La lección más revolucionaria que dejó la «santa más grande de los tiempos modernos», Teresita del Niño Jesús, todavía es desconocida por muchos cristianos
¿Te sientes frustrado en tu vida cristiana? ¿Te acomplejas ante el testimonio de los santos y crees que tú no puedes? Una de las santas más grandes de todos los tiempos sentía lo mismo que tú… Hasta que encontró la solución: el ascensor al Cielo.
Estamos hablando de santa Teresita del Niño Jesús (1873-1897), religiosa carmelita descalza francesa, fallecida a los veinticuatro años, declarada por los papas «patrona mundial de las misiones», «doctora de la Iglesia» y «la santa más grande de los tiempos modernos».
El malentendido
Como a muchos de nosotros nos ha sucedido, Teresita vivía en una comunidad eclesial bastante rigorista, donde el cristianismo a veces se confundía con las formas o con la ética.
Al mismo tiempo, le encantaban las historias de los santos, historias de amor a Dios heroico, sellado con la entrega de la propia sangre.
Se sentía encerrada en un gran malentendido: nunca podría ser santa, pues no tenía ni la fuerza, ni el valor, de los mártires o misioneros que tanto admiraba.
Dos años antes de morir, por indicación de su hermana, sor Paulina, que también era religiosa, Teresita comenzó escribir en un cuaderno sus apuntes espirituales que, después, se convertirían en «Historia de un alma», la historia de su alma.
En el capítulo X de esta obra, Teresa de Lisieux reconoce: «siempre he deseado ser santa. Pero, ¡ay!, cuando me comparo con los santos, siempre constato que entre ellos y yo existe la misma diferencia que entre una montaña cuya cumbre se pierde en el cielo y el oscuro grano que los caminantes pisan al andar».
A continuación, la joven religiosa revela cómo fue capaz de superar este complejo: «Dios no puede inspirar deseos irrealizables; por lo tanto, a pesar de mi pequeñez, puedo aspirar a la santidad», se dijo así misma.
Un caminito totalmente nuevo
Teresa reconoce que ante todo es necesario «soportarme tal cual soy, con todas mis imperfecciones».
Al mismo tiempo, quiere «buscar la forma de ir al cielo por un caminito muy recto y muy corto, por un caminito totalmente nuevo».
La religiosa escribía en momentos en los que los nuevos motores y la revolución industrial estaban transformando al mundo.
De manera totalmente genial encuentra precisamente en los descubrimientos de su época la imagen que le sirve para encontrar la senda para llegar a Dios.
«Estamos en el siglo de los inventos –escribe la joven religiosa carmelita–. Ahora ya no se necesita subir los peldaños de una escalera; un ascensor los reemplaza ventajosamente en la casa de los ricos».
Y asegura: «también yo quisiera encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, porque soy demasiado pequeña para subir la ruda escalera de la perfección».
El ascensor
Santa Teresa reconoce que ha buscado en los libros y en la Biblia indicaciones para descubrir «este ascensor».
Encontró la respuesta parafraseando las palabras de Jesús en el Evangelio: «Si alguien es muy pequeño, que venga a mí».
Teresa confiesa: «Entonces fui, adivinando que había encontrado lo que buscaba. Y queriendo saber, Dios mío, lo que harías con el pequeñito que responde a tu llamada, continué mi búsqueda, y he aquí lo que encontré: Como una madre acaricia a un hijo, así les consolaré yo; les llevaré en mis brazos y sobre mis rodillas les meceré».
«Nunca palabras más tiernas ni más melodiosas alegraron mi alma –reconoce Teresita–. ¡El ascensor que ha de elevarme hasta el cielo son tus brazos, Jesús! Y para eso, no necesito crecer; al contrario, tengo que seguir siendo pequeña, tengo que empequeñecerme más y más».
«Confianza y amor»
El Papa Francisco, admirador declarado de santa Teresita, sintetiza en dos palabras el secreto del ascensor al Cielo: «Confianza y amor» (Cf. Audiencia general, 6 de abril de 2011).
«Confianza como la del niño que se abandona en las manos de Dios, que requiere un compromiso inquebrantable, radical, del verdadero amor, que es don total de sí mismo, para siempre».
En una palabra, como escribió santa Teresa en una de sus poesías: «Amar es darlo todo, darse incluso a sí mismo».
Ahora tú también has encontrado el ascensor para subir al Cielo.
Vea también Los Sacramentos: Puertas al Cielo
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