miércoles, 21 de abril de 2021

Crisis preadolescente: ¿Cómo gestionarla mejor?

 

TEENAGER


Entre los 8 y los 12 años, algunos niños parecen entrar ya en la adolescencia y oscilan entre el llanto y el abrazo. Aquí algunos consejos para ayudar a superar esta transición con tranquilidad

Aalgunos padres les pillan por sorpresa algunas actitudes de sus hijos que les hacen preguntarse si estarán pasando ya una crisis preadolescente y cómo afrontarla.

Conversaciones después del colegio: «¡Ya no reconozco a Cipriano! Da portazos, grita o se enfurruña, discute con sus hermanos». Lidia, angustiada, ya no sabe cómo manejar a su hijo de 9 años.

Clara está desorientada por la última, su hija de 10 años: «Eugenia es hipersensible, se ofende por nada. Se pasa horas frente al espejo, sueña con maquillarse y vestirse como una colegiala. Ya está pensando en su aspecto físico.»

Un padre añade: «Carlos se mete en todo, discute, analiza, se mete en los detalles sin parar. ¡Un verdadero preadolescente!».

¿Existe la preadolescencia?

Preadolescencia: la palabra está en boca de todos. ¿Es un invento de los padres laxos, orgullosos de tener ya hijos casi «adolescentes», o es una estrategia de marketing, en busca de un nuevo perfil de consumidor?

Para las psicólogas Bernadette Lemoine y Véronique Lemoine-Cordier, los niños han cambiado realmente en profundidad en los últimos años.

Hay que reconocerlo y tenerlo en cuenta. «En mi consulta, hoy no trato en absoluto con los mismos niños», analiza Véronique Lemoine-Cordier.

«Están hiperestimulados por una sociedad que se mueve extremadamente rápido. Participan desde muy pronto en todo lo que ocurre en el mundo de los adultos. Ellos dominan los medios técnicos mejor que nosotros. Son más inteligentes y captan muy rápidamente lo que les interesa. Esto hace que quieran crecer mucho más rápido«.

Sin embargo, matiza:

«Están experimentando una revolución cognitiva, pero su madurez emocional y fisiológica no sigue el mismo ritmo».

Entonces, ¿cómo ayudar a crecer a este pequeño mutante? La psicóloga responde:

«Sobre todo no considerándolo como un adolescente».

Proponer un entorno rico

El padre Xavier Piron, habla así de los niños entre los 8 y los 12 años:

«El niño ha salido de la infancia y le parece que el mundo es todo suyo. Se imagina a sí mismo como un caballero, un piloto, con grandes sueños. Mas bien alegre, lleno de iniciativa, pide de buen grado estar al servicio. No debería quedar desanimado».

Anne Kolly, profesora y formadora Montessori, lleva más de veinticinco años observando a los niños:

«En esta edad, buscan las claves para entender el mundo y poder explorarlo, se interesan por el universo, por la historia de la Tierra. Tienen una gran capacidad intelectual y pueden captar conceptos muy complejos. También experimentan la vida social».

Esta es la época de los clanes, de los códigos, de las exclusiones. Cipriano se aísla en casa, pero tiene un buen grupo de amigos en la escuela y en el rugby.

«El niño exige espacio, más libertad para construirse a sí mismo, para desarrollar su poderosa inteligencia. Para que esta energía vital se despliegue, es esencial que la escuela, los adultos, proporcionen un entorno rico y estimulante. De lo contrario, el niño puede volverse apático o insoportable». 

Padres: Acompañar

Hoy en día, es difícil dejar que el preadolescente disfrute de la naturaleza por sí mismo, para satisfacer su necesidad de autonomía.

El escultismo, los campamentos y los patrocinios son excelentes alternativas. Le llevan a asumir riesgos medidos dentro de un marco seguro.

«No se puede concebir la libertad sin responsabilidad», recuerda la formadora Montessori.

Cipriano quiere ir solo en bicicleta a casa de sus amigos, a unos cuantos kilómetros de distancia…

Sus padres le acompañarán por primera vez, señalándole los peligros y fijándole una hora que ha de estar de  vuelta.

Hay que tener cuidado de no dar al niño una libertad que no es capaz de asumir, advierte el padre Piron:

«No le darías a un niño de 4 años un cuchillo de cocina, no le dejarías a un niño de 12 años solo delante de Internet». 

También para Bernadette Lemoine, la libertad está condicionada:

«Hay que ser firme con el niño, explicarle que poner límites significa protegerle y que, poco a poco, confiaremos más y más en él o ella». 

Ayudar a verbalizar sentimientos sin juzgar

Otro punto esencial: la educación para la frustración en una sociedad que ofrece todo tipo de placeres inmediatos.

«El niño es maleable, manipulable, es esencial que aprenda a elegir lo que es bueno para él, y esto puede ser menos deseable que lo que le tienta. Está en juego la educación de la voluntad», aconsejan Bernadette Lemoine y Véronique Lemoine-Cordier.

Dar al niño todo lo que pide es mantenerlo en una ilusión de omnipotencia.

Al aprender a elegir lo que es bueno para él o ella, a buscar lo auténtico, el niño dominará poco a poco su afectividad y aprenderá a gestionar sus emociones. Véronique Lemoine-Cordier explica:

«Los preadolescentes suelen ser hipersensibles y emocionalmente frágiles. Pueden tener una reacción desproporcionada ante una situación agradable o desagradable. Es importante ayudarles a verbalizar sus sentimientos, sin juzgarlos”.

Autoridad y libertad

Por último, su equilibrio depende de la autoridad bien ponderada de sus padres.

Si saben establecer normas y no tienen miedo de establecer una relación vertical con él, podrá crecer con seguridad.

«La palabra ‘autoridad‘ tiene la misma raíz que la palabra ‘tutor'», dice Anne Kolly. «Sin ella, el niño no puede construirse a sí mismo ni impulsarse hacia la luz». 

Solange du Hamel, Edifa Aleteia

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