domingo, 3 de noviembre de 2024

«Cuando el Señor venga, en primer lugar, nos preguntará: '¿Has amado?'», nos recuerda el Papa

 

El Papa Francisco rezó la oración mariana junto a cientos de fieles congregados en la Plaza de San Pedro este domingo 3 de noviembre, donde subrayó que no importan las prácticas exteriores, sino cómo nos amamos unos a otros.

“Amarás al Señor tu Dios” y “amarás a tu prójimo” es el “corazón de nuestra fe”, planteó el Santo Padre en su alocución precedente al rezo mariano del Ángelus.

Tal y como recoge Vatican News, dirigiéndose a los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro y comentando el Evangelio de este domingo, el Papa retomó un pensamiento expresado en su reciente encíclica Dilexit Nosel corazón es “la fuente y la raíz de todas sus demás potencias, convicciones, pasiones, elecciones”. Y Jesús, observó el Sucesor de Pedro, nos dice que la fuente de todo es el amor, que no debemos nunca separar a Dios del hombre.

El Pontífice afirmó que no cuentan las prácticas exteriores, sino cómo nos amamos entre nosotros. Además, reconoció que podemos hacer muchas cosas, pero hacerlas solo para nosotros mismos y sin amor, con el corazón distraído o cerrado. “Y esto no va”, agregó el Pontífice de manera espontánea, acotando que hay que realizarlas “con amor”.

“Cuando el Señor venga, en primer lugar, nos preguntará ante todo sobre el amor: '¿Has amado?'”, destacó el Papa.

Por ello, Francisco insistió en la importancia de fijar en el corazón el mandamiento más relevante. “¿Cuál es?”, reiteró. “Ama al Señor tu Dios y ama a tu prójimo como a ti mismo”, replicó.

A continuación, sugirió efectuar un examen de conciencia diario para preguntarnos si el amor a Dios y al prójimo es el centro de nuestra vida y si nuestra oración a Dios nos empuja a ir hacia los hermanos y a amarlos con gratuidad. Asimismo, incentivó a interrogarnos: “¿Reconozco en el rostro de los otros la presencia del Señor?”.

El Sucesor de Pedro concluyó su intervención invocando a la Virgen María, que llevaba la ley de Dios impresa en su corazón inmaculado, para que “nos ayude a amar al Señor y a los hermanos”.





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