viernes, 26 de diciembre de 2025

Una oración para que tu confianza triunfe sobre tu miedo

 

Oración, confianza, miedo, hermana Emile Engel
“Como María, pronuncie en silencio: Señor, tu amor nunca me engaña”, fue la oración de Emilie Engel y su angustia y miedo se transformó en serenidad y confianza

Solo la confianza en Dios puede triunfar sobre el miedo, la angustia y la ansiedad. Así lo vivió Emilie Engel llevando paz desde su silla de ruedas y así lo expresaba en su oración preferida:

Yo sé que Tú eres mi Padre en cuyos brazos estoy cobijado.
No te pregunto cómo me conduces. Quiero seguirte sin preocupaciones.
Y aunque pusieras mi vida en mis manos para que yo la conduzca,
yo la pondría, con confianza filial, nuevamente en las tuyas.

Yo sé que Tú eres mi Padre, que entregaste incluso a tu Hijo por mí,
el Unigénito, Luz de Luz que en su muerte nos dio la vida.
¡Tanto amaste al mundo! ¿Cómo podría dudar y temer?
Aunque me condujeras por senderos oscuros, oh Señor, yo lo quiero arriesgar.

Yo sé que Tú eres mi Padre, que me dio a María como Madre,
la Madre tres veces Admirable, para que camine seguro de su mano
y, como María, pronuncie en silencio: Señor, tu amor nunca me engaña.
Tu voluntad, oh Dios, se cumpla en mí,
yo quiero lo que quieras Tú y como Tú lo dispongas.

Del miedo a los brazos del Padre

Emilie creció sintiendo inseguridad, tuvo que luchar con muchos miedos. Era la cuarta de doce hijos de una familia campesina del norte de Alemania.

Al crecer, ejerció de maestra en un pueblo de la cuenca del Rhur marcado por la pobreza a principios del siglo XX. Su lema era amar a los “más pobres con la mayor calidez”.

Conocer al sacerdote José Kentenich le ayudó a confiar como una hija en la providencia sabia y bondadosa del Padre Dios.

Por eso, se puso a su disposición para la fundación de las Hermanas de María de Schoenstatt, que este año está celebrando su centenario.

Paz

Poniendo su seguridad en su Padre del cielo, le ofreció toda su vida y se consagró a la Virgen María. Así finalmente se liberó de la angustia.

Trabajó durante nueve años al servicio de su nueva comunidad. Después una tuberculosis pulmonar fue paralizando su cuerpo.

Desde su silla de ruedas servía de otra manera: regalando paz, bondad y alegría a través de sus palabras, su mirada, su sonrisa, su fe.

Ella aceptaba sus operaciones y dolores como parte del plan de amor de su Padre Dios para su vida.

“Sí, Padre”

En su interior se fue preparando para encontrarse con Él. Y le pidió a María que le acompañara para juntas en el cielo “alabar por toda la eternidad la misericordia y la bondad de Dios”.

Al final de su vida, la Hermana Emilie escribió: “Muero serena en el espíritu de la obediencia filial”.

La postuladora de su causa de canonización, Elizabet Parodi, destaca la sencillez y confianza con la que pronunció un alegre “sí, Padre”.

Ella está estudiando algunos milagros atribuidos a la intercesión de Emilie Engel, de personas que creen en su santidad y le piden ayuda.

Patricia Navas, Aleteia

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