Aterrizado a la vida matrimonial:
Marisa: Antes no estaba el Señor en nuestro matrimonio, aunque yo creía que sí. Pero en realidad me creía autora de lo que acontecía y me creía necesaria. Entonces comprendí el Corazón de Jesús. Cómo Él sana acogiendo, acercándose, tocando. La gente se sentía a gusto con Él y se le acercaba. Me di cuenta que mi esposo no estaba a gusto conmigo y no se me acercaba. El amor de Cristo no estaba en mí. Estaba mi vanidad y mi perfeccionismo.
Matrimonio Tutor: Eso que estás diciendo, Marisa, es el resultado de mucha luz del Espíritu Santo. Da muchas gracias a Dios. Pero, sigue, por favor.
Marisa: Tenía que apartarme yo para que actuase Cristo. Acudía con mucha frecuencia a los sacramentos, me esforzaba por acoger a mi esposo. Oraba en estas actitudes: Señor ayúdame a acogerle como Tú. Y muchas veces superando mis emociones y sentimientos, me esforzara porque se sintiese a gusto conmigo. No le iba a intentar mejorar si él no me lo pedía. Sólo acoger. Sólo que desease estar conmigo como si fuera Cristo. Y esa fue mi batalla. Me di cuenta lo vanidosa que estaba siendo.
Rafael (Esposo de Marisa): Cuando vi que un día y otro día se esforzaba por estar agradable para mí, luchaba por ello, y poco a poco el Señor la iba sanando, me relajé. Bajé mi escudo, y me quité la armadura. Literalmente “me desarmó”. Y empecé a ver en ella la ayuda adecuada que necesitaba en mi vida. Pasé de estar solo a estar juntos. Y me fui dejando conducir por ella al Señor. Y Él me sanó.
Madre,
Cristo siempre sana. Si no hay sanación, es que no está Cristo. Tenemos que descubrir qué hemos hecho con Él, por qué le hemos relegado, pero si está Él, Él sana, Él une. Alabado sea el Señor, que está siempre presente entre nosotros para nuestra salvación.
ProyectoAmorConyugal.es, ReL
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