así lo hace Dios conmigo una y otra vez. Y a la vez yo quiero ser un camino al cielo para muchos. Comentaba el padre José Kentenich:

«No debo dejar que las personas se queden detenidas en mí: debo velar para que continúen su crecimiento más allá de mi persona y se adentren y arraiguen en el corazón de Dios.

Dios deja caer una cuerda. Desea vincularnos con lazos humanos. A pesar de ser espíritu, Dios es muy humano y razonable. Desea atraer a los hombres con lazos humanos.

Pero tira de la cuerda hacia arriba y no descansa hasta que todo haya llegado a estar vinculado con Él«.

No retengo al que me ama con amor humano queriendo llegar a Dios. Cuido ese lazo invisible y fuerte que me lleva a lo alto.

No dejo de luchar para que sea real el amor de Dios en mi amor humano y frágil. Amo torpemente y aun así mi torpeza me lleva al cielo a mí y a los que me aman con una misma torpeza.

Dios me está esperando

FAITH

Pienso que Dios se aparece en mi vida con mucha frecuencia. Lo hace en ocasiones en medio de mis enojos y tristezas.

Cuando me siento turbado por lo que me pasa. Está Dios oculto, escondido, pero tan presente que no puedo dejar de alegrarme y soñar.

Dios está en mí. Incluso cuando mis heridas me llevan al pecado. Está aguardando a ver si levanto la cabeza y lo veo a mi lado.

Está oculto en la fragilidad humana de los que comen y beben a mi lado. Presente en su vulnerabilidad que me habla del cielo abierto sobre mi cabeza.

Ese Jesús humano y divino. Ese Jesús hecho de carne y de cielo. En mí está Él actuando.

No sólo cuando me porto bien y sigo sus deseos. También en mi pecado está actuando y abriendo la luz del sol que yo intento tapar con mi pecado.

Pero mi carne frágil es camino al cielo. Eso me da mucha paz. En mi debilidad se manifiesta con más fuerza su fortaleza y amor.

Carlos Padilla Esteban, Aleteia

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