jueves, 19 de julio de 2018

Asia Bibi: Diez años detenida por no renegar de su fe

Durante este tiempo, algunas personas, por haberla defendido han sido asesinadas o forzadas al exilio. Conoce aquí todos los detalles de su caso

ASIA BIBI
Durante el 38.º período de sesiones del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, celebrado del 18 de junio al 6 de julio de 2018 en Ginebra, Suiza, el Centro Europeo para la Ley y la Justicia (ECLJ) presentó una declaración en relación al impacto de las leyes sobre la blasfemia en Pakistán y llamó la atención sobre una de sus víctimas más conocidas en el mundo, Asia Bibi.
“Las leyes sobre la blasfemia de la República Islámica de Pakistán representan una amenaza constante para las minorías religiosas”, señala la declaración del pasado 25 de junio, difundida en el sitio web del ECLJ. El organismo con sede en Estrasburgo cita como prueba la nota más polémica y más sujeta a abusos del código penal paquistaní: “Todo el que mediante palabras, verbalmente o por escrito, o mediante representación visible, o por cualquier imputación o insinuación directa o indirecta profane el sagrado nombre del Santo Profeta Mahoma (que la paz sea con él), será castigado con pena de muerte o de cadena perpetua, y pago de una multa”.

Un millar de casos de blasfemia denunciados

Desde la promulgación de estas leyes en 1986, “se han registrado más de mil casos de blasfemia, más de cincuenta personas han sido asesinadas por multitudes o individuos musulmanes extrajudicialmente, y al menos cuarenta personas se encuentran actualmente en el corredor de la muerte o cumpliendo cadena perpetua”, según el ECLJ, al tiempo que subraya que la mayoría de las acusaciones de blasfemia son “falsas”: “Instamos a este Consejo [de Derechos Humanos] a que investigue los casos de blasfemia, de ejecuciones extrajudiciales y a que exija a Pakistán que revoque o enmiende sus leyes sobre la blasfemia, ponga en libertad a las víctimas inocentes, como Asia Bibi, y lleve a los responsables de la violencia ante la justicia”.
El caso de Asia Bibi es conocido en el mundo entero. La historia de esta madre cristiana de cinco hijos, encarcelada durante nueve años, es icónica de la situación de los cristianos en Pakistán y de la presión ejercida sobre los jueces por las fuerzas extremistas. Todo comenzó en junio de 2009, cuando la trabajadora agrícola ofreció a sus colegas musulmanes beber agua de su vaso. Aquello terminó en una discusión, durante la cual Asia Bibi dijo que Jesús estaba vivo, pero que Mahoma murió. Luego fue arrestada y acusada de ofender al Profeta. El proceso en primera instancia concluyó en 2010 con una sentencia de muerte en la horca. La sentencia se confirmó tras la apelación en 2014. Hasta ahora, el Tribunal Supremo de Islamabad, que representa la tercera y última instancia, aún no se ha pronunciado.

Defender a Asia Bibi conlleva riesgo de muerte

La contención de los jueces supremos es, hasta cierto punto, casi comprensible. Revocar la sentencia y liberar a Asia Bibi provocaría una avalancha de protestas, pero todos —ya se trate de Asia, a cuya cabeza se le ha puesto precio, o de los jueces— corren el riesgo de ser asesinados por extremistas islámicos.
De hecho, algunas personas, por haber defendido la causa de las mujeres, han sido asesinadas o forzadas al exilio. El gobernador de la provincia de Punyab, Salmaan Taseer, que había ido a la prisión de Asia en Sheikhupura (cerca de Lahore) y apoyó públicamente una revisión de la ley sobre la blasfemia, calificándola de “ley negra”, fue asesinado el 4 de enero de 2011 por su guardaespaldas, Malik Mumtaz Hussein Qadri.
Otro simpatizante de Asia Bibi, el católico pakistaní Shahbaz Bhatti, ministro de Minorías Religiosas por entonces, fue asesinado el 2 de marzo de 2011, menos de dos meses después de Salmaan Taseer, delante de su casa en Islamabad, la capital.
El asesinato fue reivindicado por el grupo yihadista Movimiento de los Talibanes Pakistaníes o Tehrik-i-Taliban Punyab (TTP). El político es venerado por la Iglesia como Siervos de Dios. Su Biblia se conserva en Roma, en la basílica de San Bartolomeo, en la isla Tiberina, vinculada a la memoria de los “nuevos mártires”. Después de varias amenazas, el director de LEAD, asociación para el desarrollo evangélico legal en Pakistán, Sardar Mushtaq Gill, un defensor de Asia Bibi durante muchos años, tuvo que huir al extranjero a principios de 2017. El 1 de abril de 2015, unos desconocidos dispararon a su hermano, Pervaiz Gill, que, afortunadamente, solo resultó herido.

