“El momento más importante de nuestra vida es, indiscutiblemente, el momento en que morimos. La forma en que muramos determinará para toda la eternidad nuestro destino eterno: ¡salvados o condenados, en el cielo o en el infierno! No existe otra posibilidad”, explica el padre Ed Broom, religioso oblato y especialista en divulgación de temas de espiritualidad.
Los grandes santos a lo largo de la historia han predicado mucho sobre la Escatología, meditando sobre la muerte, el juicio final, el cielo, el infierno, el purgatorio y sobre la eternidad. El padre Broom recuerda que San Alfonso de Ligorio, doctor de la Iglesia, llegó a escribir una obra maestra espiritual que llevaba un título de lo más revelador, Preparación para la muerte.
Pero es el mismo Cristo el que predicó constantemente sobre ello. Los Evangelios están repletos de las exhortaciones de Jesús en las que pide estar preparado.
Habló de la muerte comparándola con el ladrón en la noche o hablando de los amigos desprevenidos del Esposo. Jesús utilizó también la imagen del agricultor rico que construye un granero más grande, pero fue sorprendido por la muerte esa misma noche.
“En términos muy claros, Jesús nos advierte recurrentemente que debemos estar preparados para nuestra propia muerte, porque no sabemos ni el día, ni la hora, ni el modo en que el fantasma de la muerte llamará a la puerta de nuestras vidas”, añade este sacerdote.
Santa Catalina de Sienta, otra gran doctora de la Iglesia, lo explicó también de forma formidable: “Los dos momentos más importantes de nuestra vida son los siguientes: ahora y en la hora de nuestra muerte”.
Para estar preparado para la muerte, Ed Broom ofrece con sus propias palabras 10 consejos prácticos para prepararse para este momento, aunque "no sabemos ni el día ni la hora”:
Preparados para encontrarse con el Señor Jesús
1. Vive cada día como si fuera el último
Cada mañana cuando te despiertes da gracias a Dios y reza tu oración de la Mañana. Pero luego reflexiona sobre la posibilidad real de que éste sea el último día de tu vida. Vive cada día que Dios te ha dado como un regalo, como si realmente fuera a ser tu último día. Eso significa en concreto hacer todo para agradar a Dios. Como dice San Pablo: “ya sea que comas o bebas, hazlo todo para el honor y la gloria de Dios”.
2. Huye del veneno
Las dos peores cosas que podrían ocurrir en nuestra vida serían cometer un pecado mortal, pero peor sería morir en estado de pecado mortal. Visualiza el pecado, especialmente el pecado mortal como un veneno. Lo que el veneno es para el cuerpo, así es el pecado mortal para el alma: ¡es fatal y mortal!
3. Arrepentirse y convertirse
Si de hecho nos encontramos en el estado de pecado mortal, entonces debemos esforzarnos con todo nuestro ser y la fuerza de nuestra voluntad para salir de ese estado. ¿Cómo? Primero pedir la gracia de hacer un acto de contrición perfecto; luego, cuanto antes, recurrir a hacer una confesión sacramental bien preparada. Una vez hecho, hemos vuelto al estado de gracia santificante y de amistad con el Señor Jesús.
4. Meditar a menudo sobre los Novísimos
En efecto, es muy saludable, por decirlo suavemente, meditar a menudo, incluso a diario, sobre las Últimas Cosas. Si quieres, para que te sirva de guía: un día moriré y no sé cuándo; entonces Jesús me juzgará por todo lo que he hecho. Es el momento de la verdad. ¿El resultado neto? Iré al cielo o al infierno y para toda la eternidad. Meditar en estas verdades terrenales, con la ayuda de la gracia de Dios, puede convertir al más endurecido de todos los pecadores y llevarlo de vuelta a la gracia y la amistad de Dios.
5. Recordar las muertes inesperadas y repentinas
A diario nos sorprenden con noticias sobre muertes, a menudo repentinas e inesperadas. Sitúate en la página de ese diario porque tarde o temprano, y quizá más temprano que tarde, ese será mi nombre escrito en letras grandes en la sección de obituarios del periódico.
6. Meditar sobre la parábola del rico insensato
Después de una cosecha abundante y de la construcción de nuevos y amplios graneros quiere relajarse y disfrutar de la vida. Jesús llama a este hombre y la razón de ser un insensato de primera clase es porque esa misma noche su vida será cortada y todas sus posesiones se convertirán en humo. Aunque corta y aleccionadora, esta Parábola va al grano y nos muestra el carácter serio de lo efímero y transitorio de la existencia humana.
7. El discurso del Pan de Vida: la Misa y la Eucaristía
Lee y medita a menudo el "Discurso del Pan de Vida" (Juan, 6). Luego, anímate a asistir a la Misa diaria, en la medida en que te sea posible según tu estado de vida. Luego, estando en estado de gracia recibe la Sagrada Comunión con gran fe, amor, devoción y hambre… la Promesa de Jesús es muy consoladora: “Yo soy el Pan de Vida. Quien come mi Cuerpo y bebe mi Sangre tendrá vida eterna y yo lo resucitaré en el último día”. La recepción frecuente de la Sagrada Comunión estando en estado de gracia y la salvación eterna son sinónimos.
8. Pedir la Gracia
San Agustín afirma que todos nosotros somos verdaderos mendigos ante Dios. Necesitamos desesperadamente la ayuda y la gracia de Dios en todo tiempo y lugar, y muy especialmente en la hora y el momento de nuestra muerte. Suplica a María, a los ángeles, a tu ángel de la guarda y a todos los santos la gracia de todas las gracias, en palabras de San Alfonso de Ligorio, que es morir en estado de gracia. Jesús nos manda: “Pedid y recibiréis; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá la puerta” (Mateo 7,7) ¿Por qué no pedir, buscar y llamar para obtener la gracia de una muerte santa y feliz y la salvación de nuestra alma inmortal?
9. Últimos sacramentos y el perdón
Haz escribir e informar a tus familiares, amigos y seres queridos que en tus últimos momentos deseas recibir los tres últimos sacramentos: la confesión, la unción de los enfermos y el viático, la Santa Eucaristía. Especifica también que deseas recibir del sacerdote el Perdón Apostólico. Con ello recibirás una Indulgencia Plenaria en la que se perdonan todos los pecados y se remiten las penas temporales. Si lo haces, estarás preparado para encontrarte con Jesús, que no será tanto tu Juez sino tu amoroso Salvador y Redentor.
10. Nuestra Señora: el Avemaría y el Santo Rosario
Acostúmbrate desde ahora a rezar el Ave María, y mejor aún, rezar el Santísimo Rosario. ¡En efecto, cada vez que rezas el Rosario te estás preparando para la muerte 50 veces! Así es: ¡preparación para la muerte 50 veces en cada Santo Rosario rezado! ¿La prueba? “Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”. Si formamos seriamente el hábito del rezo diario del Santísimo Rosario a la Santísima Virgen María, entonces, cuando estemos muriendo, María misma se acercará a nosotros y nos ayudará a morir arrepentidos del pecado, confiando en la infinita misericordia de Jesús y amándolo hasta el final. La Virgen nunca fallará a sus amigos fieles, a los que han rezado fielmente el Santísimo Rosario.
En conclusión, recemos unos por otros para obtener la gracia de todas las gracias, que es morir en estado de gracia santificante. Si lo hacemos, nuestra alma se salvará y viviremos para amar, alabar y adorar a Dios con los ángeles y los santos por toda la eternidad. “Santa María, Madre de Dios ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén”.
ReL
Vea también La muerte del cristiano: doctrina y vivencia de esta realidad
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