Aprovechemos las grandes gracias e indulgencias que recibiremos durante esta Semana Santa para ofrecerlas por nuestras hermanas, las Benditas Almas del Purgatorio
“Las ánimas benditas del purgatorio. —Por caridad, por justicia, y por un egoísmo disculpable —¡pueden tanto delante de Dios!— tenlas muy en cuenta en tus sacrificios y en tu oración.”
(San Josemaría Escrivá)
Cuando una persona muere por un accidente fatal, inesperado o, después de una penosa enfermedad, los amigos y familiares usan estas consoladoras palabras para brindar alivio: “Ahora descansa en paz”.
Esa frase siempre ha dado vueltas en mi cabeza. Es verdad, descansa en paz de los sufrimientos terrenales, pero… ¿y si ha ido al Purgatorio para purificarse de todo vestigio de pecado antes de ir a la presencia de Dios? ¿No es acaso una obligación moral auxiliarlos?
Ayudar a esas almas es un acto de misericordia que Dios valora mucho.
Algunos, que no son católicos, niegan su existencia. El Catecismo de la Iglesia nos habla del Purgatorio con claridad:
1030 Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación, sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo.
1031La Iglesia llama purgatorio a esta purificación final de los elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados.
Decía con mucho acierto san Josemaría Escrivá: “Ojalá, cuando las nombres, puedas decir: «Mis buenas amigas las almas del purgatorio…»
Es algo que hago mucho, las llamo mis hermanas, mis amigas. Y rezo siempre por ellas. No sabemos si en ese estado hay familiares nuestros o almas abandonadas por las que nadie se preocupa ni eleva una oración…
He visto algunas personas morir con una serenidad maravillosa. Y sé bien que mis lágrimas no les servirán de nada, mi dolor tampoco, recordarlas con amor me consolará a mí, pero no a ellas.
¿Qué les sirve? ¿Qué los ayuda?
Lo que verdaderamente necesitan son nuestras oraciones porque no sabemos si su alma se encuentra en el Purgatorio.
Si tienes alguna duda sobre lo que puedes hacer por esas Almas, busca en el Catecismo.
“La Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico, para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos”.
Puedes ayudarlas ofreciendo Misas, oraciones, particularmente el rezo del santo Rosario ante Jesús Sacramentado, pidiendo indulgencias plenarias por ellas, dando limosnas y ofreciendo sacrificios. Ahora lo sabes.
¡Hay que ayudarlas!
¡Son nuestras hermanas! Forman la Iglesia purgante o sufriente.
Hace poco estuve en un sepelio y le decían a un familiar del que falleció: “Ya se encuentra en el cielo”. Y yo pensaba, “Debemos consolar, estamos necesitamos ese abrazo, una voz de aliento en medio del dolor.
Pero, ¿y si no está en el cielo? ¿Lo estamos privando de las necesarias oraciones pensando que no las necesita?
Llevo días pensando en esto, antes de escribirte estas palabras.
Cuántas almas olvidadas se encuentran en estas condiciones, desesperadas porque nadie reza por ellas para ayudarlas a salir del Purgatorio.
Una persona muy seria, ya mayor, que conozco de muchos años y nunca le he escuchado decir una mentira, me oyó hablar de este tema. Se me acercó para hablarme.
“Me gustaría decirte algo que a nadie he contado”, me dijo con seriedad. “Hace unos días las puertas del armario en mi casa empezaron a abrirse y a cerrarse estrepitosamente, sin motivo aparente. Como vivo sola me asusté y pregunté en voz alta: “’Quién está allí? ¿Qué desea?” Una voz agradable y serena respondió implorando:“Por favor, una misa, necesitó una misa”.
Aprovechemos las grandes gracias e indulgencias que recibiremos durante esta Semana Santa para ofrecerlas por nuestras hermanas, las Benditas Almas del Purgatorio. Necesitan de ti.
Claudi de Castro, Aleteia
Vea también El Purgatorio según las Enseñanzas de Benedicto XVI
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