Abrazar y empezar a cultivar la castidad no es siempre una tarea fácil. Si has crecido en un ambiente católico y desde muy pequeño te lo han inculcado puede ser más sencillo. La cosa se complica cuando, como San Agustín, la conversión se va dando en edad adulta y empiezas a entender lo que es la castidad y el significado de la pureza en tu vida. Del mismo santo podemos intuir lo difícil que le resultó conquistar esta virtud, a menudo rezaba: «Señor dame castidad pero no ahora»(Dios se la dio, en el momento que Dios lo designó y San Agustín la abrazó con todo su corazón).
Hoy esa oración hace mucho sentido. En un mundo como el nuestro, hablar de castidad puede sonar a locura. ¿Quién va a querer enfrentarse al mundo con lo que hoy más proclama y más «disfruta»? El mundo ciego, no quiere ver que la castidad es una virtud realmente hermosa, que te permite conocer quién eres y a qué estas llamado. No es simplemente no tener relaciones sexuales mientras estás soltero y tenerlas cuando estás casado. ¡No! La castidad es mucho más, es una virtud que abarca toda la sexualidad humana y nos permite vivirla correctamente. Explicar esto en un ambiente sin Dios es una tarea titánica, casi imposible. Por lo tanto imagínense lo que debe vivir una chica, y más aún un chico, que decidió abrazar y cultivar esta virtud entrada la edad adulta. ¿Quién va querer agarrarme la mano «solamente» casi a mis treinta años? Por muy loca que pueda parecer esta pregunta, en un mundo tan sexualizado como el que vivimos, es completamente válida.
He escuchado a muchas chicas y a algunos chicos decir que salir con alguien en estos días es casi un ejercicio de sobrevivencia. Que las opciones se ven limitadas solo a salir con chicos católicos y que estos encima son, o muy escasos o incongruentes con su fe. ¡Cómo cansa sentirse la rara del grupo! o tener que argumentar una y mil veces el estilo de vida que llevas. El prejuicio que la gente tiene de ti es muy grande y te resta posibilidades.
Lo común en el ser humano es la búsqueda del amor, de amar y ser amado y es aquí donde nosotros, los cristianos, tenemos la gran ventaja: Nosotros conocemos a Aquel que es el amor mismo. Dicho esto, me atrevo a dejar unos consejos que alguien me dio hace un tiempo atrás sobre relaciones en el mundo de hoy y castidad. Los he venido guardando en mi corazón y hoy los comparto con ustedes:
1. La amistad es algo realmente importante
Una buena relación se empieza con una buena amistad. ¿Cómo vas a decir que amas a alguien si no lo conoces? Alguien te puede parecer muy atractivo pero más allá de esa atracción, ¿quién es esa persona? La amistad es un camino hermoso que recorrer. Aprende a ser un buen amigo. Escuché a Jason Evert decir algo así como: «¿Cuántas películas recuerdas en la que se muestre una verdadera amistad entre un hombre y una mujer sin que una relación sexual no esté de por medio?». Y es cierto, nos estamos comprando la idea que la amistad entre un hombre y una mujer en algún punto tiene que involucrar una relación sexual. Y eso no es cierto.
2. Conócete y establece qué es lo que quieres
Antes de estar con alguien tienes que saber qué es lo que quieres para ti y qué es lo que esperas de la otra persona. Si no sabes qué es lo que quieres es mejor que no empieces ningún tipo de relación. Es importante que te conozcas, que por lo menos te hayas hecho alguna pregunta sobre tu vocación, sobre si verdaderamente el matrimonio es un camino para ti. Si no tienes muy claras las cosas para qué salir con alguien: ¿para pasar el tiempo?, ¿para no sentirte solo o sola? No seamos irresponsables y juguemos con los sentimientos de los demás. Pregúntate que quieres y sobre todo pregúntate qué tipo de persona estás buscando. De lo contrario más de uno saldrá herido.
3. No llenes de argumentos a alguien que no conoce qué significan
Parece que desde la primera cita hay que estar a la defensiva y ni siquiera sabemos el apellido del chico… En lugar de escandalizarnos, o peor aún encontrarnos en una situación incómoda en la que la defensa consiste en gastarnos hablando de que somos católicos y creemos en la castidad y bla bla bla… Seamos más astutos. La castidad se entiende con Dios de la mano. Si sabemos que la otra persona no es católica o lo es solo de palabra, tratar de explicarle a la primera sobre la castidad va a ser una pérdida de tiempo y en algún caso una gran provocación. La vida íntima no se argumenta con alguien que no conoces. Si no quieres que la otra persona te toque o si quiera insinúe alguna proposición de poca moral, evita el tema, conversa de otra cosa, no se queden solos… Sí, efectivamente está el tema del auto y subirse sola al auto, ¿no? Revisa el primer punto: antes de salir con alguien, primero ¡sean amigos!
4. Comparte tus valores y juntos establezcan un compromiso
Ser católico implica vivir una vida de castidad. Vivir la castidadd no es simplemente abstenerse de relaciones sexuales, sino conocer verdaderamente quién eres como hombre o como mujer. La castidad es el uso correcto de tu sexualidad. Comprométete en tu vida a comprender qué significa la castidad en tu vida, date un tiempo para aprender sobre ella, frecuenta los sacramentos y haz un verdadero compromiso de vida contigo y con Dios. Es Él, el que te dará la fortaleza que necesitas para enfrentar los obstáculos, es más, los enfrentará contigo.
