
"Como el ciervo sediento busca el agua viva, así mi alma te busca a ti, Dios mío. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo podré presentarme ante Dios?" (Sal.41) Louis también lleva mucho tiempo buscando a Dios. Aunque llegó tarde a la fe, este antiguo militar, que ahora dirige su propia consultoría de metrología, está orgulloso de haber elegido ser católico. "Tengo suerte de haber hecho esta profunda elección. La gran gracia de los catecúmenos es recibir esta llamada vibrante a seguir a Cristo", explica a Aleteia. "Nunca lo creí hasta que lo sentí de verdad". Tras años de camino, Louis se prepara para ser bautizado en Pascua, a la edad de 53 años.
Louis, nacido Karim, es fruto de un matrimonio mixto entre un tunecino de tradición musulmana y una vandeana de tradición católica. Aunque fue educado durante parte de su vida por sus abuelos católicos, más bien conservadores, no fue bautizado ni asistió a Misa, como él mismo recuerda: "Aunque no era ajeno a la fe católica, no la conocía realmente. Tener un padre musulmán y una madre cristiana me llevó a una especie de flexibilidad, mientras crecía en una ciudad comunista (Bègles, nota del editor) donde el ateísmo era fuerte".
No tengo miedo de abandonar mi fe, sino de no poder estar a la altura de ese amor en el tiempo que me queda de vida. ¡Ojalá pudiera dar una milésima parte de lo que Él hace por mí!
Sin embargo, a los 21 años, Louis tuvo su primer encuentro con Dios. Fue tan fugaz como poderoso. Durante un curso de comando en la montaña, cerca de Barcelonnette, Louis se encontró con sus compañeros en una cresta. Frente a la inmensidad, en el techo de esos Alpes de dientes cincelados, el joven quedó prendado.
"Sentí algo indefinible. Me sentí grande y pequeño al mismo tiempo. Sentí que no estaba solo. Más tarde, me di cuenta de que por fin había tenido mi primer contacto con Dios".
Pero a Dios le gusta tomarse su tiempo. Su propio tiempo, que no tiene otra medida que la eternidad. Es el dueño de las circunstancias.
El segundo encuentro no tendría lugar hasta veinte años más tarde. Louis estaba en Túnez, donde atravesaba "una gran agitación interior" ligada a un corazón roto. "Me sentía perdido, atravesaba una especie de crisis y necesitaba volver a centrarme", recuerda.
Con una asociación, partió de Cartago para trazar un camino de peregrinación (la Vía Augusta, tras las huellas de san Agustín). Durante quince días, caminó junto a monjas con las que compartió reflexiones y experiencias. Entonces, frente al baptisterio de una basílica abandonada, se produjo la explosión. "Fue entonces cuando lo supe. Supe que esto era lo que estaba buscando; que por fin había encontrado a Dios".
Aunque está casado con una musulmana, que tampoco es practicante, Louis se mostraba receloso ante la reacción de quienes le rodean. "Tenía miedo al rechazo. Me daba mucho miedo, sobre todo que la gente me viera de otra manera. Pero mi mujer me apoyó mucho, y fue ella quien me ayudó a solicitar el bautismo", confiesa.
Bautizado para dar testimonio
Cuando Louis fue a Misa por primera vez, tuvo una experiencia casi mística. "Cuando terminó la Misa, no podía salir de la iglesia", recuerda. "Era como si estuviera atornillado a mi silla, y me quedé petrificado por la grandeza de lo que acababa de vivir. Era como un recién nacido que acaba de salir del vientre de su madre, dejar la iglesia me producía una especie de desgarro. Pero por fin estaba completo. Me invadió una profunda alegría interior. Tras año y medio de catecumenado, Louis afirma que su conversión le ha "tranquilizado" y no oculta su impaciencia por recibir el sacramento del bautismo, para el que ha elegido su nuevo nombre de pila. "Ya no busco a Dios, estoy con Él, o más bien Él está conmigo, pero nunca estoy solo. He encontrado un confidente y un amigo".
A pocas semanas del día tan esperado, Louis afirma que se fortalece "día a día" en su fe. Su único temor: no tener tiempo suficiente en esta tierra para dar testimonio. "Recibir el mensaje de Dios es una gran gracia, pero hay que compartirlo, de lo contrario todo está perdido. No tengo miedo de abandonar mi fe, sino de no poder estar a la altura de ese amor en el tiempo que me queda de vida. Si pudiera dar una milésima parte de lo que Él hace por mí".
Cécile Séveirac, Aleteia
Vea también La Iniciación Cristiana