"Cuando así rezaba, vi la impotencia del ángel que no podía cumplir el justo castigo que correspondía por los pecados" - Santa Faustina
“Pelea como un guerrero”, con estas palabras, Nuestro Señor pidió a Santa Faustina que actuará como guerrera durante su tiempo en esta Tierra, luchando por el reino de Dios y la salvación de las almas.
Queridos
amigos, somos guerreros luchando en el campo de batalla de la fe mientras los
ángeles y los santos nos animan. Esos hermanos que han enfrentado a la antigua
serpiente y sus secuaces y reclamado la corona de la victoria, no solo para
ellos mismos, sino para incontables almas humanas, ¡tan preciosas para Dios!.
Hacemos
bien en estudiar a estos vencedores de la misma manera que los jugadores de
fútbol estudian las grabaciones de los grandes que han pasado antes que ellos.
Así que estudiemos a Santa Faustina, una de las más grandes guerreras que jamás
haya luchado por el reino de Dios en la Tierra.
Nuestro
Señor Jesucristo le dio a Santa Faustina muchas armas para luchar: armas para
invocar la misericordia de Dios y llevar una luz cegadora al campamento
enemigo.
Una
de las más grandes que le dio es, sin duda, la poderosa oración conocida como
la Coronilla de la Divina Misericordia.
(No
puedo enfatizar esto lo suficiente: esta oración llena de poder puede ser
rezada devotamente en solo cinco minutos)
El
Padre Ken Geraci de los Padres de la Misericordia señala en su libro "Guerra Espiritual y
la Divina Misericordia: Un arma para nuestros tiempos":
"De todas las armas
devocionales en nuestro arsenal, me gustaría sugerir que la Coronilla de la
Divina Misericordia es la mayor de ellas, incluso más poderosa que el
Rosario."
Continúa
diciendo que no está enfrentando estas dos oraciones entre sí, sino que
simplemente anima a las almas a añadir la Coronilla de la Divina Misericordia
diariamente a su arsenal espiritual. Yo lo hago con todo mi ser.
En
este punto, es muy importante que volvamos a cómo se le dio la Coronilla a
Santa Faustina:
"Por la tarde,
estando yo en mi celda, vi al ángel, ejecutor de la ira de Dios. Tenía una
túnica clara, el rostro resplandeciente, una nube debajo de sus pies, de la
nube salían rayos y relámpagos e iban a las manos y de su mano salían y
alcanzaban la tierra. Al ver esta señal de la ira divina que iba a castigar la
tierra y especialmente cierto lugar, por justos motivos que no puedo nombrar,
empecé a pedir al ángel que se contuviera por algún tiempo y el mundo haría
penitencia. Pero mi súplica era nada comparada con la ira de Dios. En aquel
momento vi a la Santísima Trinidad. La grandeza de su majestad me penetró
profundamente y no me atreví a repetir la plegaria. En aquel mismo instante
sentí en mi alma la fuerza de la gracia de Jesús que mora en mi alma; al darme
cuenta de esta gracia, en el mismo momento fui raptada delante del trono de
Dios. Oh, qué grande es el Señor y Dios nuestro e inconcebible es su santidad.
No trataré de describir esta grandeza porque dentro de poco la veremos todos,
tal como es. Me puse a rogar a Dios por el mundo con las palabras que oí dentro
de mí.
Cuando así rezaba, vi la
impotencia del ángel que no podía cumplir el justo castigo que correspondía por
los pecados . Nunca antes había rogado con tal potencia interior como entonces.
Las palabras con las cuales suplicaba a Dios son las siguientes: Padre Eterno,
te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo,
nuestro Señor Jesucristo, por nuestros pecados y los del mundo entero. Por su
dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros" (Diario 474 - 475).
Como
afirma el Padre Geraci, debemos recordar con principal importancia que:
"Cuando rezas la
Coronilla de la Divina Misericordia, rezas con el mismo poder que Santa
Faustina”.
El
tiempo es corto. El mal está más presente que nunca y puede parecer que estamos
rodeados por todos lados. Les imploro, sin embargo, no pierdan el corazón, no
pierdan la esperanza.
En
cambio, tomen la espada llena del poder de Dios conocida como la Coronilla de
la Divina Misericordia y atraviesen las líneas enemigas. Rompan las trampas,
los pecados y las ilusiones que les impiden a ustedes y a sus familias abrazar
el Evangelio.
Tomen
la espada de la Coronilla de la Divina Misericordia e invoquen los rayos
curativos de Jesucristo: ¡la Luz tan brillante que la oscuridad nunca la
vencerá!
"Si nos consideramos
soldados para Cristo y nuestros días los pasamos patrullando en territorio
enemigo, mantendrías tu arma en tu mano y estarías listo para luchar al primer
signo de peligro. Deberíamos tener nuestro rosario en nuestras manos en todo
momento, listos para la batalla”.
Martin Marie, chuchpop
LA CORONILLA A LA DIVINA MISERICORDIA
(para rezarla con las cuentas del rosario)
Al comienzo:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.
Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita Tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, La Santa Iglesia Católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.
Al comienzo de cada decena (1 vez):
Padre Eterno, Te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero.
En cada cuenta de la decena (10 veces):
Por Su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero.
Al terminar (3 veces):
Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero.
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