Consejos para establecer un diálogo con un adolescente y construir una relación de confianza verdadera y duradera
Los padres de los adolescentes pueden dar testimonio de ello: las relaciones con sus hijos cambian cuando el niño o niña se convierte en adolescente. “Entonces los padres ya no pueden ejercer su autoridad de manera tan vertical como durante la infancia, sino acompañando al joven en su día a día”, subraya Pascale Morinière, médico generalista y vicepresidente de Asociaciones de Familias Católicas de Francia (AFC) en su libro sobre educación afectiva y sexual en la adolescencia “Au secours, mon bébé a grandi !” (En francés, “¡Socorro, mi bebé ha crecido!”.
Explica el doctor que “será necesario que los padres escuchen, que acepten el debate, que inviten al joven a plantearse preguntas, que señalen las consecuencias y que pasen tiempo con el adolescente cuando lo necesite, manteniendo siempre la confianza”.
Aunque los límites y las prohibiciones son necesarios, no son suficientes. “La mejor protección es una educación a través de una relación de acompañamiento y de diálogo, pacientemente tejida a lo largo del tiempo”, precisa Pascale Morinière. Esto requiere compromiso, esfuerzo, tiempo, valor y una cierta maestría en el arte de dialogar con un adolescente, a veces reticente a las confidencias.
Utilizar la tercera persona
Formular el diálogo en tercera persona del singular, haciendo referencia a una persona externa, a un personaje de un libro o de una película, permite abordar temas íntimos sin necesidad de entrometerse en la vida del adolescente. Esto permite transmitir ciertos mensajes al tiempo que se mantiene una distancia cómoda para el adolescente.
Aunque no es algo fácil de aplicar en el día a día, este método sí es particularmente útil para abordar o profundizar en un tema aprovechando la oportunidad que cree un libro, una película o una situación relativa a personas externas a la familia.
Acompañar las negativas con explicaciones
“Los adolescentes necesitan unos padres sólidos, que sepan decir no y se atrevan a establecer diálogo con sus hijos”, insiste Pascale Morinière. El diálogo no quiere decir laxismo y no entraña necesariamente la adhesión del joven, pero demuestra al joven que se le está tomando en serio y que los padres dedican el tiempo necesario para explicarle su punto de vista. Si las frases negativas o de prohibición se acompañan de explicaciones, si se enuncian sin cólera y sin gritar, mirando al hijo o hija a los ojos, plantean un límite estructurador al mismo tiempo que dicen: “Tienes valor propio, a mis ojos eres precioso y cuido de ti”. El adolescente tiene capacidad para comprender esto.
Saber escuchar
Una escucha activa es necesaria para establecer un auténtico diálogo con un adolescente. Si escuchamos de forma distraída sus palabras, mientras hacemos alguna tarea doméstica sin prestarle atención realmente o con un ojo en el móvil, el o la adolescente puede sentirse rápidamente incomprendido y terminar por sumirse en el silencio.
Plantear cuestiones abiertas
Iniciar un diálogo es más fácil si se plantean preguntas abiertas que inviten al adolescente a desahogarse o, por lo menos, tener tiempo de responder de manera holgada y no con intervenciones forzadas sin sustancia. Así, mejor es decir “¿qué tal te ha ido el día?” que preguntar “¿te ha ido bien en la clase de historia?”.
Dar una oportunidad para mantener vivo el diálogo
Para que nazca y se mantenga un auténtico clima de diálogo y confianza, ¡no interrumpas a tu adolescente! Déjale hablar a su ritmo, incluso respetando los momentos de silencio. No dudes en reformular sus palabras para demostrar que has comprendido bien sus sentimientos. Por último, demuestra receptividad, mira a los ojos y expresa signos de interés con tu actitud y tus palabras.
Mathilde De Robien, Aleteia
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