En 1671, Henry Morgan sitió, saqueó e incendió Panamá y entró en una iglesia con unos 350 corsarios atraído por un famoso altar de oro...
Fue un miércoles. Nada presagiaba lo que estaba por ocurrir, la tragedia. El 28 de enero de 1671 el pirata inglés Henry Morgan sitió, saqueó e incendió Panamá, una ciudad edificada en piedra, de la que aún se conservan algunas de sus paredes y antiguas edificaciones.
Morgan entró sin piedad, destruyendo todo a su paso. Se dice que de su incursión quedaron 3.000 muertos.
Queda en nuestros días en pie la torre de la catedral, usada en sus tiempos como campanario, que a diario vemos la mayoría de los panameños recordando la historia.
Hace unos meses llevé a mi nieta con mi esposa y pudimos subir las escaleras hasta la cima. La vista en bellísima.
Los frailes Agustinos mudaron de Panamá la Vieja, el famoso altar de oro -uno de los pocos sobrevivientes al cruel ataque de Henry Morgan– a la actual Iglesia san José, en el Casco antiguo de la ciudad de Panamá.
Y este es el motivo de mi escrito, da origen a una famosa historia. Quiero contarte cómo un viejo sacerdote salvó el altar de su iglesia engañando a un pirata sanguinario, porque es un relato extraordinario.
El altar de oro
Aproveché mi visita a la iglesia y tomé algunas fotos y videos para ti.
Si algún día viajas a Panamá no dejes de visitar la Iglesia de San José, también conocida como la iglesia del altar de oro.
Muy temprano caminé con mi esposa Vida por la Avenida A en el Casco Viejo de la ciudad de Panamá.
Es un lugar muy agradable, lleno de turistas, cafeterías, tiendas de souvenirs. Le prometí a mi esposa que tomaríamos un delicioso café.
En esa área se ubica la Presidencia y hay innumerables iglesias antiguas, incluyendo la catedral.
La joya de Panamá
La iglesia de san Jose es fresca por dentro, tiene aire acondicionado central.
Encontré dos guías turísticos esperando a los turistas, sentados en las bancas traseras. Uno te habla en inglés, el otro en español. Le pedí al guía que me orientara. Y gustoso accedió.
Cuando construyeron el altar, con estilo barroco, estaba cubierto con pan de oro. Me explicó el guía que “es una lámina muy fina de oro, de poco grosor, convertida de forma artesanal, mediante el martilleo de láminas gruesas de oro.”
Ese bellísimo altar era la joya de Panamá. Imagina en esos tiempos, ¡un altar de oro!
El ataque del pirata
Existen muchas historias sobre el ataque de Henry Morgan a Panamá la Vieja. Algunos dicen que fue enviado a atacarnos, otros que desde la Isla Tortuga se dirigió a Cuba pero se desvió hacia Panamá tal vez por la codicia.
El guía turístico me asegura que fue porque escuchó hablar de “un famoso altar de oro”.
Entró por Portobelo, atravesó la selva por el camino de Cruces, hasta llegar a la ciudad de Panamá.
Según me narró el guía turístico, y no está muy alejado de lo que recogen los libros de historia, se presentó Henry Morgan a la iglesia con unos 350 corsarios, dispuesto a llevarse el altar como botín.
Pero lo que encontró fue un altar tosco, muy pobre, que daba pena. Tanto que el pirata le arrojó unas monedas al buen sacerdote de nombre Juan, un agustino, para que se construyera un altar decente.
Panamá no fue la única en sufrir ataques piratas, en Aleteia te contamos otra historia:
La astucia que salvó el altar
La astucia de este buen sacerdote salvó el altar y hoy podemos verlo y disfrutar su historia y belleza.
Se cuenta que cuando el sacerdote se enteró de la inminente llegada del pirata Henry Morgan y sus secuaces a Panamá, se reunió con los fieles, y ordenó pintar rápido el altar con una mezcla de óxido de plata para que se viera ennegrecido y viejo.
Otros aseguran que lo pintó con cal, y algunos dicen que en su apuro lo cubrió con pintura hecha con arcilla y agua. Así pasaron la noche entera, cubriendo el altar de pintura.
Dicen que al día siguiente el pirata Henry Morgan entró y recorrió la iglesia buscando el famoso tesoro pero solo halló a un viejo cura dando retoques de pintura a un feo altar con una brocha.
Sea lo que hiciere este astuto sacerdote, salvó esa joya colonial y hoy panameños y turistas podemos disfrutarla y quedarnos un rato en devota oración.
Claudio de Castro, Aleteia
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