5. Eleva la valla
Cuántas veces he escuchado: «Es que los hombres son así». Yo tengo un hijo hombre, es muy pequeño aún, es verdad, pero cada vez que escucho esa frase pienso en él: nunca, pero nunca quisiera que alguien se conforme con sus caprichos o sus debilidades y no lo rete a ser una mejor persona, a dar lo mejor de sí mismo. Las mujeres somos capaces de convertir a un cualquiera en un caballero en la medida en que «elevamos la valla». Así que seamos específicas y pongamos límites. Es verdad que existe un temor, que creo que en parte es producto de la presión social por tener que salir con alguien sin importar quien sea y por otro lado y muy grande es por la falta de fe. Eleva la valla, exige respeto.
6. Utiliza el humor y la inteligencia
El humor siempre es un buen aliado. No necesitas discutir sobre tu religión o tu posición con alguien con quien supuestamente estás teniendo una relación con miras a algo serio. Si están juntos es porque hay cariño y afecto de por medio. Usa tu sentido del humor e inteligencia. Si esa persona no conoce sobre Dios rétalo a que investigue, a que hable con otras personas. No todas las respuestas se las tienes que dar tú,muchas de ellas o no las sabes o puede que tengas argumentos débiles. Esto también para ti es un reto, fórmate y afianza tu fe y tu decisión de seguir a Cristo, no hay mejor evangelización que el testimonio propio con alegría. Toma sus argumentos con humor y rétalo a que él o ella investiguen por sus propios medios.
7. Conoce su ambiente familiar y sus amigos
Para esto volvamos al punto uno: sean amigos. Muchas veces cuando una relación empieza y sobre todo cuando toca el nivel físico, las parejas tienden a aislarse y empezar a vivir un mundo de ilusión solos. Así pierdes objetividad, conoces sólo una dimensión, y es obviamente ingenuo para alguien que vive la castidad quedarse a solas siempre con el enamorado. Conoce cómo se desenvuelve con sus amigos, con su familia. Los demás son testigos de la existencia de cada uno y buenos referentes especialmente cuando se está conociendo a alguien.
8. Aprende a dialogar. Escuchen, hablen, escuchen
Y en ese orden. Cómo podrías conocer a alguien si solo hablas tú y te das a conocer tú y solo hablas de ti. Esto es más frecuente en las chicas que en los chicos. Está en nuestra naturaleza. Aprendamos a escuchar, las pocas o muchas palabras que el otro tenga que decirnos, preguntemos sin temor y hablemos sin temor. Las preguntas y respuestas que obtengamos nos irá revelando quién es el otro.
9. Si algo no te queda claro tienes todo el derecho a preguntar y puedes decir no, cuantas veces quieras decirlo
«No sé si estamos saliendo, si somos amigos o si ya somos novios». ¡Cuántas veces he escuchado esto! ¡Pregunta! ¡Es tu vida! tienes derecho a preguntar y a decir que no, a poner límites con lo que no te gusta. Si eres amigo de alguien, si se conocen y tienen una relación un poco más intima que la de amistad y de pronto te dicen: «no quiero algo serio», pues está demás decirte que de ahí tienes que salir bien rápido o aclarar las cosas. Nadie puede jugar con tu vida, ni tú con la de otros.
10. No sigas saliendo con alguien solo porque esperas que algún día cambie
«Yo sé que va a cambiar, en el fondo es bueno». Salir con alguien con la esperanza de que va a cambiar por ti es un poco arrogante y bastante ingenuo. No solo te pones en riesgo tú, sino que tal vez lo único que estás haciendo es salir con una persona imaginaria, pues la realidad es bastante distinta a lo que tu crees. El proceso de cambio es algo personal, es una decisión propia iluminada por la gracia de Dios. Yo sé que terminar con alguien que te atrae es muy difícil. Busca consejo y ayuda.
11. Confía en Dios. No olvides tu vida espiritual
© Marc Brüneke/Flickr
La virtud de la castidad se vive de la mano de Dios. Frecuenta los sacramentos, construye una relación con Dios. Haz de tu vida una oración. Sí, son frases elaboradas y que has escuchado mucho. Es hora de ejecutarlas. Tenemos muchos recursos para que aprendas cómo rezar, cómo hacer un buen examen de conciencia y como ir haciendo de Jesús un gran amigo.
La castidad es un camino que vale la pena recorrer. Un matrimonio casto, en los que los novios han sabido esperar para así poder entregarse por completo y para toda la vida es un regalo realmente hermoso. Las heridas de una vida desordenada se cuelan en el matrimonio y aunque Dios efectivamente nos ha perdonado y nos ha dado la gracia de tener un matrimonio casto, hay muchas cosas como recuerdos que hieren y se llevan a cuesta. No vale la pena. La castidad siempre será la mejor opción para el verdadero amor entre un hombre y una mujer. Recuerda: como tú hay muchos, tal vez no lo digan porque vaya que es difícil decirlo y además la vida íntima no es algo que deba estar gritándose a los cuatro vientos. Solo recuerda que como tú, hay muchos más que anhelan el verdadero amor.
«Tal es el combate que tienes que sostener: una lucha continua contra la carne, el demonio y el mundo. Pero no temas; porque aquél que nos manda pelear no es un espectador indiferente, ni tampoco te ha dicho que confíes en tus solas fuerzas» (San Agustín).
Silvana Ramos, catholic-link
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