Nadie quiere empezar su matrimonio debiendo un préstamo por la boda, ¿verdad?
Pregunta: Mi hija de 24 años se casa en la primavera del año que viene y sus planes de boda se están descontrolando mucho. Por lo demás es una chica lista, pero está decidida a tener la boda más extravagante que pueda comprar nuestro dinero. Mi esposa y yo somos pudientes, pero hemos trabajado toda nuestra vida para llegar hasta aquí y logramos estar económicamente cómodos al no gastar dinero de forma excesiva, algo que mi hija no logra entender. Tuvimos que poner un límite para este presupuesto y ahora mi hija quiere pedir un préstamo para la boda que cubra los gastos que nosotros “nos negamos” a pagar. No quiero que mi hija empiece su matrimonio pagando un préstamo por la boda cuando en vez de eso podría estar pagando una hipoteca. Mi esposa y yo no conseguimos convencerla de que esto es un derroche y una idea muy mala. Si no la ayudamos, pedirá el préstamo pero, al mismo tiempo, no creemos que sea razonable que espere que paguemos 100.00 dólares por una boda.
Respuesta: Mi principal preocupación es la situación en la que tú y tu esposa os inclináis a su voluntad y abrís vuestra cartera, seguida de la amenaza de pedir un préstamo de boda si no la complacéis. Esto parece mostrar cierto nivel de inmadurez en vuestra hija que quizás indique que no entiende del todo el sacramento al que está a punto de comprometerse.
Una boda es una declaración pública de amor mutuo y el comienzo de una nueva familia. Tiene sentido que se quiera empezar este viaje con los mejores cimientos posibles, no el cimiento de una deuda exorbitante. Tenéis razón; ambas ideas son, evidentemente, malas: tanto un préstamo para una boda como gastarse 100.000 dólares [unos 87.000 euros]en la celebración.
Una boda también es un sacramento y, como tal, es un rito de iniciación a la vida matrimonial. Debería tratarse con reverencia y solemnidad, no con una presuntuosa exhibición de riqueza. Tomar prestada una enorme suma de dinero para tener una boda más allá de los medios económicos propios es un craso error y vosotros sois lo bastante sabios como para apartar el presupuesto de vuestra hija de un gasto semejante.
Aunque físicamente no podéis impedir que pida un préstamo para la boda, sí tenéis control sobre con cuánto de vuestro dinero podréis contribuir a ese gasto. Decid a vuestra hija lo que tú y tu esposa podéis permitiros y luego sugeridle que o bien ajuste su presupuesto y expectativas o que empiece una cuenta de ahorro para la boda, en vez de pedir un préstamo.
Los jóvenes no tienen una mentalidad tan tradicional como sus padres hoy en día, así que supongo que el novio y su familia piensan contribuir también de alguna manera. También creo que si vuestra hija y su futuro marido ven que se espera que contribuyan monetariamente a su propia boda, entonces empezarán a ver rápidamente lo sabio que es reducir algunas extravagancias.
Recuerdo cuando estaba recién prometida, con mi cabeza llena de expectativas de cuento de hadas, pero una vez empecé a planear en serio la boda y me impactó lo caro que era todo, no tardé en poner los pies en la tierra de la realidad.
A vuestra hija no le vendría mal una saludable dosis de realidad y que reorientara sus prioridades en torno a la naturaleza sacramental de la ceremonia.
Katrina Fernandez, aleteia
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