jueves, 4 de diciembre de 2025

No juzgar a los demás es un reto cotidiano que cuesta mucho

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No juzgar a los demás es una de las enseñanzas más desafiantes y profundas de la vida cristiana, un terreno donde se pone a prueba la virtud de la caridad

No juzgar a los demás toda una prueba para la virtud de la caridad. En medio de nuestras relaciones cotidianas, surge naturalmente la tendencia a emitir juicios sobre las acciones, palabras o decisiones ajenas. Sin embargo, Jesús nos invita a mirar a cada persona a través de sus ojos, recordando que solo Dios conoce por completo el corazón humano.

Desde una perspectiva humana, juzgar puede ser una manera de sentirnos seguros, de comparar y de afirmar nuestras ideas. Espiritualmente, la dificultad surge del orgullo y la falta de humildad. A veces olvidamos que todos somos pecadores necesitados de la misericordia de Dios.

Juzgar en la biblia

La Sagrada Escritura nos ofrece claras enseñanzas sobre el peligro de juzgar y la importancia de la misericordia. En el Evangelio de san Mateo, Jesús nos dice sin rodeos:

No juzguen, para que no sean juzgados” (Mt 7,1).

Y san Lucas añade:

“Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso (Lc 6,36).

Estas palabras nos recuerdan que emitir juicios sobre el comportamiento de otras personas nos aparta de la actitud de compasión que Dios quiere para su pueblo.

Porque ¿quién conoce el corazón de sus hermanos? Solo Dios. Con frecuencia encontramos personas con múltiples problemas y creemos que nosotros fácilmente se los resolveríamos "si nos pidieran nuestra humilde opinión". Pero la realdad es que desconocemos el porqué de sus decisiones. Dice un refrán "ojos vemos, corazones no sabemos".

Además, Jesús nos invita a mirar primero nuestro propio corazón:

“¿Por qué miras la paja en el ojo de tu hermano y no ves la viga en el tuyo?” (Mt 7,3).

Los juicios temerarios

El Catecismo de la Iglesia Católica señala que el juicio temerario es contrario a la caridad (CIC 2477). Nos advierte sobre el daño que puede causar juzgar sin fundamento y nos llama a practicar la benevolencia en nuestros pensamientos y palabras.

Y la caridad exige que interpretemos siempre de la mejor manera posible las intenciones y acciones del prójimo. Es un llamado a la paciencia y a la comprensión, reconociendo que cada persona lleva luchas y heridas que no siempre son visibles.

La experiencia de los santos

Muchos santos han reflexionado sobre la dificultad de no juzgar. Santa Teresa de Calcuta decía: “Si juzgas a la gente, no tienes tiempo de amarla”. San Francisco de Sales aconsejaba: “No juzgues, para que no seas juzgado; sé indulgente con las debilidades ajenas, pues tú también tienes las tuyas”.

Estas enseñanzas nos invitan a mirar al prójimo con ternura y humildad, reconociendo nuestra propia fragilidad.

Pero este es un reto diario que nos invita a vivir la caridad cristiana en profundidad. Siguiendo el ejemplo de Cristo, aprendamos a acoger al otro con misericordia y comprensión, dejando el juicio en manos de Dios.

La invitación es clara: mirar a los demás con ojos limpios, practicar la humildad y crecer en amor. Así, nuestro corazón se asemejará cada vez más al de Jesús, quien vino a salvar, no a condenar.

Mónica Muñoz, Aleteia

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