¿Has hecho buenos propósitos de año nuevo que corren el riesgo de irse corriente abajo? Aquí algunas sugerencias para unos mejores resultados
Estos días asumes tus correspondientes buenas resoluciones para el año nuevo: dejar de fumar, enfadarte menos, utilizar menos el celular y otras pantallas, pasar más tiempo con la familia, hacer más deporte, conducir más despacio… ¡No faltan temas!
El primer día de éxito te enorgulleces de tu tenacidad. Luego pasan los días –con suerte semanas– y, de repente… ¡Zas! Primera infracción.
Es el principio del fin: si faltas una vez a tu compromiso, piensas que es como si no hubieras conseguido nada. Y lo dejas todo: tu buena resolución se ha convertido en una “cerolución”.
¡Siempre igual! Pasan los años, estos propósitos desperdiciados se desmoronan, se cansa la buena voluntad.
¡La única resolución que vale la pena es la que no se hace! Una solución práctica: evitamos los problemas de conciencia y el desagradable sentimiento de fracaso. Pero un riesgo de todos modos…
Cuando empezamos a pensar así, el menor esfuerzo que nos cueste un poco va a irse por el desagüe. Nos arriesgamos a volvernos egocéntricos y perezosos, unas cualidades poco buscadas entre los santos.
Pero ¿cómo hacer para no flaquear cuando decimos “¿Buenas resoluciones? Eso está bien para los niños, pero ¿para mí?”.
Busca las aspiraciones más tuyas
¡Progresar, evolucionar y realizar esfuerzos es esencial en la vida! ¿Recuerdas el caballero valiente y servicial que te encantaba de pequeño o la princesa generosa y distinguida que soñabas con ser a los seis años?
Dedica tiempo a recordar, busca en tu interior esas hermosas aspiraciones de tu infancia. Son tuyas.
Las del pequeño o pequeña que es indiferente a la moda y al qué dirán. Las del niño o niña confiado que dice en voz alta y libremente lo que le gusta y lo que le gustaría ser.
Estas aspiraciones que guardamos escondidas en el fondo del corazón toda la vida y que, sin saberlo siempre, intentamos vivir cuando somos adultos, puedes esforzarte por vivirlas a partir de hoy.
Aunque requiera paciencia y valor por un lado, recibirás alegría y paz por otro lado.
Para ser balón de oro en fútbol o estrella de la ópera hay que aprender. El camino hacia la sabiduría es de la misma naturaleza. En primer lugar, igual que un delgaducho evitaría las competiciones de sumo, encara un proyecto que esté hecho a tu medida.
Sé realista al plantear tus propósitos
Servir sopa a la gente en la calle todas las noches de la semana cuando tienes un horario sobrecargado quizás no sea una buena idea. En cambio, por ejemplo, elegir hablar con un mendigo después de la misa todos los domingos o al salir de la oficina es más factible.
En segundo lugar, elige una resolución que tampoco sea demasiado difícil. Así tendrás más posibilidades de mantenerla.
En tercer lugar: ¿por qué no hacer el esfuerzo durante un tiempo limitado?
Así, en vez de decidir no beber una gota de alcohol cuando salgas de noche durante todo el año, ¡sin duda podrías con igual prudencia decidir beber solamente un par de cervezas! Puedes mantener este ritmo durante dos meses y, al final de este plazo, quizás pasar a una sola bebida.
Da un sentido a tus esfuerzos ofreciéndolos por una causa concreta
En cuarto lugar, conviene saber que el verdadero impulso no puede venir de la mera voluntad. Eres un ser de esencia divina: da un sentido a esos esfuerzos ofreciéndolos por una causa concreta (la conversión de una amiga, el matrimonio de un colega).
Que esos deseos de progresar no sean simplemente un ejercicio para poner a prueba tu voluntad y enorgullecerte si lo consigues.
Persevera
En quinto lugar: recuerda que es normal caer cuando se intenta evolucionar. La clave está en no quedarse en el suelo, sino querer volver al ruedo en seguida. Es la vida del cristiano, animada por la esperanza y reforzada por la gracia de los sacramentos.
Edifa
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