Partidarios de las leyes antiblasfemia 

En efecto, hay quienes defienden vigorosamente las leyes contra la blasfemia. Entre ellos, destaca el Khatm-e-Nubuwwat Lawyers’ Forum, un nombre que podría traducirse como “Movimiento para la Defensa del Profeta”, según ACN (Ayuda a la Iglesia Necesitada). Este grupo reúne a centenares de abogados y expertos jurídicos que supervisan la aplicación de la legislación. Según la Fundación Pontificia de Derecho, desde la creación del Forum en 2001, el número de quejas se ha triplicado solo en la provincia de Punyab, alcanzando su máximo en 2014 con 336 casos. El objetivo del Forum dirigido por Ghulam Mustafa Chaudhry es garantizar que todo aquel que insulte al islam o a Mahoma sea investigado, juzgado y ejecutado. Según Chaudhry, que ayudó al asesino de Salman Taseer, el único castigo para blasfemia es la muerte. “No hay alternativa”, afirmó. No es de extrañar entonces que este abogado también ayudara a la acusación contra Asia.
Otro gran defensor de las leyes antiblasfemia es el nuevo partido islamista Tehreek-e-Labbaik Pakistan (TLP), fundado en 2015 por el predicador Khadim Hussain Rizvi. Su objetivo es “llevar al trono la religión del Profeta”. Esta nueva formación política nació del movimiento de apoyo a Mumtaz Qadri, quien es considerado por muchos como “un héroe del Islam”. En la capital, Islamabad, se le dedicó una mezquita. El juez que lo condenó a muerte, Pervez Ali Shah, cuya familia recibió amenazas de muerte, tuvo que abandonar el país y refugiarse en Arabia Saudí.
Un simpatizante del TLP intentó asesinar al ministro pakistaní del Interior, Ahsan Iqbal Chaudhary, el pasado 6 de mayo. El atentado quería servir como protesta contra una ley firmada en octubre de 2017 por el presidente Mamnoon Hussain –retirada más tarde por un supuesto “error de transcripción”– que abolía, entre otras cosas, las listas de votantes separadas para los ahmadíes, una rama del islam considerada herética en el país, porque no reconocía a Mahoma como el último profeta [1].

La ley sobre la blasfemia, un pretexto

Para los radicales, la ley de blasfemia es un pretexto fácil para atacar a las minorías y a los débiles. Este punto de vista viene apoyado por el difunto Salman Taseer: “La ley sobre la blasfemia no es una ley hecha por Dios sino por el hombre”, declaró el gobernador de Punyab en una entrevista con CNN dos meses antes de su muerte. Esta ley, precisó, “fue hecha por el general Zia-ul Haq, y la parte sobre la sentencia de muerte fue introducida por Nawaz Sharif. Por lo tanto, es una ley que da a los extremistas y reaccionarios una excusa para atacar a las personas débiles y a las minorías”.
“Lo que me resulta inquietante es que cuando uno mira a los cientos de personas que han sido llevadas ante la justicia bajo esta ley, se pregunta dónde están los ricos. ¿Por qué los objetivos son solo los pobres y los indefensos? ¿Por qué más del 50% de ellos son cristianos cuando representan menos del 2% de la población del país? Esto indica claramente que hay un abuso de esta ley para hostigar a las minorías”, declaró también Salman Taseer en otra entrevista con Newsline, un mes después.
Como se desprende claramente de un documento de Amnistía Internacional de 1994, las acusaciones de blasfemia suelen ocultar envidias o rivalidades profesionales. Las personas acusadas de blasfemia a menudo tienen dificultades para encontrar abogados dispuestos a defenderlos en los tribunales porque ellos mismos están amenazados de muerte. Además, incluso los absueltos siguen expuestos a continuos hostigamientos y amenazas de muerte, como en el caso de un cristiano de Karachi, Chand Barkat.

Ejecuciones extrajudiciales

El problema de las ejecuciones extrajudiciales o de los linchamientos de personas acusadas de blasfemia contra el Corán, el profeta Mahoma o el Islam en general es un problema extremadamente grave, subraya la declaración del ECLJ. La muerte bárbara e inhumana de una pareja cristiana, Shahzad Masih, de 26 años, y Shama Bibi, de 24, que fueron quemados vivos en un horno de ladrillos por blasfemia en noviembre de 2014, provocó dolor y consternación. El marido fue acusado de quemar pedazos del Corán. La pareja vivía cerca de Kot Radha Kishan, al sur de Lahore. Tenían tres hijos y esperaban un cuarto.
Otra muerte, la de Sharoon Masih, de 17 años, estudiante de la escuela secundaria pública de Burewala, provincia de Punyab, el 30 de agosto de 2017, es a la vez preocupante y característica, porque recuerda el comienzo del calvario de Asia Bibi: un simple vaso de agua. La falta del joven fue la de ser el único estudiante cristiano de toda la clase. Fue linchado por sus propios compañeros de clase “por haber extraído y bebido agua del mismo vaso usado por otros estudiantes”, informó la agencia Fides.
Ser cristiano en Pakistán significa vivir peligrosamente. Por lo tanto, no es de extrañar que este país asiático aparezca en quinto lugar en el índice mundial de países donde es más difícil ser cristiano, la Lista Mundial de la Persecución, elaborada por la ONG Puertas Abiertas.
[1] El caso de los ahmadíes ilustra bien que todas las minorías religiosas están en peligro en Pakistán. En 1974, el entonces primer ministro, Zulfikar Ali Bhutto –padre de Benazir Bhutto– declaró que los ahmadíes no eran una comunidad de musulmanes sino de kafir, es decir, una comunidad de “impíos” o “infieles”. Diez años más tarde, en 1984, el general Zia-ul Haq prohibió al movimiento ahmadía que se autodenominara musulmán o que difundiera su fe.
 Paul de Maeyer, Aleteia

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