(ZENIT Noticias / Kiev, 08.04.2022).- En la comunicación de este día 44 desde que comenzó la guerra, Su Beatitud Sviatoslav Shevchuk comparte sus impresiones después de visitar la ciudad de Bucha, donde el ejército ruso atentó contra la vida de civiles y cuyos cadáveres quedaron como testimonio en las calles de la ciudad, una vez que el ejército ruso se retiró.
Beatitud Sviatoslav Shevchuk Foto: Extraída De Video.
Ayer nos enteramos de que los ocupantes se han apoderado y confiscado para sus necesidades el cargamento humanitario que nuestros voluntarios intentaban entregar a esas personas, especialmente en la región de Khersón, personas que están realmente a punto de morir de hambre.
En medio de todos los horrores de la guerra, todo creyente se pregunta: ¿Cómo poder vivir como un cristiano en semejantes circunstancias?
Sabemos que el mandamiento central de la vida cristiana es el mandamiento del Amor. Amor a Dios y Amor al prójimo. En estos dos mandamientos, dice Cristo, se basan toda la ley y todos los profetas. El evangelista San Juan dice que: “Si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve”.
Personalmente, ayer tuve la oportunidad de ir a la tristísima, a la aciaga ciudad de Bucha. Bucha es una herida abierta en el cuerpo de Ucrania. Y allí, viendo los cuerpos mutilados y sin alma en el fondo de una fosa común aún abierta, rezamos por su eterno descanso. Y durante esa oración, yo me preguntaba, le pregunté a Dios: Oh Dios, ¿qué significa amarte y amar al prójimo…? Y justamente, junto a esa fosa común, mirando las manos de nuestros hermanos y hermanas asesinados, me di cuenta de una cosa… una cosa que resultó muy importante para mí: amar a nuestro prójimo significa sentir nuestra hermandad con él. Significa entender que juntos somos una familia humana, que pertenecemos a la misma raza humana. Y que allí, en esa fosa común donde yace él, donde ella yace, allí puedo estar también yo.
Tenemos una vocación común, un destino común. Nosotros, como hermanos y hermanas en Cristo, pertenecemos a la misma raza humana. Amar al prójimo es ser consciente y experimentar esta humanidad y, por lo tanto, manifestarla. Por eso Cristo dice: “Debemos amar al prójimo como a uno mismo”. Por eso todo cristiano, no importa en qué parte del mundo viva, ya sea italiano, ya sea alemán o australiano; viendo las atrocidades de los ocupantes en Bucha, hoy dice: “soy ucraniano”. Sintiendo en nuestra raza humana esta unidad con estas víctimas inocentes, es que entendemos que el ocupante lleva esta guerra adelante para que tú y yo nos encontremos mañana en esa misma fosa común.
Pero nosotros amamos a Dios, que es fuente de vida y no de muerte. Y pedimos a nuestro Dios amoroso que verdaderamente podamos sentir nuestra unidad con nuestros hermanos y hermanas. Que incluso aprendamos a amar a nuestros enemigos. Y amar a nuestro enemigo es detener su mano asesina, quitarle las armas, no darle la oportunidad de matar. Pidamos que en estas circunstancias de odio y de guerra asesina sepamos amar a Dios y al prójimo, y que podamos seguir siendo seres humanos.
Te pedimos: Oh Señor, dale el descanso eterno a los asesinados inocentemente, a los muertos en diferentes partes de Ucrania, a aquellos cuyas tumbas aún no han sido encontradas. Oh Dios, danos fuerza para amar. Para que, con tu Amor, por el Amor de tu Espíritu Santo podamos vencer esta guerra. Oh Dios, detén al agresor, detén esta guerra. Da vida a tu pueblo. Bendice a nuestro ejército ucraniano. Bendice a nuestra patria.
La bendición del Señor y su misericordia descienda sobre ustedes por su divina gracia y amor y permanezcan ahora y siempre y por los siglos de los siglos, amén.
¡Alabado sea Jesucristo!
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